Sistema inmune, cerebro y albedrío

publicado en la revista «Nexos»
# 465, septiembre de 2016

 

Interacciones sociales y sistema inmune con sus diversas células blancas: nada más distante. No es de esa opinión un equipo de la Universidad de Virginia, Estados Unidos. “Es disparatado, pero quizá para dos antiguas fuerzas no somos sino campos de batalla multicelulares: patógenos y el sistema inmune. Parte de nuestra personalidad puede estar dictada en realidad por el sistema inmune”, dice Jonathan Kipnis del Departamento de Neurociencia en artículo publicado por Nature en línea.

Apenas el año pasado el equipo de Kipnis “descubrió que los vasos sanguíneos de las meninges enlazan de forma directa el cerebro con el sistema linfático”. Las meninges son tres membranas protectoras del cerebro: duramadre, piamadre y aracnoides, ve uno en neuroanatomía de prepa (si la CNTE lo permite y no le parece carga excesiva).

El siguiente hallazgo arrojó más luz en el trabajo del cerebro y la evolución: “La relación entre humanos y patógenos, sugieren los investigadores, pudo haber afectado de forma directa el desarrollo de nuestra conducta social al hacer necesarias las relaciones sociales para la sobrevivencia de la espacie mientras desarrollaba vías para que nuestros sistemas inmunes nos protegieran de las enfermedades que acompañan a esas interacciones…”. Y aquí viene el dato central: “La conducta social está, por supuesto, en el interés de los patógenos en cuanto les permite dispersarse”.

Es mal negocio para un patógeno ser eficaz en matar el organismo infectado. Lo mejor es sostener la infección por mucho tiempo y lograr así la dispersión, y sobrevivencia, del patógeno. Ocurre con las pulgas de los perros: una invasión regulada asegura años de abundantes generaciones de pulgas. Si el perro muere pronto se acaban las pulgas. “Muerto el perro se acabó la rabia”. Lo mejor es que la rabia tarde en matar. Esto trae una selección natural en los patógenos: los más dañinos se extinguen al matar pronto el organismo infectado. Los de acción menos mortal resultan elegidos por la selección natural.

Fue parte esencial en la conquista de los pueblos americanos por los europeos. Una descripción vívida se encuentra en Guns, Germs and Steel, de Jared Diamond, y artículos suyos anteriores. La viruela azolaba Nápoles y la mortandad era inmensa, pero algunas personas tenían una mejor resistencia natural y vencían la enfermedad. Así quedaban vacunadas y transmitían esa resistencia a hijos y nietos. La viruela llegaba a Venecia y Génova, luego a Viena y Barcelona: volvía a matar y seleccionar. Así fueron creando los europeos una mayor resistencia a la viruela antes de que hubiera vacunas (y mucho antes de que hubiera el infame movimiento antivacunas que abre de nuevo el camino a una población inerme). Cuando la ola volvía a Nápoles en un par de siglos se encontraba dos selecciones naturales: napolitanos con resistencia habían heredado esa defensa a sus bisnietos de bisnietos, y el patógeno mismo había perdido sus cepas más virulentas por matar antes de transmitirse.

Fue desolador para los pueblos americanos observar que los españoles enfermaban, pero sobrevivían sin más explicación que Jesús de Nazaret y la Virgen de la Macarena. Los indios morían porque sus dioses, también ellos, los habían abandonado. Así fue como en un siglo la población nativa se redujo al diez por ciento. No era abandono de los dioses, eran los milenios, diez o más, de selección natural en los europeos y la ausencia total en América del Variola virus porque apareció en humanos después de las grandes migraciones que entraron por tierra cuando Beringia era tierra seca, sobresalía del mar a causa de los enormes casquetes de hielo que retenían agua durante la última era glacial.

Así pues, el equipo de Kipnis tiene su más firme apoyo en la conquista de América. Pero se refieren a una relación más directa: ha mostrado que “una molécula específica, el interferón gamma, parece esencial en la conducta social de una gran variedad de especies: moscas, peces, ratas y monos. El interferón lo produce el sistema inmune en respuesta a bacterias, virus y parásitos. Al bloquear esa molécula con ingeniería genética vuelve hiperactivas algunas regiones del cerebro, lo que se manifiesta en que los ratones sean menos sociales. Al restaurar la molécula restaura la conectividad cerebral y la conducta normal”.

La hipótesis del equipo, expuesta por Anthony Filiano, es que la recolección y cacería de alimento, así como la reproducción sexual, cuando los organismos se reúnen con estos fines necesarios para la sobrevivencia, también trae “mayor propensión a dispersar infecciones. Así que necesitas ser social, pero al serlo tienes más oportunidad de dispersar patógenos”. Eso lo vimos los humanos en la Europa del siglo XVIII, cuando la revolución industrial atrajo millones de familias campesinas, desposeídas por los nobles, en torno a las ciudades. Cólera, viruela y tuberculosis mataban por millares, sobre todo niños, y de entre éstos, sobre todo varones, menos provistos de reservas por la naturaleza. En Grecia todavía se dice a la joven madre, como saludo y deseo para el hijo: “Que te viva…”. Es porque pocos vivían.

El equipo de la Universidad de Virginia hace notar que el mal funcionamiento del sistema inmune podría ser responsable de numerosos desórdenes psiquiátricos, neurológicos y déficit social. “Pienso que los aspectos filosóficos de este trabajo son muy interesantes”. Y podríamos añadir las implicaciones éticas, morales y legales. Algunos criminales podrían tener conflictos no tanto con su educación y sus modelos paternos, sino con su interferón gamma.

Cerebro masculino, cerebro femenino

Que hay diferencias en el cableado interno de los cerebros según el sexo es evidencia mostrada en millares de publicaciones. Pero un solo dato es suficiente: los hemisferios cerebrales, derecho e izquierdo, están interconectados por haces nerviosos que cruzan en un grueso paquete llamado cuerpo calloso. Las mujeres tienen cerebros más interconectados porque, en proporción a su peso, el cuerpo calloso es más grueso, con más puentes entre cada hemisferio.

Prueba clínica: un herido en áreas motrices cerebrales se recupera, si acaso, con mayor dificultad que una mujer con la misma lesión: el cerebro femenino sustituye funciones perdidas en un hemisferio activándolas en el otro.

Sexual differentiation of the brain es un texto ya clásico. Pero un equipo de la Universidad de California en Los Ángeles acaba de publicar novedades en el journal Frontiers in Neurology.

Observando cerebros en vivo con resonancia magnética el equipo encontró que hombres y mujeres muestran respuestas contrarias en la ínsula: parte del cerebro esencial en el control de la presión sanguínea, la experiencia de emociones y la autoconciencia (o saberse consciente).

La corteza insular consta de cinco partes llamadas giros (gyri en plural de latín). “Los investigadores encontraron que el control de la presión sanguínea en el giro frontal derecho mostraba una patrón opuesto en hombres y mujeres, en los hombres era mayor la activación del lado derecho”: un área crítica en la que no esperaban hallar tan fuertes diferencias, dice Paul Macey, autor principal del estudio. “Esta área es parte de la respuesta al estrés y mantiene alta la presión sanguínea y el ritmo cardiaco. Es posible que se deba a conexiones diversas”.

¿Cómo se ve el libre albedrío en el cerebro?

Investigadores de la Universidad Johns Hopkins se han asomado a un cerebro humano en el momento preciso en que efectúa un acto puramente voluntario. Para eso debieron encontrar la forma de que los actos no ocurrieran en respuesta a órdenes ni señales. Los resultados están en línea y aparecerán en un número especial del journal Attention, Perception, & Psychophysics.

“¿Cómo nos asomamos a cerebros de personas y encontramos cómo hacemos elecciones enteramente propias? ¿Qué partes del cerebro participan en la elección libre?”. Se presentó a los participantes una proyección dividida en dos mitades en las que se sucedían números y letras de colores. Sólo se les pidió que pusieran atención a una mitad, la que gustaran y luego, también cuando quisieran, cambiaran su atención a la otra mitad. “Durante una hora los participantes intercambiaron atención de un lado a otro docenas de veces”.

Los investigadores monitoreaban los cerebros con MRI. Por primera vez fue posible observar tanto lo que ocurre en un cerebro humano al momento de hacer una elección libre (cambiar la mirada hacia la otra mitad de la pantalla), como qué ocurre durante el instante de la decisión: “cómo se comporta el cerebro durante la deliberación entre cómo actuar”… seguir mirando un lado de la imagen o mirar la otra mitad: decisión libre.

“La actividad cerebral que condujo a la elección —esto es, el periodo de deliberación— ocurrió en la corteza frontal; el cambio real de atención mostró actividad en el lóbulo parietal”, hacia donde tenemos las orejas. “Las dos regiones del cerebro, en conjunto, forman el núcleo de componentes que subyacen a la voluntad de acción”, concluyen los autores.

La próxima tarea será ver el cerebro mientras luchan entre sí varias decisiones complejas.

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani

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