Grecia, ay, Grecia...
columna: «la calle»
Grecia fue siempre un país pobre, de una pobreza digna, la del pobre con un solo saco, viejito, pero de casimir. Lo dicen sus canciones: “Para vengarme de ti, rompo tus fotografías, los pósters que amabas, y pinto las cortinas del color que odiabas”. No compra nuevas: las pinta.
Tres imágenes dan idea del uso griego al dinero que entró a raudales para nivelar calidad de vida entre países de la Unión Europea: A fines de octubre (fuera de temporada turística) de 2005, año de bonanza, llegué a Atenas por el nuevo y rutilante aeropuerto internacional, enorme, casi vacío. Tomé un taxi. No siguió la ruta de callejuelas que yo conocía tan bien y me gustaba: veía al sastre sentado en el umbral de su taller remendando un saco. Ahora había una red de viaductos y pasos a nivel que me recordó Los Ángeles, salvo que la luz pública hacía día en plena noche. En esa red había un auto: mi taxi.
En Roma había pasado unos días en un hotel butimil estrellas, palacio del siglo XVIII, de la Vía Véneto. En el vestíbulo repleto solo se oía griego, salí: seguía oyendo griego en la calle. Regresé con alarma de alucinación. Me explicaron: varios grupos de griegos llenaban el hotel... como chinos, japoneses, países ricos.
Sobre el golfo de Corinto hay un nuevo puente colgante de unos 3 km. Conecta un poblacho, Patras, con la carretera a Olimpia. Por si alguien no desea subir al Partenón, primero, ni cruzar después por el estrecho de Corinto rumbo a Olimpia. Pero se ve bien First World.
El gobierno llegó a emplear al 20 por ciento de la población económicamente activa, y otro 25 dependía de forma indirecta: 45% de no productivos. Remodelaron Atenas, hicieron un metro que recauda una cuarta parte de su costo de operación.
Mientras la juventud ateniense llenaba nuevas cafeterías estilo Vips y desaparecían los viejos y queridos cafeníos, en las islas las empleadas de hotel renegaban: era junio y el hotel no tenía ni un huésped.
Mi primera maestra de griego, en la UNAM, acertó en una frase pintoresca: “Los griegos nunca crecen, son siempre niños”.
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