Las redes sociales son puentes ideológicos
# 412, abril de 2012
Una reciente publicación de la Universidad de Indiana rastrea el curso de las ideas en las redes sociales como Twitter o Facebook y otras más. Descubren algo que muchos habíamos sospechado: en los mundos cerrados de la izquierda y la derecha, no se lee sino a los de ideas similares, a los contrarios no los leemos o los leemos mal o los leemos nada más para comprobar, una vez más, que dicen simples idioteces. Filippo Menczer al frente de su equipo ha mostrado que redes políticamente aisladas, como son la izquierda y la derecha en política, encuentran un puente de comunicación con las menciones en Twitter.
Soy relativamente nuevo en eso del Facebook, que también es relativamente nuevo. Comencé con unos pocos amigos sugeridos por una amiga. Luego me comenzaron a llegar solicitudes de amistad. Durante mis primeros meses dejaba acumular solicitudes hasta que, con harta flojera, me ponía a revisarlas: “Hum… no porque suena a pejefán… Sí porque también le gusta Bach… Uta, con esas frases tan remilgosas mejor no…”.
Un buen día me dije: Bueno, estúpido, ¿nada más quieres que te lean los convencidos? ¿Tus evidencias antipeje las reservas para munición de los antipejes, para darles argumentos? ¿No aceptas un turco porque eres helinófilo y no se llevan bien desde la caída de Constantinopla (1453), que los turcos llaman Estambul? Ya nos ocurrió una vez a Carlos Marín y a mí, antes de que existiera Milenio: Nos invitaron a dar una plática sobre la virgen de Guadalupe como conferencia final de un congreso. Dimos una veintena de datos contra el milagro. Hubo ovaciones atronadoras. Sorprendidos preguntamos de qué había sido el congreso. “Pues miren, hay de todo, pero nos une que somos Testigos de Jehová…”. ¡Les habíamos estado predicando a predicadores antiguadalupanos!
Bueno, me seguí diciendo: ¿Y tus libros? ¿No quieres avisar que acabas de publicar la viejita colección de El vino de los bravos, ahora con cuentos nuevos y poner la bonita portada de Planeta? ¿Y la también muy buena portada de El sol de la tarde, con una escultura de frío mármol y un abrazo cálido? Entonces… tíkiti, tíkiti, tíkiti, tíkiti, le pongo sí a todos los que me piden, no le pido a nadie que no sea de verdad un amigo conocido en persona. Llevo un buen número. Y he descubierto que me he distanciado de algunos reales (no enojado, sino dejado de interesar) y no me pierdo lo que suben otros que son amigos virtuales, del espacio cibernético. Además, no tengo control sobre los abajoinsultantes (como los llamó Héctor Aguilar Camín) que me atosigan en el sótano de Milenio, unas veces con razón (pocas), otras sin siquiera entender y sospecho que sin leer mi nota. Odio puro, contante y sonante.
Un ejemplo inmejorable de no comprensión: publiqué en febrero un comentario sobre un artículo de Scientific American que no saldría hasta el número de marzo. Lo tuve antes que Sanborns porque me cuesta una lana la suscripción. Pues ¿no un zamborotudo (corre, busca el diccionario) me acusó de ser el Sealtiel Alatriste que plagia revistas gringas? En Milenio no puedo reclamar que lo borren porque es simplemente una opinión torpe de alguien que no tiene idea acerca lo que es divulgar ciencia, no crearla, sino ponerla al nivel de personas con un coeficiente mental normal, entre los que no se encuentra ese lector. Pero en el Face tengo el enorme gusto de hacer click y borrarlo. Es un placer muy semejante a cuando un zancudo me ha picado ya un par de veces y se me ha escapado, pero en una de esas cae aturdido y, despacito, lento, sabroso, le pongo el dedo encima y lo despanzurro, plaf.
Ahora tengo un estudio que pone rigor a esa intuición. El equipo de Indiana (no lo hago pasar por reporte mío, ni como “cita al cuadrado” que se transforma en elogio) analiza los medios políticos y añade rasgos para calibrar la calidad de la interacción social: capacidad de los ciudadanos para interactuar con los datos (con- los- da-tos, ¿está claro?) y luego explora el impacto en la red. El nivel en que los participantes son militantes, guerrilleros y sentimentales al respecto de un tema es de interés porque resultan esenciales en la difusión de un meme.
Corre cita: Richard Dawkins, el biólogo evolucionista que mejor consigue llegar a públicos amplios con sus libros de divulgación, lanzó la expresión meme para esas palabras o ideas que de pronto se ponen de moda. Partió de gen (gene en inglés), que es el código de una proteína que acaba siendo parte de un sistema que produce un rasgo, físico o de conducta. Y memoria. El meme hace algo parecido en la memoria social. Y concluía su explicación: Ahora usted está infectado con un meme: el meme de qué es un meme. Chin… no recuerdo el artículo ni la revista, pero fue Dawkins. Pido que me crean o lo gugleen, que eso haré. Wait… Sí, es de Dawkins en El gen egoísta, libro que no le gusta a un amigo biólogo, pero es muy bueno.
Pues el equipo de Indiana sigue el rastro en la difusión de memes a través de tuits. Nuevas herramientas en su sitio web permiten a los visitantes ver una locación de usuarios interesados en el tema de la información “y les permite bajar tuits de interés desde Twitter para producir videos con la difusión de memes mientras esta difusión está ocurriendo”.
Menczer presentó las nuevas herramientas durante el congreso anual de la American Association for de Advancement of Science, AAAS, que publica a la semana el journal Science. La mesa de trabajo se llamó “Web Surveillance: Fighting Terrorism and Infectious Diseases”, y el artículo de Menczer “Tracking the Diffusion of Ideas in Social Media”.
El equipo presenta evidencia de que “los científicos pueden ahora reproducir la increíble diversidad de trozos de información populares y persistentes (y los impopulares y disipándose) en las redes sociales sin tener que asumir que unas ideas sean mejores que otras”.
“Un campo de particular interés es el de la política. Las plataformas de medios sociales juegan un papel importante en delinear la oratoria política en EU y en todo el mundo”, dice Menczer. “Nuestra infraestructura nos permite explotar una gran corriente de datos en los medios sociales relacionados con temas políticos, y ese análisis dirige polarización, comunicación interideológica y asimetrías militantes en actividades políticas en línea de los usuarios de medios sociales”.
Antes de las elecciones intermedias en EU, el equipo presentó Truthy: una sofisticada herramienta basada en Twitter, que combina obtención de datos, análisis de redes sociales y otras fuentes masivas para descubrir tácticas engañosas y desinformación dirigida a las elecciones.
“Ahora somos capaces de hacer modelos de la contienda por atención en los medios sociales, y de esto emerge un proceso dinámico de cómo se difunde la información donde unas pocas ideas se convierten en virus, pero no la mayoría […] De forma sorprendente, uno puede reproducir la heterogeneidad masiva en la popularidad y persistencia de ideas sin la necesidad de asignar valores entre las ideas”.
El equipo aparea en tiempo real datos en la corriente de Twitter contra palabras clave para así excluir tuits con escasa probabilidad de contener discusiones políticas y luego extraer memes tales como menciones frecuentes, hashtags y URLs. Hashtag es un término bien conocido por los tuiteros. Tienen la forma: #DiNOaElbaEsther. Su equivalente en Facebook son los posts. URL es un localizador, una dirección www. Los memes de interés se aíslan al considerar sólo los que cuentan para una porción significante del volumen total. Los memes luego se insertan en bases de datos, se rastrean analizan y visualizan para obtener más información de cada uno.
No lo dicen, pero supongo que una herramienta matemática para analizar estas redes es la teoría de grafos. Claude Berge es el matemático más conocido en esa rama. El equipo comparte en YouTube cine que difunde memes políticos. Y también se encuentran en el sitio web de Truthy.
Contacto: Steve Chaplin, stjchap@iu.edu, Indiana University.
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