Cuévano a la vista

publicado en la revista «Nexos»
# 411, marzo de 2012

 

“Los conservadores pintan a los liberales como insufriblemente alejados de los temas urgentes para la nación, mientras que los liberales sostienen que los atemorizados conservadores se entrampan en exagerar los males que amenazan al país”, dice un estudio de la Universidad de Nebraska.

Liberales y conservadores tienen características que van más allá de sus opiniones políticas. Es fácil observar que el conservador en política también lo es en casa y en el trabajo, en la educación de los hijos y en los temas de conversación y, si es político pidiendo el voto popular, en sus lemas de campaña. Cuévano, la legendaria ciudad creada por Jorge Ibargüengoitia, está llena de tertulias de personas recatadas con el obispo donde se menciona la pérdida de valores, el materialismo en las relaciones sociales, el consumismo sin freno, la urgencia de volver al amor y de renovar los principios que cimientan una vida feliz, y que no son los bienes y propiedades, sino el amor a la familia. Todo con chocolatito caliente y aprobaciones de su eminencia.

No es típico de Cuévano ni de México: en todo el mundo los conservadores comparten preocupaciones por el deterioro del amor, el quebranto de los principios y los males que acechan al país a causa del descuido de los liberales.

“La decadencia que padecemos” —da por hecho el candidato de la nueva izquierda tan parecido a la vieja derecha hasta en sus preocupaciones—, tiene remedio y lo pondrá él desde la Presidencia: va a “auspiciar una manera de vivir sustentada en el amor a la familia, al prójimo, a la naturaleza y a la patria”. No, no lo dijo el cardenal tapatío en su despedida ni el gobernador panista de Jalisco. Es expresión del candidato de las derechas travestidas de izquierdas. “Una persona sin apego a una doctrina o a un código de valores, no necesariamente logra la felicidad…”, afirma López Obrador mientras bebe un sorbo de su chocolate. La prueba es él mismo, el propio López, cuyos elásticos principios le han permitido ir del PRI al PRD al PT a Convergencia a Morena, y no ha sido feliz porque ninguna le ofrece lo único que le falta: una banda presidencial que no sea de papel de china.

La novedad es que estos conservadores ya no crean serlo y sostengan que la renovación moral de la sociedad es el último grito de la moda del cambio social, y la “grandeza espiritual” no es expresión de cardenales en busca de almas perdidas, sino exigencia del cambio verdadero.

Son, gran paradoja, gente que tiene sus necesidades más materialistas resueltas, los bienes necesarios y esa despreocupación por el consumo les viene de que ya lo tienen todo, aunque, en el caso de AMLO, nadie sepa de dónde cubre sus enormes gastos.

Los investigadores de la Universidad de Nebraska “monitorearon de cerca reacciones fisiológicas y movimientos de los ojos de los participantes en el estudio cuando se les mostraban combinaciones de imágenes tanto agradables como desagradables. Los conservadores reaccionaban con mayor fuerza, se fijaban más rápido y miraban por más tiempo las imágenes desagradables; los liberales tenían reacciones más fuertes ante imágenes agradables y las miraban por más tiempo”.

La investigación apoya una creencia generalizada: que conservadores y liberales no ven las cosas de la misma manera. El nuevo estudio lo comprueba de forma muy literal, dice el principal autor de la publicación, Mike Dodd. Con electrodos se midieron cambios en la conductancia de la piel, atribuibles a respuestas emocionales. Los datos cognitivos se reunieron con equipo que capturó hasta los más sutiles movimientos del ojo mientras aparecían las imágenes.

El resultado no es sorprendente, pero confirma los estereotipos: los liberales se detuvieron a contemplar imágenes agradables, “mientras los conservadores claramente se enfocaban en las negativas: una herida abierta, un auto chocado o un excusado sucio, por ejemplo”.

No fue eso todo, “los conservadores también exhibieron una respuesta fisiológica más fuerte a imágenes de políticos del Partido Demócrata —es de suponerlos imágenes negativas para ellos—, que las respuestas ante fotos de bien conocidos miembros del Partido Republicano. Los liberales, en cambio, presentaron mayor respuesta fisiológica —supuestamente un estimulo positivo para ellos— de la que presentaron ante republicanos. En los liberales, el apego a los suyos fue mayor que el rechazo a los contrarios.

El estudio ofrece nuevos datos para la creciente idea de que el aprendizaje político es, al menos en parte, producto de nuestra biología, comenta el coautor Kevin Smith. Para los autores, esto significa que la derecha está más sintonizada y atenta a elementos aversivos en la vida y más inclinada a confrontarlos. “Desde un punto de vista evolutivo, esto tiene sentido”, dice John Hibbing, otro coautor del reporte.

“Los resultados también son consistentes con el apoyo conservador a políticas que protejan la sociedad de amenazas externas (y voten por incrementos a gastos en defensa o se opongan a la inmigración).

Los investigadores hacen notar que el estudio provee una oportunidad para reconocer la relevancia de variables biológicas profundas en política y dar un giro a la polarización política. “Más que creer que quienes sostienen puntos de vista opuestos en política son gente sin información o sencillamente obtusa, los autores dicen que la tolerancia política puede ser incrementada si entendemos que las diferencias políticas se basan, en parte, en nuestras respuestas fisiológicas y cognitivas”.

Sostiene Hibbing que “cuando los conservadores dicen que los liberales están fuera del tema o que no lo captan, desde su punto de vista tienen razón”. Así como cuando los liberales se preguntan de qué están tan asustados los conservadores, y si el mundo es de verdad tan peligroso, ambas partes tienen razón si atendemos a los aspectos en que ponen atención y a sus respuestas fisiológicas.

El estudio será publicado por el journal Philosophical Transactions of the Royal Society B.

El precio del alma

Con imágenes del cerebro en funcionamiento se ha demostrado que el cerebro procesa de forma diferente los valores que las personas se niegan a rechazar, aunque se les ofrezca dinero, y los valores que están dispuestas a vender.

“Nuestro experimento encontró que el reino de lo sagrado —ya sea una fuerte creencia religiosa, una identidad nacional o un código de ética— sigue un proceso cognitivo particular”, dice Gregory Berns, director del Center for Neuropolicy, en la Universidad Emory, y autor principal del estudio publicado en Philosophical Transactions of the Royal Society.

Los valores sagrados producen una mayor activación de un área cerebral asociada con las reglas, con los pensamientos acerca de lo correcto o incorrecto. En cambio, el cerebro procesa en otras regiones los balances costo-beneficio.

Los investigadores emplearon para su estudio resonancia magnética funcional (fMRI) para observar respuestas ante enunciados del tipo: “Acostumbras beber té”, “apoyas el matrimonio gay”. Cada uno de los 62 enunciados tuvo su contraparte: “eres provida”/ “eres proelección”.

“Así hemos dado con un método para comenzar a responder preguntas acerca de cómo las personas toman decisiones que involucren valores sagrados y que tienen mayores implicaciones si se quiere llegar a un mejor entendimiento de los aspectos que influyen la conducta humana por encima de países y culturas”, sostiene Berns. “Lo que vemos es cómo los valores culturales esenciales se representan en el cerebro”.

Al final del experimento se dio a los participantes la oportunidad de ganar 100 dólares nada más por firmar un documento con los puntos de vista opuestos. También podían no participar. Eligieron esto último cuando el documento contenía enunciados contrarios a los más valuados. Pero se llevaban sus 100 dólares si les daban a firmar enunciados opuestos, aunque menos relevantes.

Las imágenes del cerebro en funcionamiento “mostraron una fuerte correlación entre los valores sagrados y la activación de sistemas neurales asociados con la evaluación de correcto o incorrecto y con reglas semánticas, pero no se activaron los sistemas asociados a recompensa”.

Los resultados comprueban que no es razonable ofrecer políticas basadas en cálculos de costo-beneficio cuando se trata de modificar los más sagrados valores. Así es porque éstos se procesan en una parte del cerebro completamente diferente a los incentivos”.

Conclusión para elecciones: las despensas y regalos de un partido no cambian el voto duro de los contrarios. El cerebro ni siquiera procesa el contenido de la despensa cuando la convicción es firme.

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani

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