En Marte también se mueven continentes
columna: «se descubrió que...»
Con la circunnavegación de América del Sur, los cartógrafos se percataron de algo asombroso e inexplicable: las costas de África y de Sudamérica que dan al Atlántico, embonaban de forma exacta: como las dos partes de un papel rasgado. Y había más: un siglo antes, los marinos portugueses que circunnavegaban África en sus viajes a la India y Ceilán para comprar especias, sedas y porcelanas habían observado en sus mapas que la isla de Mozambique y la costa de África al océano Índico eran una la inversa de la otra. Pero, en fin, una isla.
Cuando fueron dos continentes ya resultó difícil atribuir al azar la coincidencia de costas en positivo y negativo. Al rompecabezas le siguieron apareciendo fragmentos: la costa oeste de la India también encaja con la costa de África. Y la distribución de los Himalayas, con forma de arrugas levantadas por el golpe de la India contra Asia, se explicaba si, como isla, India había cruzado el océano y se había abalanzado contra el sur de Asia, donde hoy está Nepal.
Eso era evidente en mapas y relieves. Faltaba una fuerza, enorme, planetaria, para desgarrar continentes y moverlos en lenta separación. No se conocía nada ni remotamente aproximado a la monstruosa fuerza necesaria para estrellar la India contra Asia y levantar las arrugas de los Himalayas.
En 1915, Alfred Wegener propuso su teoría de la deriva continental: la corteza terrestre flota sobre un manto de roca fundida. Como el agua cuando hierve, el manto debía tener movimientos llamados de convección: el agua se calienta en el fondo de un cacharro porque allí recibe el fuego, sube por un principio descubierto por Arquímedes, que es la diferencia de densidades, en contacto con el aire se enfría y por lo mismo baja. Los calefactores se ponen bajos porque el aire caliente sube, los enfriadores se ponen altos porque el aire frío cae. Eso ocurre también con la atmósfera y, si una capa caliente atrapa a una fría tenemos una inversión térmica y contaminación.
Pues con esa sola idea, Wegener ofreció una buena hipótesis para los movimientos de continentes completos: las corrientes de convección del manto quiebran la corteza sólida y luego separan las partes. Eso explicaba de dónde viene la lava de los volcanes: son perforaciones de la corteza por donde aflora el manto, lava. También explica los terremotos: las placas de la corteza quebrada se mueven a veces una bajo otra, la presión aumenta y un día se libera esa fuerza en un terremoto.
La hipótesis de Wegener ajustaba con exactitud al magnetismo terrestre conocido por muchas culturas antiguas y empleado por los chinos para la brújula de navegación. Las diversas capas terrestres y su núcleo de hierro hacen de la Tierra una dínamo gigante. Al magnetismo terrestre se deben las auroras boreales: se producen cuando una erupción del Sol es guiada por las líneas magnéticas de la Tierra. La hipótesis de Wegener también explicaba los conjuntos de islas volcánicas como las Hawaii: la corteza se mueve sobre un punto donde aflora el magma incandescente y hace una isla, la corteza se mueve y brota una nueva isla.
Científicos de la Universidad de California en Los Ángeles sostienen que la idea de que en el sistema solar nada más la Tierra tiene tectónica de placas es errónea. Han descubierto que también Marte posee enormes placas de corteza en movimiento. "Marte está ahora en un estadio primitivo de la tectónica de placas, lo cual nos ofrece una mirada de cómo pudo verse la Tierra primitiva y podría ayudarnos a entender cómo dio inicio en la Tierra la tectónica de placas", dice An Yin, de la UCLA.
Las imágenes de la nave THEMIS (Time History of Events and Macroscale Interactions during Substorms) y la HIRISE, ambas de la NASA, como también el Mars Reconnaissance Orbiter, satélite en órbita de Marte provisto de cámara, dieron al científico un centenar de imágenes y encontró que revelaban tectónica de placas. "Yin ha conducido investigación geológica en los Himalayas y el Tíbet, donde dos de las siete placas mayores de la Tierra se dividen".
Curiosity y el Vaticano
En un arranque de inesperada lucidez, L’Osservatore Romano, La Voz del Papa, ha publicado que si el rover Curiosity, recién posado con suavidad en Marte por la NASA, encontrara señales de vida, presente o pasada, sería necesario revisar la teología: "Repensar conceptos como el pecado original, la encarnación y la revelación salvífica en el ámbito cósmico" (Notimex, 11 de agosto). Sólo plantear esa revisión, en especial de las tesis del pecado original como ofensa infinita, y su necesaria redención por una Víctima infinita, le costó a Giordano Bruno mazmorra y tortura por años, con muerte en la hoguera porque pecado y redención han sido la piedra clave en el sólido arco del judeo-cristianismo-islamismo. Sin ella, el arco se derrumba por su propio peso.
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