Una batalla perdida

publicado el 29 de mayo de 2011 en «Milenio Diario»
columna: «se descubrió que...»

 

El 17 de mayo de 1990, la Organización Mundial de la Salud (OMS) eliminó de su listado de enfermedades mentales la homosexualidad. Ya se habían adelantado desde 1973 la American Psychiatric Association y en 1975 la American Psychological Association. Desde entonces hablar de "curación" es un delito. Como el médico que acepta en terapia a un hipocondríaco: es correcto que lo reciba en consulta, y cobre, para señalarle que no está enfermo, pero es un fraude tomarlo como paciente de la diabetes que cree tener o de la tuberculosis que imagina. El médico que eso haga se expone a una demanda. También el que "cure" otra cosa que no es enfermedad, como es el gusto por el mismo sexo.

De ahí que se haya tomado la fecha en que la OMS dejó de considerarla enfermedad como "día mundial contra la homofobia". Llevo una semana dándole vueltas al motivo por el que no escribí y resuelvo ahora exponerlo, si bien me ha causado tormentas: no uso el término porque no sólo está mal construido, sino que dice exactamente lo contrario de lo que se desea. Homofobia es "miedo al igual" y lo que deseamos decir es "rechazo al diferente". Se rechaza al homosexual por ser diferente.

La expresión no viene del latín Homo (que nos da Homo sapiens), y tampoco significa hombre, sino humano. Viene del griego homós, que nos da homogéneo: generado igual, homeopatía (curar con su igual). La primera ocasión en que apareció en letra impresa fue en 1869: un escritor austriaco, Karl-Maria Kertbeny la usó en su folleto contra las leyes de Prusia que condenaban la entonces llamada sodomía. Acuñó también heterosexual: que prefiere al sexo diferente.

Considerar la homosexualidad un pecado, depende por completo de la religión, el pueblo y la época. Para Platón el amor más perfecto era el que se daba entre un adulto joven y un adolescente. Terminaba cuando el más joven alcanzaba la mayoría de edad y debía buscarse una esposa. La homosexualidad entre dos hombres adultos no era muy bien vista y el afeminamiento era motivo de burlas y sarcasmos: los mejores ejemplos los tenemos en las comedias de Aristófanes y sus repetidas pullas al último de los grandes trágicos: Eurípides que, al parecer, se acicalaba demasiado y se torcía un bastantín.

Fue el cristianismo quien la convirtió en el pecado. Recordemos que todos los placeres son pecados capitales, todos. Con la separación de iglesias y estados en Occidente, la medicina tomó el lugar de la religión. Pero no había forma de probar que fuera enfermedad. Un enfermo padece, sufre, está en cama con fiebres. Al homosexual no le dolía nada, a no ser el rechazo familiar y social.

En 1948, Alfred Kinsey encontró que no era siquiera una conducta en blanco o negro. En la conducta sexual humana había un continuo que iba de la heterosexualidad a la homosexualidad pasando por todos los tonos de grises. Fue su hallazgo más escandaloso: La mitad de los hombres reportaban (en los duros años 40) haber tenido alguna experiencia genital con otro niño antes de la pubertad. El 25 por ciento había tenido más que una experiencia incidental con los de su sexo entre los 16 y los 55 años. Y un 37 por ciento había tenido al menos una experiencia homosexual con orgasmo después de la pubertad. El 10 por ciento había sido exclusivamente homosexual por al menos tres años entre los 16 y los 55 de edad.

Se sumaron las observaciones en animales. Los perros son hasta fetichistas, ya que en un descuido se nos abrazan del zapato y chaca chaca... Con gran sonrojo de la dueña. Los gansos de Konrad Lorenz, los pingüinos, los carneros de montaña y una larga lista. La evidencia fue abrumadora: lo único que padecía un homosexual, era el rechazo.

¿Y si fuera un error de la naturaleza, como los siameses pegados por el tórax o la cabra de dos cabezas? La naturaleza no comete errores: somos los humanos quienes calificamos. La naturaleza prueba, ensaya. Es el medio quien decide qué es ventaja. Y desecha los ensayos fallidos: detiene los procesos desventajosos y no ha detenido las expresiones homosexuales ni en humanos ni en una multitud de animales. ¿Cuál es el beneficio evolutivo? No hay respuesta simple. Pero si no lo hubiera la homosexualidad habría desaparecido por acción de la selección natural.

Volviendo al punto: lo que llamamos homofobia ni es fobia ni es al igual, sino al diferente, que se diría heterofobia. Una fobia es un temor paralizante: todos tenemos imbricado el miedo a las alturas, lo escribió en nuestros genes la selección natural: el Homo erectus sin temor, moría en la infancia y no dejaba descendencia. Pero el fóbico a la altura es incapaz de lanzarse a la red que le ofrecen los bomberos cuando el edificio está en llamas. Muere quemado. Son raros los heterosexuales con fobia al homosexual, lo que abunda es odio: misó, como misántropo (que odia a los humanos), misógino (que odia a las mujeres). Misetería y misétero. Pero es inútil. La batalla está perdida.

Un breve listado de animales con actividad homosexual: La orientación sexual (Paidós).

 


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