Sólo la homosexualidad se estudia

publicado el 18 de mayo de 2008 en «Milenio Diario»
columna: «se descubrió que...»

 

El término "homosexual" es reciente: fue acuñado en 1869 por Karl Maria Kertbeny a partir de "homos", palabra griega para "igual" como en homogéneo (de estructura uniforme), homocigoto (del mismo óvulo), homónimo (de igual nombre), homologar (igualar leyes o normas) y otros.

Durante el siglo XX, los estudiosos de la conducta animal encontraron conducta homosexual en todos los mamíferos y en muchas aves, peces y reptiles. Los orangutanes de Sumatra están entre los últimos en salir del clóset.

Lo extraño, e irritante, de los estudios que en los últimos 150 años se han preguntado por las causas de la homosexualidad, es que ninguno de los investigadores, salvo el siempre grande Sigmund Freud, se pregunte las causas de la heterosexualidad o gusto por el sexo contrario, como si no exigiera también una explicación. Esa búsqueda unilateral ha medicalizado la homosexualidad. Explico esto: durante milenios, los seres humanos vieron en la homosexualidad una conducta, aceptada en algunas sociedades, rechazada en otras. El homosexual no era un tipo humano diverso, de ahí que ni nombre tuviera.

En la tan citada antigüedad clásica, lo que hoy llamamos homosexualidad: sexo entre adultos, tampoco era bien vista, según prueban las muchas burlas "homofóbicas" contra Eurípides en las comedias de Aristófanes: que se arreglaba mucho el cabello, que si se perfumaba, que si era medio afeminado. Lo natural era el amor por los adolescentes.

Los tres grandes monoteísmos condenaron los actos sexuales entre varones como parte de su pelea contra el paganismo. De la narración bíblica acerca de Sodoma, la ciudad pecadora, vino el nombre de "sodomita" que usó la Iglesia cristiana primitiva. Las iglesias orientales se pelearon con la occidental por la discusión sobre la procedencia del Espíritu Santo, y la Reforma protestante comenzó cuando Roma puso en venta indulgencias que hacían salir más rápido del Purgatorio a las almas cuyos parientes pagaran la edificación de la nueva basílica de San Pedro; pero siguieron de acuerdo en que la sodomía era un pecado abominable.

Cierto, pero el sodomita, como el adúltero, era un pecador, no un tipo humano diverso. A veces había que quemarlos para salvar sus almas, pero el mismo remedio se aplicaba a los primeros químicos, acusados de brujería, y hasta a mujeres particularmente feas o bellas o solitarias o raras.

Luego también fue un delito. La medicina tomó la estafeta de la ley y convirtió la homosexualidad en caso clínico, enfermedad. En 1973, la American Psychiatric Association la borró de su lista de enfermedades mentales, donde iba al parejo que las psicosis.

En los años noventa se publicaron abundantes estudios sobre diferencias cerebrales entre hombres con preferencia sexual por mujeres o por hombres. Ninguno resultó definitivo. Los estudios de gemelos idénticos también apuntaron hacia una posible base genética; pero, una vez más, hubo excepciones: la mayoría de los gemelos tienen la misma orientación sexual, reportaron los estudios estadísticos de Pillard y Bailey. El dato fue confirmado por Dean Hamer y sus estudios en familias.

Pero, y es un gran "pero": si hay gemelos "idénticos" que no lo sean en su sexualidad, así sean minoría, hay en acción algo más que genes. Si dos gemelos se originan del mismo óvulo y mismo espermatozoide tendrán, con 100 por ciento de certeza, ojos del mismo color. ¿Por qué en su orientación sexual van a mostrar una tendencia y no una certeza del 100 por ciento? La tendencia confirma que algo hay genético; las excepciones, que no.

En 1991, Simon LeVay, neurobiólogo del Instituto Salk en La Jolla, California, publicó el primero de sus discutidos estudios sobre diferencias en el hipotálamo, núcleo cerebral claramente dimórfico: con diferencias entre hombres y mujeres.

La fobia o rechazo al homosexual ha sido poco estudiada. Se da por descontado que es normal. Para comenzar, debemos colocar ese estudio en un contexto evolutivo: somos un animal territorial y rechazamos, por ende, lo que nos resulta ajeno, sea por color, forma o comportamiento. No se trata de justificar el racismo, el patrioterismo ni el odio a la homosexualidad y, en general, a lo diverso (o heterofobia), sino de encontrar sus fuentes para cerrarlas.

Un estudio conducido por Richard Petty de la Ohio State University, hace diez años encontró algo muy sorprendente: la gente con menos prejuicios contra minorías puede ser más crítica de esas minorías:

"La gente con alto nivel de prejuicios ignoró simplemente el contenido en los mensajes de negros y homosexuales". Ni siquiera se sintonizaron, dice Petty, así que la calidad de los argumentos no influyó. Es irónico que haya sido "gente con bajo nivel de prejuicio la que observó cuando los miembros de una minoría decían algo tonto". Pero también, porque pusieron atención al mensaje, descubrieron cuando lo dicho era razonable.

Tiene mucho sentido: todos sabemos que es perder el tiempo dar argumentos lo mismo a enamorados del Peje que a defensores de Emilio González. Así como sabemos que, para el prejuicioso, lo más importante es saber si el expositor es homosexual o no.

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani

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