Patos, escopetas y hostias
columna: «la calle»
Una guerrilla, el EPR, cuya finalidad declarada es derrocar por las armas al gobierno, pide diálogo al gobierno. La respuesta de una Presidencia apegada exclusivamente a la ley debería ser que no tiene nada que hablar con gente que pone bombas, asalta, secuestra y asesina, se llame cártel del Golfo o como sea. Ahora es moda que quien se pone los términos "revolucionario" o "popular del pueblo" cree garantizada su impunidad. Y lo cree porque, en los hechos, así ha sido.
Al parecer, los gobiernos mexicanos sólo pueden optar por los extremos: o se ponen al tú por tú y asesinan a los alzados que deberían entregar a la justicia, o los dejan hacer porque proclaman causas sociales, aunque no tengan prueba alguna del mandato popular que, sufridamente, los tiene en la clandestinidad fabricando bombas. Cuando todos los dirigentes del actual PRD, todos, eran miembros prominentes del PRI, los guerrilleros aprehendidos eran torturados hasta la muerte. Contra las prácticas de los presidentes Echeverría y López Portillo no se oyeron las voces de Muñoz Ledo (cantor del heroísmo de Díaz Ordaz en Tlatelolco), tampoco se oyó la honestidad valiente del joven priista tabasqueño López Obrador, en fulgurante carrera a dirigir el PRI de su estado. Mucho menos las de Manuel Camacho, Marcelo Ebrard, Arturo Núñez, Leonel Cota y otros priistas, hoy pridistas del PRID.
Pero ha bastado que el gobierno de Calderón dé una respuesta elemental a la guerrilla: no hay diálogo con armas sobre la mesa, para que quienes callaron ante las torturas, mutilaciones y desapariciones, hoy se mesen barbas y melenas por la "negativa al diálogo". Si alguna tontería mayúscula cometió Fox fue la de suponer que Marcos era un interlocutor de buena fe. El resultado lo vimos: resucitó al EZLN y no obtuvo ni el trato de Presidente.
Calderón tenía la opción legal: no hablo con quienes dinamitan ductos de Pemex y si vienen lo encarcelo, o la foxista: el EPR abandera causas sociales y por eso es mi "amigocho", como dijo Fox de Marcos. La primera estaba justificada, pero lo convertía en el malo, el que se niega a recibir al pecador arrepentido. Encontró una buena salida: bienvenidos, pero antes deponen las armas. ¿No era elemental? Parece que no, pues quienes tienen en sus principios derrocar al gobierno se quejan de que el gobierno no les invita un té en Gobernación.
La diferencia entre guerrillas y bandas de narcos se ha esfumado: las FARC colombianas tienen en su poder a más de tres mil secuestrados (y secuestradas, añade Fox asomándose) que realizan trabajo esclavo. Otros miles ya han muerto. Comenzaron justificando la venta de droga para fines buenos, como el de adquirir armas para defender al pueblo colombiano. Pero este pueblo ha ido a elecciones durante 40 años sin mostrar deseo alguno de entregar la Presidencia a las FARC.
El cuento de las causas sociales es ya un embozo: las guerrillas se han convertido en un medio de vida que ofrece alimento, ropa, casa y diversión; son núcleos de poder atractivos por el poder mismo que, recordemos, es el mejor de los afrodisiacos. Si el EPR cambió de opinión, debe ser atendido por el gobierno. Si no ha dejado la vía de las armas, ¿de qué quiere hablar?
Transporte público
Veintidós asesinados en cuatro meses, más de 200 heridos: ¿Irak? ¿Sudán? No: Guadalajara. Mientras el gobernador de Jalisco se da clases de Biblia y entrega millones para construir un santuario a quienes en abril de 1927 quemaron vivos a los pasajeros de un tren, y empalaban y mochaban orejas a maestros rurales, el transporte público de Guadalajara lleva, en sólo cuatro meses, 22 asesinados.
Las inútiles autoridades urden todo tipo de soluciones complejas, desde controles de velocidad electrónicos hasta puertas sincronizadas con el arranque. Es pasmoso el grado de tontería. Va de nuevo: los choferes corren, se rebasan y matan pasaje porque les pagan por hacerlo. El día en que no tengan interés económico en ganarle el pasaje al colega, porque nada obtengan... dejarán de correr. ¿Así está claro o hay que repetirlo con hostias?
¡No a la privatización de PEMEX!
El dueño de Pemex, senador priista Romero Deschamps, juega en Las Vegas con fichas de 50,000 pesos cada una. Diez fichas representan una casa para un trabajador. Ahora se entiende por qué estos jeques impedirían, con su vida, la regulación de Pemex con medidas comunes a cualquier empresa petrolera.
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