La Revolución sí triunfó, por desgracia
columna: «la calle»
No, no es que la Revolución haya fracasado: nos va mal porque triunfó, se implantaron postulados que desde 1917 lastran al país, obstruyen vías de desarrollo y han adoctrinado generaciones de mexicanos en valores que son productores de pobreza y autocomplacencia. Se nos arrebató a los habitantes de carne y hueso la posesión del suelo y el subsuelo, y se entregaron a una entelequia, La Nación, en ninguna parte definida, pero en la práctica representada por el gobierno, o más claramente: por los políticos de turno en el poder. Un Estado corporativo, un régimen asistencial y una escolarización de raíz profundamente retrógrada, de fogosa oratoria revolucionaria, nos han tenido atados a un modelo mexicano reproductor de pobreza de generación en generación.
El sistema ejidal, como todas las colectivizaciones forzadas de la tierra, produjo hambre como en la URSS y en China. Allá murieron, aquí los campesinos tuvieron la bendición de una frontera de 3 mil kilómetros con Estados Unidos y escaparon.
El petróleo nos dio un sindicato de jeques árabes con diamantes en la nariz y un gobierno comodino incapaz de recaudar y administrar impuestos. El petróleo jamás ha sido de los mexicanos, es de los políticos de turno y de los charros sindicales.
De verdad, no se ve qué celebramos: la revolución de marras hizo pobres a los ricos sin enriquecer a los pobres, nos dio una camada de políticos que, a diferencia del empresario, no hicieron su capital invirtiendo y arriesgando en industrias que dieran empleos e incrementaran el producto nacional, sino robando dinero público; peor aún, nos construyeron esta ideología que mamamos en la escuela según la cual los ricos lo son porque roban al pueblo bueno, son, además, petulantes y sangrones; los pobres, en cambio, tienen por paradigma al Pedro Infante simpático, guapo y claridoso.
La Revolución nos dio un país de buenos y de malos. Pobres, indios y jóvenes son siempre buenos. Las maestras de un kínder tapatío sacan a los niños para bloquear una avenida en protesta por X, ya nadie recuerda qué, y tan frescas; los abusos no lo son cuando los cometen los buenos.
La ideología mamada de la Revolución desde la escuela primaria nos ha desvanecido la frontera entre el uso y el abuso. En la prensa hemos participado alegremente de ese deterioro en la convivencia civilizada. Los diputados creen que su fuero les permite mearse en la tribuna de la Cámara y pasarse los altos sin ser multados, y hay prensa que los defiende; los manifestantes se otorgan el derecho a bloquear avenidas y carreteras en protesta por los resultados de la guerra de Troya, los dueños de auto los suben a las banquetas, que no son para eso; publicamos que tanto peca el auto que gasta el pavimento (que fue hecho para rodar encima), como el chavo que rompe con su patineta una jardinera recién inaugurada (que no fue hecha para patinar) o le rompe el cráneo a un niño que se creía seguro.
Los electricistas que revendían electricidad arrojan sus autos contra policías que intentan liberar el flujo de una carretera y salen libres en dos días: nadie se escandaliza, no hay marchas ni discursos contra la impunidad. Como dijo un ex líder estudiantil a propósito de unos policías muertos por un grupo armado: “No nos hagamos, no eran más que chotas”.
¿Qué hacer con la Revolución? Sin lugar a dudas, emplearnos a fondo en sepultarla, derogar sus llamadas conquistas. Algunos puntos por mencionar en lo laboral:
1. Prohibir la cláusula de exclusión en los sindicatos, infamia por la que la charrería sindical puede exigir a la empresa el despido de un trabajador, casi siempre un opositor.
2. Prohibir el descuento automático de las cuotas sindicales por la empresa y su entrega a la dirección del sindicato. Las cuotas deben ser voluntarias.
3. Dejar en claro, una vez más, que podrá haber tantos sindicatos en una empresa como iniciativas tengan los empleados.
4. Eliminar las excepciones a la norma anti monopolio: los monopolios todos, públicos o privados, deben quedar prohibidos.
El Congreso tiene por tratar: recaudación fiscal eficiente, régimen de partidos insaciables, redefinir funciones del IFE, producción de energías, infantilismo de los estados frente a la federación… uf: tarea de legisladores romanos y tenemos ignorantes (e ignorantas, dice Fox asomando el pescuezo), retozo, alboroto, regocijo, picada de ojos entre niños y tirones a las trenzas de las niñas: eso nos gobierna.
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