En China los fusilan
columna: «la calle»
Nadie con un mínimo sentido de la justicia social puede estar contra el hecho de que trabajadores de una empresa X tengan salarios, prestaciones y jubilaciones decentes, y aun privilegiadas. Pero es una indecencia que el secretario general del sindicato de X gane, a cargo de los contribuyentes, más que un Presidente de la República y que para sostener esas prestaciones en un país concreto, México, y no Dinamarca, 42 mil trabajadores chupen del gobierno lo mismo que se destina a 25 millones de pobres con el programa Oportunidades o el doble que la venerada Universidad Nacional, con 300 mil alumnos. Eso se llama asalto, robo, despojo. En China comunista los fusilan.
La culpa es de la empresa, por supuesto. Por eso la liquidada es la empresa. Pero, si nos olvidamos de argumentaciones sofistas y nos dejamos de leer la mano entre gitanos, tampoco es posible ignorar que una empresa dirigida por un burócrata con sueldo fijo hace lo que el sindicato le pida si desde arriba le financian las nuevas y decentes prestaciones.
Todo patrón tiene derecho a liquidar una empresa con la que pierde, lo puede hacer cuando lo decida con la única salvedad de indemnizar a sus trabajadores según la ley y los términos del contrato. Y en Luz y Fuerza del Centro el patrón es el gobierno desde que el presidente López Mateos la compró para salvar a patrones particulares que así vieron premiada su incompetencia. El SME, sindicato que alguna vez encabezó movilizaciones democráticas, sostiene que se le hacen pagar errores de la empresa. Sería verdad en una empresa privada, pero el SME tuvo por patrón a un burócrata.
Lo que un sindicato de empresa privada jamás haría, porque sabe que pone en riesgo la existencia de su fuente de trabajo, el sindicato de una paraestatal se lo permite: sabe que la empresa no quebrará porque tiene detrás el presupuesto federal de un país que está entre las primeras doce economías del mundo y al frente a un burócrata que no cuida su bolsillo, sino su chamba y no quiere que le hagan olas.
Los 42 mil millones que tanto se han mencionado como subsidio, no son sino la pérdida de la empresa. A sus gastos corrientes se deben sumar los ingresos por cobro de electricidad que no producía, sólo compraba como cualquier intermediario. ¿Qué ha pasado en México que la izquierda defiende el intermediarismo, ventajas, ineficiencia y prepotencia de pocos?
El SME se ganó veinte años más de vida con su apoyo a Salinas de Gortari. La Quina, que jugó a favor de Cuauhtémoc Cárdenas en su candidatura del 88, pagó el error con la cabeza.
Nadie puede estar en desacuerdo con que los trabajadores tengan facilidades para hacer deporte. Pero de ahí a tener una duela de bambú de las que cuestan millones a los equipos profesionales de básquet hay el abismo que separa al empresario que cuida su negocio y al burócrata que sólo pide más presupuesto. Es el abismo que hay entre los trabajadores que cuidan su fuente de trabajo, porque saben que demandas excesivas la llevarían a la quiebra, y quienes saben que no habrá quiebra ni jubilándose a los 45 años de edad si entró a los 15, y con 3.3 veces el salario promedio porque detrás no hay un empresario, sino los contribuyentes del país.
Lo sabemos todos: los sindicatos buscan, o deberían hacerlo, los mejores salarios y prestaciones para sus agremiados. Y nada es excesivo ni injusto: todos queremos vivir lo mejor posible. ¿Dónde le para un sindicato en sus demandas? Donde ve, con números, que el dueño de la empresa preferiría cerrar y pagar finiquitos. Ese límite, repito, no lo tiene el sindicato de una paraestatal.
Y sin duda no es el SME el único sindicato que aprovecha su posición estratégica para obtener lo decente y hasta lo indecente. Son todos los que, como los maestros de la SEP, reciben su paga del gobierno. Una crítica muy leída por estos días es que la vara que mide a LyFC debería medir a media docena de burocracias poderosas e intocables, además de ineficientes. Cierto. Pero como dijo Jack el Destripador: vamos por partes.
En la vieja izquierda descalificábamos toda crítica contra Fidel Castro o la URSS señalando que el criticón exhibía su parcialidad al no mencionar, también, las dictaduras de Somoza, Trujillo, y así hasta Calígula. Hoy la nueva izquierda tiene el mismo tic: "A ver, a ver, qué casualidad que el tal Calderón no acaba también con el SNTE, con Deschamps y sus petroleros, con los mineros de Napito... A ver... ¿ah, verdá?"
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