El maíz: Un transgénico de ocho mil años
# 377, mayo de 2009
Todo cuanto usted coma ha sido modificado genéticamente hace siglos o milenios. Con excepción, quizá, de las verdolagas silvestres, todos los vegetales y animales que comemos o usamos son el producto de un milenario proceso de selección genética; son, en suma, transgénicos avant la lettre: cebada, trigo, arroz, maíz, vacas, corderos, uvas, lechugas, manzanas: nada así había en la naturaleza.
En los prestigiosos Proceedings of the National Academy of Science, un equipo internacional de investigadores acaba de publicar dos estudios que aumentan en unos mil años la antigüedad del maíz y, más sorpresivamente, establecen las selvas tropicales de México y no las planicies altas, como el sitio de su domesticación a partir de un pasto silvestre, el teosinto.
"La más temprana evidencia física de maíz domesticado data de al menos hace ocho mil 700 años, y fue probablemente domesticado por pueblos indígenas en las tierras bajas del suroeste de México, no en las tierras altas". La idea de que el teosinto haya cambiado, por selección genética, a maíz en la meseta central de México, se debe a que las grandes culturas, como la constructora de Teotihuacán, son de mayor desarrollo social, cultural y artístico que los pueblos de las costas. Y, por supuesto, ya cultivaban el maíz como alimento principal.
Pero la nueva evidencia hace retroceder la domesticación del maíz en unos mil 500 años y la lleva a las costas. "Nuestra meta principal fue documentar la historia temprana de la domesticación del maíz en la tierra de origen de su ancestro silvestre", dice Anthony Ranere, del Departamento de Antropología en la Universidad Temple, Filadelfia.
Hay cinco especies de teosinto nativas de México, Guatemala y Nicaragua. El equipo enfocó sus estudios al teosinto de la región del río Balsas, porque fue identificado recientemente por biólogos moleculares como el ancestro del maíz. La barranca de Xihuatoxtla, en el estado de Guerrero, contenía restos de maíz primitivo y de calabaza, así como herramientas de piedra empleados para cultivar y moler las plantas. "Encontramos restos de maíz y de calabaza en varios niveles de ocupación primitiva", dice Dolores Piperno, del Museo Smithsoniano en Washington. "Eso indica que esos dos cultivos se consumían rutinariamente hace casi nueve mil años".
El almidón de maíz es diferente al de teosinto, y "encontramos almidón de maíz en casi cada una de las herramientas que analizamos", dice Ranere. "Por mucho tiempo me extrañó que los investigadores discutieran acerca del lugar y tiempo en que el maíz fue domesticado, pero nunca vieran el valle central del río Balsas, hogar del ancestro silvestre. Dolores fue la primera en hacerlo", concluye.
Hace unos 80 mil años, cuando los primeros humanos abandonaron el este de África, siguieron dos vías principales: unos cruzaron hacia Arabia por el Mar Rojo, entonces aguas someras debido a que los glaciares concentraban en el norte congelado una gran parte del agua terrestre; los hombres de este grupo llevaban en su cromosoma sexual Y una mutación que poseen todos los hombres no africanos, la M168, según el mapa genético levantado por National Geographic e IBM en el que usted puede participar y con su pago sostener el proyecto que levanta el árbol genealógico humano completo desde nuestra salida de África: entre a éste link
Con los milenios, esta rama humana se extendió por la costa del Índico y llegó a China. Otros humanos, en cuyos hombres apareció una nueva mutación en el cromosoma Y, la M96, siguieron la vía del Nilo, hacia el norte, dejando asentamientos a todo lo largo del actual Sudán y Egipto.
De entre estos hombres con M96, se desprendió un grupo que cruzó por el Sinaí hacia donde hoy se encuentran Israel, Siria e Irak. Sus hombres son hijos, todos ellos, de un solo hombre en que apareció una tercera mutación en el cromosoma Y, la M35. Esta rama de humanos encontró, en la región de los ríos Tigris y Éufrates, varias hierbas silvestres que remataban en pequeñas espigas comestibles, tierra fértil y agua. Ese primer hombre con mutación M35 es abuelo de casi todos los palestinos, judíos y griegos actuales, también es el mío.
Bastaron luego intuición y curiosidad para que estos cazadores-recolectores concluyeran con lógica primitiva, pero acertada, que si los humanos altos engendraban hijos altos, las semillas grandes darían semillas grandes, y evitaran comer las espigas mejores para plantar esa semilla seleccionada. Así crearon, con ingeniería genética primitiva, cebada, trigo, centeno y otros cereales, todos ellos transgénicos respecto de sus ancestros silvestres. Esa región del Medio Oriente tiene forma de luna en cuarto creciente, de ahí que se le conozca como el Creciente Fértil.
Como la invención del vuelo, repetida en varias ocasiones por la naturaleza, los diversos grupos humanos inventaron la agricultura varias veces. La del trigo y la cebada se extendió con facilidad porque Europa y Asia forman un continente que va en el sentido del Ecuador y, así, cualquier paralelo posee climas similares: la franja entre los paralelos 30º y 40º, donde se domesticaron los primeros cereales hace más de 10 mil años, va del Creciente Fértil original hasta Portugal, en el Atlántico, y China en el Pacífico. La invención tardó poco en cubrir Asia Menor, Europa y África del Norte. En China hubo otra grama silvestre que dio origen al arroz. África hizo la ingeniería genética del sorgo.
Los pueblos que poblaron el centro de Asia y cruzaron el estrecho de Bering, encontraron su propia gramínea silvestre, el teosinto, con el que inventaron el maíz, que es teosinto genéticamente modificado. La dificultad mayor la tuvieron en la falta de herramientas de metal para cultivar la tierra. Otra fue que el caballo americano primitivo se lo comieron hasta la extinción milenios antes de la llegada de los europeos. Los pueblos asiáticos lo domesticaron para transporte, para tiro en la agricultura y, por supuesto, para la guerra. Desde entonces estaba sellada la derrota de los pueblos americanos.
El teosinto genéticamente modificado, o maíz, se extendió desde el valle del Balsas por toda Mesoamérica y Norteamérica, siguió hasta Panamá, a donde llegó hace unos siete mil 600 años y continuó por Colombia y Ecuador hasta alcanzar Uruguay hace cuatro mil 600 años.
Tardó milenios la lenta dispersión del maíz porque, a diferencia de Eurasia, América se extiende de norte a sur, con una inmensa variación en climas, vegetación, régimen de lluvia y estaciones. Entre Uzbekistán y Portugal hay no sólo climas similares, también ríos navegables, pueblos que domesticaron el caballo para transporte y aprendieron a construir grandes barcos, además de que descubrieron el bronce, el cobre y luego el hierro. Pero entre el valle del Balsas, en Guerrero, y la cercana Chiapas, hay barrancas y despeñaderos espeluznantes, selvas densas y montañas. Y ni caballos, ni barcos ni hierro: es un milagro que el maíz haya alcanzado América del Sur... o fue una reinvención, como pudo ocurrir en América del Norte.
Contactos: Bobbie Mixon, National Science Foundation. Preston M. Moretz, Temple University. Michele Urie, Museo Smithsonian.
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