Aquel otro país
En 1978, hace 30 años, cuando apareció el primer número de nexos, no sólo éramos jóvenes y guapos, también debimos ser muy ingenuos: estábamos en la izquierda a dos fuegos, de una parte la enorme máquina trituradora del PRI, y de la otra la guerrilla que no pocas veces consideraba a los "reformistas" parte del enemigo a vencer, o aún peores, porque siempre es preferible el impío al apóstata. Visto el panorama a la distancia, ¿cómo pensaba la izquierda democratizar la vida política?, ¿lanzando como candidatos presidenciales a Valentín Campa, a Arnoldo Martínez Verdugo en elecciones organizadas, vigiladas y certificadas por el PRI? Volviendo la mirada desde el hoy, aquel futuro de México debía parecer entonces más cerrado y muy poco hacía prever este 2008.
Y con todo, no cundió el desánimo, y así surgió nexos; también unomásuno, Vuelta, Proceso, los partidos PSUM y PMT. Comenzó a crecer una opinión pública informada. A ello se sumó la amarga experiencia, para el PRI, de no tener un candidato de oposición al cual derrotar, como le ocurrió a López Portillo, y que, si bien la opinión internacional aún no acuñaba la frase "dictadura perfecta" para definir nuestro sistema de gobierno, ese era el juicio general. Por esa razón, hasta en el PRI surgieron tímidas corrientes democratizadoras, y se abrieron brecha las primeras reformas.
Dos años antes, en 1976, un mediocre alumno de la UNAM regresó a Villahermosa para integrarse a la campaña del PRI. Escaló a director del Centro de Estudios Políticos, Económicos y Sociales del PRI, y de ahí a presidente del PRI en Tabasco: Andrés Manuel López Obrador. Vivir fuera del PRI era una vida sin destino.
Hubo cambios, pocos y lentos. Con todo y fisuras en la aplanadora, el fraude seguía siendo común: el PRI organizaba las elecciones, imprimía las boletas, designaba funcionarios de casilla y, días antes de la elección, repartía entre su clientela más fiel fajos de boletas, ya cruzadas a su favor, para que las echaran a la urna al mismo tiempo que su voto. Cuando ni así tenía seguridad de ganar una casilla, simplemente llegaban "manos extrañas" que a punta de pistola se despachaban con las urnas. Eso entendíamos por fraude.
El presidente López Portillo debió prestar juramento luego de apenas un round de sombra porque en campaña fue el único candidato registrado. Los partidos "de oposición" lo habían hecho también su candidato, así que en la boleta electoral aparecía su nombre bajo diversos colores. Ese era el muro impenetrable ante el cual se habían alzado las diversas guerrillas. Otros hacíamos grupos y partidos políticos condenados desde su nacimiento a la soledad de perro, a la minoría perpetua, a la voz sin acceso a medios.
Nadie alcanzó a imaginar la internet ni la laptop como medio de escritura y de comunicación. No imaginamos tampoco muertes prematuras de amigos cercanos, el cáncer de Pablo Pascual y de Pepe Delgado, el asesinato de Salvador Chapa, que ya no vieron lo impensable: unas elecciones federales organizadas sin el control del gobierno, ciudadanos a cargo de sus casillas, y al frente de todo ese proceso a José Woldenberg.
Pero en lo que crecieron los hijos de mis amigos y tuvieron sus propios hijos, el país ya es otro. Sólo que, como buenos cantantes de rancheras y fanáticos de la derrota, una gran proporción de mexicanos todavía no acaba de darse cuenta. No se hace a la idea, no le gusta. Vemos mítines donde jóvenes indignados se quejan de represión... y traen bermudas a la rodilla, camiseta sin mangas, "rastas" de minitrencitas; arete en el oído, el ombligo y el pito. Para su desencanto, la policía no aparece, o llega para desviar el tránsito y que los automovilistas no molesten la furia ciudadana allí expresada.
Al subir al trono Miguel de la Madrid, la primera dama resultó llamarse Paloma. Eso fue suficiente para que el noticiero estelar, en el Canal 2, cambiara una breve intervención poética donde un declamador (creo que López Tarso) vestido de charro se dirigía a su amada y, como la pudo llamar Dulcinea la llamaba Paloma... a las pocas semanas pasó a llamarse "Gaviota". No hubo escándalo alguno, el país entero comprendió. Pero acabamos de concluir un sexenio donde hubo una Martita Asegún que imitaba hazta la diczión defectuoza y los desplantes de la primer primera dama del cambio. Sí: enseguida nos acostumbramos a la democracia. Ocurre como con la buena vida: pronto nos parece normal que el vino sea perfecto y el filete en su punto. ¿Y cuando no teníamos ni para tacos? ¿Cuando los informes presidenciales de Echeverría duraban siete horas y nadie osaba moverse en su asiento?
"A balazos llegamos y sólo a balazos nos sacarán", sentenció Fidel Velázquez, otro que no vivió para ver que los balazos sólo condujeron a la llamada guerra sucia, pero que en 2000 no fue necesario sino que los votos contaran y contarlos bien. Y se acabó.
Si no imaginamos la internet, tampoco imaginamos el sida que por ese año se anidaba ya en el gozo setentero y extendía sus ramas incoloras a través de la sangre, marcando a unos sí y a otros no, como el Ángel de la Muerte enviado contra Faraón. En el año de 1978, dos detalles menores son paradigma de los cambios y resistencias: en la manifestación para recordar los primeros 10 años del 2 de octubre, apareció un grupo con una enorme manta en la que se leía Frente Homosexual de Acción Revolucionaria (FHAR). El conductor del mitin, ubicado, como 10 años atrás, en el tercer piso del edificio Chihuahua, iba leyendo para los ya instalados en la plaza los nombres de las organizaciones entrantes. "Y ahora llega el Frente... (gulp) de Acción Revolucionaria...". No pudo creer lo que había leído. Era el primer grupo de homosexuales mexicanos organizados.
Yo había recorrido toda la marcha en sentido inverso, escuela por escuela, en busca de Pepe Delgado. No estuve arriba, como 10 años atrás, sino sobre la plaza y ante aquella brusca omisión no pudimos más que soltar la carcajada, luego, aprovechando el impulso, nos abrazamos y... ya no estoy seguro de si es recuerdo o deseo de que así hubiera sido... ¿Pepe hizo lo que creo, allí a media plaza, o lo estoy añadiendo porque sería un magnífico final para ese mitin de décimo aniversario? Pepe...
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