El error de Descartes

publicado en la revista «nexos»
# 327, marzo de 2005
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"Emociones y sentimientos no son para nada intrusos en el bastión de la razón."

 

Hace diez años, uno de los neurólogos más célebres del mundo, Antonio Damasio, publicó Descartes error: un asombroso viaje de 270 páginas por el cerebro humano, un estudio donde se demuestra lo inesperado: que la emoción es parte esencial de la razón y no su más popular enemiga.

El viaje comienza con el horrible accidente sufrido por Phineas Gage, un trabajador de los ferrocarriles a quien una barra de hierro de un metro de largo le penetró el cráneo en 1848. Le entró por la mejilla izquierda y le salió por encima de la cabeza. Gage ni siquiera perdió el conocimiento. Pero nunca más fue él. Aquel amable y tranquilo trabajador fue poseído por un soez espíritu que animaba al mismo cuerpo del buen Phineas.

A partir de casos semejantes y de su experiencia clínica con pacientes afectados de daño cerebral, Damasio nos lleva a concluir que mente y cuerpo no están relacionados, sino que son lo mismo. La actividad mental, desde sus más simples aspectos hasta los más sublimes, requiere tanto del cerebro como del cuerpo.

René Descartes, el filósofo y matemático francés del siglo XVII, a quien tanto debe la ciencia, nos tiene todavía convencidos de un gran error, según Damasio: "El enunciado quizá más famoso en la historia de la filosofía, aparece primero en la cuarta sección de El discurso del método (1637), en francés (Je pense donc je suis: pienso, luego existo); y luego en la primera parte de los Principios de filosofía (1644), en latín (Cogito ergo sum). Tomado literalmente, el enunciado ilustra precisamente lo contrario de lo que creo que es verdad acerca del origen de la mente y acerca de la relación entre mente y cuerpo. Sugiere que pensar, y la conciencia de pensar, son los verdaderos sustratos del ser".

Descartes plantea que el cuerpo y la materia, la cosa extensa (res extensa), son de sustancia diversa a la cosa pensante (res cogitans). Esa convicción ha perdido a la medicina y, sobre todo, a la psiquiatría, en inútiles y dañinas distinciones entre problemas "neurológicos" y "psicológicos" o "psiquiátricos". Esta es una "infortunada herencia cultural que permea la sociedad y la medicina.

Refleja una ignorancia básica de la relación entre cerebro y mente. Las enfermedades del cerebro se ven como tragedias caídas sobre personas que no pueden ser culpadas por su enfermedad, mientras que las enfermedades de la mente, especialmente las que afectan la emoción y la conducta, se ven como inconveniencias sociales de las que los pacientes tienen mucho de qué responder".

Del mismo error se deriva nuestra concepción de las emociones y la razón. Unas pertenecen a los niveles primitivos, animales, del cerebro. La razón es producto de la más reciente evolución. Falso, dice Damasio. Y con datos precisos de vías neurales explica la compleja trama de sensaciones corporales, emociones, memorias, razonamiento y sus múltiples rebotes entre estaciones de relevo que hace que la razón no sea nunca "pura".

Más aún, resulta todavía más sorprendente que "la ausencia de emoción y sentimiento no sea menos dañina, no menos capaz de comprometer la racionalidad que nos hace distintivamente humanos".

Damasio propone que la razón humana depende tanto de "niveles bajos" como de "niveles altos". Para producir razón cooperan tanto el tallo cerebral y el hipotálamo, "inferiores", como la "alta" corteza prefrontal. "Emociones y sentimientos no son para nada intrusos en el bastión de la razón... Las estrategias de la razón humana probablemente no se habrían desarrollado, ni en la evolución ni en cada individuo particular, sin la fuerza guiadora de los mecanismos de regulación biológica, de los cuales emoción y sentimiento son expresiones notables".

La mente, sostiene Damasio, deriva no sólo del cerebro, sino del cuerpo entero como un conjunto. No dice que el cuerpo contribuya como apoyo vital del cerebro y por lo tanto de la mente. "No digo que la mente está en el cuerpo", recalca, sino que el cuerpo contribuye con un contenido que es parte de la mente normal. "El yo es un estado biológico reconstruido repetidamente". Un cerebro sin cuerpo, como puede imaginarse en ciencia ficción o en experimentos mentales, "no tendría una mente normal".

El lenguaje de Damasio se adapta al de un relato, el más insondable de cuantos podamos imaginar en ficción literaria porque va al asunto primordial: "Quizá la complejidad de la mente humana sea tal que la solución del problema jamás pueda ser conocida a causa de nuestras inherentes limitaciones. Quizá ni siquiera deberíamos hablar de un problema, sino de un misterio, marcando una distinción entre preguntas que pueden ser satisfactoriamente abordables por la ciencia y preguntas que es posible que eludan a la ciencia por siempre".

La conciencia

Luego del enorme éxito de este libro, convertido prontoen bestseller, en 1999 ya tenía Damasio otro ensayo formidable, esta vez sobre un tema todavía más apasionante: la conciencia. Era el tema natural para quien se pregunta si la mente humana es abordable desde la mente humana.

The feeling of what happens. Body and emotion in the making of consciousness avisa desde el subtítulo que el cuerpo y la emoción están imbricados en esa mirada, donde nos vemos viendo y nos sentimos sintiendo, que llamamos conciencia. El de Damasio se une a los estudios que Dennett, Chalmers, Crick, Edelman, Koch y mis favoritos, Penrose y Searle, han dedicado al tema que la psicología se prohibió torpemente a sí misma por casi un siglo. Penrose, un físico y matemático, ha aportado más al estudio de lo que nos hace humanos que varias legiones de psicólogos.

En noviembre pasado, la reseña semanal que Science dedica a libros, anunciaba una joya: Mind. A brief introduction, de John R. Searle, publicado por Oxford University Press. La brevedad del título y la modestia en la aclaración dicen poco sobre esta refutación "del marco cartesiano completo", como la llama Koch en su comentario. "Searle argumenta que 1) la conciencia es causalmente reducible a las microvariables relevantes (esto es, a su sustrato neurobiológico), aunque 2) la conciencia no es ontológicamente reducible a los procesos cerebrales". Un párrafo que da para muchos libros al respecto.

 

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