Abstención, Atenco, Slim
columna: «la calle»
Sí: no votar es un riesgo. Es un llamado a los votantes duros que irán a las urnas para reducir la abstención. Irán también, en defensa de su empleo, los burócratas forzados por gobiernos de PRD, PRI y PAN. Pero, aun éstos pueden protestar anulando su voto.
Pablo Hiriart señala una alternativa muy válida: "Impulsar una corriente de pensamiento que abandere la modernización del país". Excélsior, 11.02. ¿Y... cuál es? El PAN aceptó la decapitación del IFE a cambio de una "reforma" fiscal que fue más de lo mismo: ni simplicidad ni mejor recaudación. La "reforma" petrolera nos dejó como antes: meses de intervenciones de especialistas o de sencillo sentido común respecto del petróleo... ¿y? Y nada, que seguimos sin admitir en México lo que ya hace Cuba comunista: abrir la exploración petrolera a quien tenga dinero y tecnología para hacerlo; sin las refinerías que nos urgen y con un proyecto de refinería que, como todas las de Pemex, está destinada a perder dinero.
La integración de la próxima Cámara de Diputados difícilmente puede ser peor que la actual, no hay de donde sacar gente más pusilánime, más timorata ni más miedosa de "las minorías que manipulan a un sector de la población con demagogia y con mentiras... Los que chantajean con la posibilidad de violencia si hay transformaciones".
Esas minorías cuentan con un 15 por ciento de voto duro. Pero pueden ejercerlo en el Congreso de dos formas: avalados por una votación normal o descalificados por una abrumadora abstención ciudadana.
Podemos castigar el agandaye de los partidos donde más les duele: en el voto, si les quitamos piso y legitimidad. Nos jugamos el resto de nuestro capital, con abstención o anulación, porque todos se han plegado a la corriente de los chantajistas y demagogos.
El sábado 7, en Reforma, Jaime Sánchez Susarrey expuso un argumento más para no votar: que se la pasan refregándonos en la cara sus consensos, a los que llegan cuando ya nada sustancioso queda en el proyecto. Son tan fraternos que ya nada los distingue, luego, ¿para qué elegir?
Ese cantado consenso no es sino un mazacote turbio donde todos los legisladores son pardos. No tuvo razón el secretario de Agricultura: no hay exceso de huevos. Como prueba tenemos la destrucción del IFE con el aval hasta de los triunfadores, el PAN.
Hay modernizadores en todos los partidos. Pero viven aterrorizados de que los señalen las minorías que manipulan a la población con demagogia y con mentiras. No levantan cabeza porque la pierden. El priista Ricardo Monreal se fue al PRD, ahora al PT. López Obrador ofrece romeritos con camarones en spots del PT. Son el triunfo del atole. ¿Votaremos por semejante sancocho?
O nos la jugamos en la apuesta de quitarles legitimidad a todos, apuesta que, cierto, nos puede dar una Cámara sin modernizadores, pero... ¿y no estamos así?
¿Justicia o venganza?
Se pregunta un gran jurista, Luis de la Barreda: En el caso Atenco, ¿por qué habría que culpabilizar a Peña Nieto, Medina Mora y otros mandos si la orden de desalojo era perfectamente legal? Nadie es culpable sino de su propia conducta, no de la de terceros. Si los mandos hubiesen ordenado abusos o conociéndolos no hubieran tratado de evitarlos, desde luego habría que incriminarlos. Pero si la orden fue legal y algunos de quienes la ejecutaron cometieron atropellos, ¿por qué han de ser culpabilizados quienes dieron la orden conforme a la ley?
Inversión es invasión
Comparar, como hizo Carlos Slim, los antiguos ejércitos invasores con los capitales que buscan países con facilidades para la inversión es de mitin callejero: ninguna nación ha dado facilidades a ejércitos invasores; en cambio todas, hasta las comunistas, se pelean la inversión extranjera. Pero no se podía esperar sino oposición a la apertura en telecomunicaciones de quien hizo la mayor fortuna del mundo a la sombra de un monopolio estatal vuelto monopolio privado.
El otro hombre más rico del planeta, Bill Gates, puso en el escritorio de cada estudiante, maestro, analista o negocio, una computadora. Telmex sin duda ofrece mejor servicio ahora que en sus tiempos estatistas. Pero ¿eso explica una fortuna que supera los 60 mil millones de dólares? De pronto, Slim se reconvirtió al proteccionismo echeverrista. Es que, en competencia abierta, no tiene mucho que ofrecer. Gates cambió el mundo, a Slim el mundo no le debe nada. Pero ambas fortunas son similares: la suerte del que vive donde los monopolios son comunes.
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