"Huelga" por un ladrón
columna: «la calle»
Mientras hay millares de empleados despedidos de sus trabajos, industrias que cierran o restringen su producción, las guardias blancas al servicio de Napoleón Gómez mantienen cerrada hace año y medio la mina de Cananea, Sonora, principal fuente de trabajo en la zona. Napito heredó de su padre, otro Napoleón Gómez, el sindicato minero, exactamente el derecho que los maestros del sindicato de educación exigen para sí: la herencia o la venta de sus plazas. Si Napo padre alguna vez fue minero antes de constituirse en charro sindical de primera línea, al servicio del PRI y con cuota de diputados asegurada, Napito no lo fue jamás.
Los reportes de seguridad estadunidense que ven a México y Pakistán como altos riesgos para la primera potencia, señalan datos concretos: las atómicas de Pakistán y la debilidad del Estado mexicano ante la ola de criminalidad, pero sólo producen jeremiadas en respuesta. La preocupación de nuestros legisladores está en otro lado: en dotarse de miles de millones para sostén de la oligocracia partidaria, en la grilla interna por sumas que se escriben con nueve ceros.
No les queda tiempo, claro está, para revisar la atroz legislación laboral que sigue permitiendo, como en los mejores tiempos del PRI, el despido del trabajador a quien el sindicato expulse, la desaparición de cuotas sindicales en los bolsillos y los bolsos Vuiton authentique de la charrería sindical y la ocupación indefinida, sin huelga legal porque sus demandas habían sido recientemente satisfechas, de la que fue una de las mayores minas en el mundo. El paro exige que se retiren los cargos que hicieron huir a Napoleón, con al menos 55 millones de dólares del sindicato, y refugiarse en Canadá como "perseguido político".
¿Se lo creen los mineros? No, pero las guardias blancas tienen por función el sostén de la estructura sindical que permite despedir del trabajo a los disidentes y no rendir cuentas por cantidades tan enormes como aquellos mil millones que otro sindicato, el petrolero, deslizó bajo la mesa a la campaña del PRI en 2000. Y siguen tan campantes los capos sindicales.
"Desde la secretaría general del sindicato minero, el ratificado dirigente, Napoleón Gómez Urrutia, desvió entre 2004 y 2006 recursos hacia cuentas ajenas a la organización, incluidos pagos a las tarjetas de crédito de su esposa e hijos". La Jornada, 27.04.07. La Junta Federal de Conciliación y Arbitraje declaró la inexistencia del paro. Luego, el juez Máximo Torres suspendió la declaración de Conciliación, aunque añade que Minera México puede "reanudar sus labores con los trabajadores no huelguistas y con los huelguistas que voluntariamente deseen regresar al trabajo". Al año, Conciliación ha vuelto a declarar inexistente la huelga. Así de clara es la legislación laboral que no sólo admite estos galimatías, sino la herencia de un sindicato y la defensa de un líder ladrón.
Empezamos admitiendo, y sobre todo La Jornada, que el EZLN cobrara impuestos de guerra y derechos de paso en carreteras y caminos donde el Estado mexicano era, literalmente, un Estado fallido. El hecho fue defendido por "luchadores sociales". Ahora los narcos hacen otro tanto, pero con mucha mayor efectividad: venden protección adelantada, lo mismo en Michoacán que en Coahuila; hacen llegar listas de hijos y padres, domicilios y escuelas, a gobernantes reacios; asesinan a quien llama a poner el ejemplo y no huir... Y nuestros legisladores son incapaces de formalizar una Guardia Nacional, unos Carabineros, con entrenamiento y equipo.
En vez de eso van de paseo a Cuba, insultan a la resistencia contra el tirano más longevo de la historia humana, y vuelven tan orondos a despacharse codornices en El Cardenal y, claro, nos pasan la cuenta. Nada podemos esperar de quienes coquetean con la narcoguerrilla colombiana, experta en secuestros y torturas. Hace 20 años era el Estado colombiano el que se debatía entre las tomas de territorios y los impuestos guerrilleros. Hoy, con secuestrados escapando de la selva, todavía esas FARC son consideradas parte de una "lucha social" por senadoras con clara deficiencia mental y otros conspicuos voceros de las nuevas "buenas conciencias".
Quienes se dicen de izquierda están preocupados porque las guardias de Napito pudieran ser desalojadas de la mina donde, en defensa de un ladrón, impiden el trabajo en tiempos de desempleo y crisis mundial. ¿Y la derecha?: preocupada porque no le pongan ese mote.
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