La izquierda se volvió derecha
columna: «se descubrió que...»
El término "izquierda" viene de los inicios de la Revolución Francesa, cuando se impuso al rey una forma de parlamento, los Estados Generales, en 1789. Los diputados de la nobleza se sentaban a la derecha de la presidencia y defendían los fueros especiales, la tradición y la monarquía. Los diputados de las bancas a la izquierda exigían la desaparición de los monopolios detentados por el gobierno en ciertas áreas de la economía; final de los fueros por los que los nobles no podían ser llevados a juicio por actos contra un pobre; educación para las masas basada en la ciencia, Estado laico, y, en general, todo cuanto hoy conforma un régimen democrático.
¿Por qué ocurrió eso? Porque las nuevas fuerzas productivas, desatadas por la ciencia transformada en tecnología (la Revolución Industrial), estaban rompiendo el corsé de la vieja legislación estatista, plagada de prohibiciones a las nuevas empresas. El proceso fue analizado por Marx en abundancia. En fin, el llamado "tercer Estado", con asientos a la izquierda, representaba las nacientes fuerzas económicas, oprimidas por restricciones legales al comercio y a la inversión. Se inspiraba en la Ilustración: esa generosa intelectualidad que había redactado la primera Enciclopedia, resumen del conocimiento científico. En los Estados Generales, el ala sentada a la izquierda pugnaba por las libertades de comercio, de inversión, de asociación, de expresión, de religión; por la igualdad de los ciudadanos ante la ley y por servicios sociales para los desposeídos. En esa postura se inspiraron Washington, Hidalgo y Bolívar para proponer independencia respecto de Europa y repúblicas democráticas en vez de monarquías para gobernar los nuevos países americanos.
La izquierda mexicana
En cuanto llegó al poder, nuestra izquierda olvidó la ética: un gobierno que se autonombró de izquierda, el encabezado por López Obrador en el DF, hizo todo, absolutamente todo aquello contra lo que estuvimos en la izquierda: exigíamos obra pública concesionada por licitaciones abiertas y a concurso, con precios y costos transparentes: López Obrador entregó su obra magna, los segundos pisos, a las compañías que él decidió y a cambio de apoyos políticos (eran los "empresarios buenos" que marchaban cuando él lo pedía, pues daba y quitaba contratos a su antojo). Luego, para impedir la aplicación de la Ley de Transparencia en gastos por miles de millones, logró que René Bejarano, al frente de la Asamblea Legislativa, hiciera secreto de estado esos números, esos libros contables, hasta por diez años. ¿Pues qué ocultan? Sólo sabemos que son miles de millones de pesos; pero los pagos estarán en la caja fuerte de López por diez años.
¿Y que hacía Gustavo Ponce, secretario de Finanzas de López Obrador, jugando en Las Vegas cada tres semanas? Está preso porque lo detuvo la PGR, no la policía capitalina. No pudo faltar a su despacho sin autorización del jefe, López Obrador. ¿A qué iba Ponce a Las Vegas? ¿Cuál era la encomienda oficial que cumplía? López será lo que sea, menos tonto. Su secretario de Finanzas le hacía un trabajo. Ponce lo reconoció a Encinas, ya huyendo: "Todo lo hice con conocimiento de Andrés". El pitazo para huir se lo había dado López en conferencia de prensa urgente. El gobierno federal tiene a Ponce en una cárcel federal. Pero el PAN demuestra todos los días que está verde para ejercer el poder y que es "totalmente Palacio". El manejo del asunto Ponce ha sido nulo. En cambio, hay gente que sigue afirmando que hubo fraude aunque nadie haya logrado explicar, ni López, cómo se cometió en un sistema a prueba de fraude. Quedó el golpe.
El que se decía "indestructible" llegó a la vileza de acusar a sus representantes de casilla de haberse vendido; no ha podido dar ni un solo nombre, ni la cantidad por la que se vendieron. Y con todo, logró instalar el fraude en la convicción colectiva de millones. Ahora hace lo mismo: exige transparencia en contratos por 40 millones el mismo personaje que nos niega transparencia en los miles de millones. Exige cuentas quien jamás las dio por las cuotas de los taxis piratas, los ambulantes; por los Panchos Villas que sirvieron al PRI y ahora sirven al PRD porque van con el mejor postor.
A Mouriño no lo hunde la denuncia de López, lo hunde la eterna suspicacia de los mexicanos que no pueden creer que tengan un principio de democracia, que sus enemigos son el sindicalismo de electricistas y petroleros, y no los inversionistas que en Cuba exploran y explotan yacimientos petroleros y en China producen electricidad sin que por eso Cuba o China estén desapareciendo.
La izquierda mexicana combatió los fueros hace 150 años, hoy los refuerza; hoy está contra la libertad de inversión y de comercio: las que hicieron la prosperidad del mundo desarrollado. Eso que llaman "izquierda" es lo que Juárez y Gómez Farías llamaban "reacción". Estamos en manos de una reacción descarada y engreída.
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