Petróleo, ¿de la nación o del gobierno?
columna: «la calle»
Ni siquiera es sólo del gobierno, el petróleo es además del sindicato. Un corrupto sindicato que entregó mil millones a la campaña del PRI en 2000, una cueva de matones que pone precio a las plazas y es el primer interesado en el monopolio de Pemex, aun a costa de una "nación" que no sabemos qué sea porque no está definida ni en la propia Constitución, pero sirve para engolar la voz y envolverse en el lábaro patrio cuando se defienden los intereses sindicales y gobiernistas que han producido el "milagro mexicano": la única gran compañía petrolera del mundo... en quiebra.
Una formidable investigación histórica realizada en Excélsior por Pablo Hiriart nos muestra que la ley original de la expropiación petrolera, la enviada por el presidente Lázaro Cárdenas al Congreso de la Unión, admitía y alentaba la participación de particulares. ¿Y por qué no habría de permitirse, si el petróleo es nuestro, como nos cantan a diario? Hasta inicios del sexenio del presidente Gustavo Díaz Ordaz se permitió a los particulares la perforación de pozos, no sólo el transporte de crudo. Lo sé porque mi único tío materno le perforaba pozos a Pemex. Como eran los tiempos del proteccionismo, y no los del TLC, los contratos eran leoninos contra Pemex: se le pagaba al contratista por perforar donde la paraestatal ordenara, si había petróleo, cobraba, y si no había, también cobraba. Sólo Pemex perdía.
El arreglo del gobierno cubano con las compañías extranjeras que exploran y explotan los yacimientos de Cuba está más acorde con los tiempos del comercio libre: las compañías petroleras (extranjeras todas porque cubanas no puede haberlas... por ley) cargan con todos los riesgos de la perforación. Si no encuentran, pierden todo; si encuentran se reparten con el gobierno cubano... que no expone ni un centavo ni pierde tiempo ni trabajo. Utilidad pura.
López Obrador dice que un acuerdo así es traición a la patria... (A’i te hablan, Fidel Castro...) de donde Hiriart concluye, en estricta lógica, que el primero en caer bajo la definición de traidor a la patria urdida por LoLo es el presidente Lázaro Cárdenas del Río, expropiador pero no estatizador del petróleo. Fue Díaz Ordaz, no Lázaro Cárdenas, quien se apoderó del petróleo para ponerlo por completo al servicio de gobierno y sindicato. Uno de sus incontables actos autoritarios.
Pero aun con la cancelación de contratos a particulares por Díaz Ordaz, la ley siguió permitiendo la perforación en el mar. Esto eliminó de la competencia a todas las pequeñas compañías que, sin capital para comprar una plataforma marina, ni tecnología para construirla, abandonaron ese mercado y quedó en manos de quienes pudieron asociarse con los más grandes capitales petroleros. Entre ellos estuvo hasta la petrolera de Bush padre, y México no desapareció por eso.
El agotamiento de los yacimientos de fácil explotación ha traído un viraje en la política de las naciones antes cerradas a la participación de los particulares. Rusia no podría explotar sus enormes yacimientos en el océano Ártico ni Cuba los del golfo (que comparte con México) sin el concurso de compañías que poseen el capital y la tecnología, además de estar dispuestas a asumir el riesgo de las pérdidas cada vez que una costosa perforación no encuentra petróleo, lo cual ocurre siete veces de cada ocho. Por eso Rusia y Cuba explotan su petróleo contratando compañías dispuestas a cobrar sobre un porcentaje de las utilidades.
Se necesita mucha mala fe para ir a los medios diciendo que "eso de que sacan petróleo con un popote es una tontería". El ejemplo del popote es eso: un ejemplo de cómo los texanos, y ahora también los cubanos, explotan yacimientos que llegan hasta el subsuelo de México. Esos son los "popotes" con los que, como dijo Fox con expresión folclórica: "Nos sacan por abajo lo que nos venden por arriba". Y ni siquiera necesitan meter en diagonal el "popote", que también tienen la tecnología para hacerlo, les basta con chupar del mismo yacimiento que la naturaleza extiende sin fijarse en fronteras.
Mientras tanto, seguimos peleando que la Constitución nos prohíbe hacer lo que los cubanos ya hacen. Como si la Constitución fuera una ley divina, no la hubiéramos escrito nosotros y no pudiéramos modificar lo que es una redonda y absoluta estupidez escrita allí por los más turbios intereses de un sindicato corrupto y un gobierno cómplice.
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