El huevo que pusimos
columna: «la calle»
Lo repito: la izquierda estudiantil de hace 40 años puso buena parte de los cimientos de la democracia que comenzamos a vivir, pero también creamos prácticas y lenguajes que ahora se revierten contra la misma democracia. De aquellos grupos surgieron las publicaciones y los partidos políticos de hoy, pero también la tolerancia al delito envuelto en retórica marxoide.
En la Facultad de Filosofía y Letras hubo, hasta 1966, un cubículo dispuesto por las autoridades para el funcionamiento de la representación estudiantil. Ésta se ganaba en elecciones al comenzar los cursos y se denominaba "Comité Ejecutivo de la Sociedad de Alumnos". Servía para tratar con la Dirección asuntos generales, como quejas por maestros faltistas o por escasa limpieza en los excusados. Nada, pues. Pero daba cierto lustre. En 1966 el comité ejecutivo estaba presidido por Germán Dehesa. Un grupo político de escasa consistencia ideológica, pero que se proclamaba de izquierda, el Miguel Hernández, ganó la representación al año siguiente, con Roberto Escudero a la cabeza. Hicimos muchos y buenos actos públicos: un recital de Octavio Paz, mesas redondas por el centenario de El Capital, y varios actos contra la guerra de Vietnam. Así que al año siguiente volvimos a ganar, conmigo encabezando la planilla.
Entonces comenzó lo que ahora es un inocultable desastre. Como todos los años, varios miles de jóvenes no fueron admitidos a la UNAM porque habían reprobado el examen de admisión. Una parte del comité se presentó a los mítines de los rechazados y les ofreció las aulas de la Facultad de Filosofía. El argumento era simplón: el pueblo pagaba los costos de la UNAM, luego sus hijos no podían ser excluidos. El asunto se debatió en el Miguel Hernández y perdimos los que sosteníamos una postura "burguesa": quien no pasara tan sencillo examen, no podría con una carrera.
El cubículo del comité ejecutivo se convirtió en oficina de lo que sería el germen de la Prepa Popular. De todos los colores de la izquierda llegaron militantes a ofrecer sus "cursos de preparatoria" a los rechazados. Tomaron los salones de clase porque eran del pueblo. Las autoridades de la Facultad, intimidadas por el gran número de jóvenes asistentes a esos cursos y por el lenguaje con que se defendía su presencia, no hicieron nada.
Pero el primer error se había cometido antes: cuando, recién llegado de Guadalajara, me acerqué al grupo Miguel Hernández, me sorprendió lo colorido y variado de sus miembros: había niñas bien típicas, muchachos instruidos como Roberto Escudero, Jesús Anaya y Julián Meza, un priista liberal como Nacho Osorio y una runfla de patanes, verdadera corte de los milagros, a quienes llamaban "Los Dragones" porque el más reconocible era un estrafalario personaje apodado El Dragón. Entonces no lo sabía, pero constituían el mejor ejemplo de lo que Marx y Engels "llaman lumpenproletariado" o proletariado andrajoso, y tanto ellos como Lenin previenen contra los peligros de asociarse a eso.
Los "dragones" y una facción maoísta nos desbancaron y comenzó el reparto de la Facultad para los diversos grupos. Con la entrega de un edificio a la Prepa Popular por parte de la Rectoría salieron los rechazados, que cada año eran más. Pero vino 1968. Las representaciones estudiantiles pasaron a ser comités de huelga. Al volver a clases, con los dirigentes encarcelados, se denominaron "comités de lucha", y nunca más hubo elecciones porque eran pequeñoburguesas.
Cuando salimos de la cárcel, en 1971, ya las diversas guerrillas comenzaban su acción y se alimentaban de las universidades públicas, entre ellas la UNAM. Entonces cometimos un error en el que todavía algunos de mis compañeros persisten: no hace mucho, un par de años, uno de mis amigos, ex diputado, todavía llamaba "luchadores sociales" a quienes secuestran, asaltan y asesinan con oratoria marxista. De ahí a un campamento de las FARC no hay sino un paso, un vuelo, con boleto pagado por los comités bolivarianos de Chávez.
Van con la bendición de una intelectualidad que ya declara y publica su rechazo a toda ética y su fe en un realismo hasta la autodenigración o, como dice un amigo, hasta la auto-meada.
Mouriño
Bien que se le exija transparencia. ¿Y cuándo nos permitirá el PRD conocer los costos de los segundos pisos de López, construidos sin licitaciones públicas? ¿Por qué son secreto oficial por diez años? ¿Qué ocultan?
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