La inexistencia del sida eleva el rating
columna: «se descubrió que...»
El democratismo de las ideas pregona que el conflicto entre dos posturas se resuelve con un debate donde el público saque sus propias y maduras conclusiones. "Levanten la mano quienes estén porque los electrones existen... Ahora los que no..." En esta esquina están quienes sostienen que el sida lo produce un virus, denominado VIH; en ésta otra quienes sostienen que se trata de un gran complot mundial de las compañías farmacéuticas y sus peleles, que el VIH no existe ("nadie lo ha visto") o es un virus inocuo.
Es el relativismo social, predicado en las universidades por la imbecilidad extrema, llevado a sus más nefastas consecuencias. "¿No creen ustedes que la gente tiene la inteligencia necesaria para formarse una opinión propia sobre el VIH?" Pues no, no la tiene. Pero eso pregunta un melifluo Ricardo Rocha a los especialistas en VIH que se niegan a debatir con charlatanes. Podemos pensar en otro debate: Rocha existe o no, para mí es obvio que no. Y mi opinión es tan válida como otra... ¿o no?
Lo cierto es que el público de un programa de TV no tiene la inteligencia ni la información ni la formación académica necesaria para decidir entre una postura y la otra, no sabe ni qué es un virus, menos un retrovirus, una base en un gen, una glicoproteína. El público funciona por simpatía: el expositor antipático o feo estará equivocado siempre y la mujer guapa o el participante ocurrente y con las mejores burlas tendrá razón. Así somos. Por eso los criterios de salud, la historia, la astronomía o la comunicación se discuten en congresos de iguales, no ante el público.
Es una maniobra astuta buscar un aumento del rating enfrentando opiniones diversas. Se hace mucho. Cuando se trata de platillos voladores es una tontería, pero cuando va la salud de un país de por medio, es un crimen. Los astrónomos se niegan a debatir con los charlatanes que leen horóscopos en la tele, no porque les falten argumentos, sino porque no están en igualdad. Con otro astrónomo discutirán en congresos una nueva teoría cosmológica, pero no con un señor que fue "abducido" por marcianos y lo jura por su madre. Los licenciados en comunicación no discuten los asuntos técnicos con su público. Y tienen razón. Las ciencias tienen su lenguaje, técnico porque es preciso, y hay que comenzar por aprenderlo. La biología molecular es una rama a tal grado sofisticada que la mayoría de los médicos o biólogos no logran comprender un artículo de hoy. Menos aún el televidente que come unas enchiladas, regaña a los hijos, va por un vaso de leche y opina luego que "a esa doctora Volkow no se le entiende nada, en cambio, qué buenos tapones le pone este doctor... experto en serpientes".
Soy un divulgador de la ciencia y leo todo lo que aparece sobre VIH. Por eso fui el primero en publicar la opinión de Duesberg (que el VIH es inocuo), hace unos 12 años, cuando se debatió el asunto. La disminución de las muertes desde la aparición de medicamentos comprobó, en la práctica, su profundo error. La hipótesis se llevó a congresos mundiales, se debatió entre especialistas y se cerró con un veredicto: era una tontería. Pero el muerto reaparece 12 años después con la moda de negar evidencias.
También se niegan en estos días el Holocausto y los viajes a la luna. Pero no creo que cinco nietos de judíos muertos en Auschwitz acepten sentarse junto a cinco patanes que "prueban científicamente" que eso no fue técnicamente posible. Ni cinco astronautas dispuestos a rebatir a la doctora en letras españolas que, hace unos años, afirmaba que la humanidad no había logrado crear un motor capaz de vencer la gravitación terrestre. Ahora son legión quienes afirman lo mismo; ah, pero creen en la base de marcianos bajo el Atlántico descubierta por Mausán.
Por eso los congresos tienen un comité organizador que acepta o rechaza ponencias; la revistas especializadas tienen comités de selección de pares, de iguales: porque hay niveles. Y no somos iguales. No.
Pedirle a la gente que forme su propia opinión sobre la masa del electrón es una estupidez; pedirle que decida entre quienes afirman que el alto voltaje eléctrico mata o no mata, es un crimen. También es criminal poner a "debate" si existe o no un virus del sida. Y para hacerlo porque eleva el rating, hay que ser muy ruin.
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