Virgen santa, que no hable en serio

publicado el 15 de enero de 2007 en «Milenio Diario»
columna: «la calle»

 

Aunque México esté ubicado en América del Norte, la esencia, sustancia, historia y futuro del país está en Latinoamérica", dijo el presidente Calderón en Nicaragua... siguiendo la vieja tradición retórica de la Revolución Mexicana, arraigada en el PRI y el PRD. Todos los presidentes de la época priista hacían olvidables votos de fe latinoamericana en cuanto subían al poder. Es una especie de "Credo" que nuestra ideología revolucionaria impone. Olvidables e inútiles porque con quien tenemos 3,500 kilómetros de frontera es con Estados Unidos.

Nuestra población más emprendedora huye con rumbo Norte y no Sur, por obvias razones. El precio de la tortilla depende menos de la importación de maíz, cuyo principal productor es Estados Unidos, que de localizar a los acaparadores denunciados por Guillermo Ortiz, gobernador del Banco de México, y elegir entre tortillas o etanol. Pueden ser ambas cosas si elevamos la producción... con tecnología de Estados Unidos, Canadá y Europa. Algo, poco, aprenderemos en Latinoamérica.

En los tiempos en que el presidente decretaba y el país obedecía, aquellos del PRI, se tenía un conflicto permanente: los campesinos exigían buenos precios por su maíz y los consumidores precios baratos para la tortilla. La inmensa habilidad del PRI inventó una solución a la medida de sus necesidades electorales: el voto de las ciudades redituaba más que el voto campesino, así que dio a consumidores precio fijo y a campesinos un eufemismo: "precios de garantía", para encubrir el robo de sus cosechas. Así fue como los herederos de una revolución campesina terminaron asfixiando al campo. Y los resultados están a la vista: dejamos de ser autosuficientes en maíz porque al campesino dejó de interesarle el "precio de garantía". Garantía de hambre. Ese camino está cerrado.

¿Pondremos a guerrear campesinos que desean precios justos contra consumidores citadinos que quieren tortilla barata? La solución no está en Latinoamérica, que sólo ofrece los mismos conflictos ideológicos, sino en los métodos de producción que han hecho de Canadá y Estados Unidos el granero del mundo: seguridad en la propiedad de la tierra, apertura a las tecnologías, semillas de nueva generación y mayor productividad, facilidad en la contratación de mano de obra, libertad a los campesinos para vender: el camino inverso a las estatizaciones y a los métodos del viejo PRI, hoy retomados como novedades por el PRD. El nacionalismo es una enfermedad que se cura viajando, dijo Pío Baroja. Y ha sido el nacionalismo estrecho lo que ha arruinado nuestro campo y producido hambre y pobreza. El latinoamericanismo es una de sus expresiones. Tenemos mucho que aprender de Chile, por exitoso, no por latinoamericano. Pero más nos puede enseñar China que Bolivia. Nos atiborramos de palabrería y fanfarrias "bolivarianas".

El ejemplo es tan nítido que lo ven los habitantes de remotas rancherías y huyen hacia el Norte, a Estados Unidos, buscando trabajo donde no haya tantas ni tan complejas leyes "protectoras". Y lo ven los partidos y los diputados; pero tienen más interés en cuidar su parcela de poder. Podrían subvencionar la tortilla con apenas una fracción de los tres mil millones de pesos que se embolsarán como tajada del presupuesto. Nadie lo propone. Gritan, pero no sacrifican un centavo de sus repletos bolsillos.

Chaparros, prietos y nacos

Antes era propio de la derecha señalar la chaparrez de una persona. Se escandalizaron los buenos cuando Fox llamó "chaparro" a Labastida. Ahora son periodistas y moneros "de izquierda" los que, con la brújula extraviada por la pataleta de que su gallo quedó desplumado, emplean los insultos típicos de la derecha para referirse al presidente: chaparro y otras características personales que no hacen bueno ni malo a un gobernante y más bien lo aproximan al promedio de la población mexicana. Pero callan el hecho ignominioso de que otro chaparro, Daniel Ortega, de regreso a la Presidencia de Nicaragua, llegue acompañado de un vicepresidente que fue uno de los banqueros amigos de Somoza, como denuncia Eliseo Alberto, y reciba semanalmente la comunión de manos del cardenal que apoyó a la contra: amasijo donde todos los gatos son pardos... o colorados, de "izquierda". ¿Se imaginan los aullidos de estos sepulcros blanqueados si Calderón recibiera la comunión del cardenal Obando y Bravo?

 

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