El secuestro del PRD por el PRI
columna: «la calle»
Con la lucidez que lo caracteriza, Raúl Trejo Delarbre ha escrito un ensayo sobre la situación actual, donde señala cómo el PRD se empeña "en padecer el síndrome de Estocolmo que lo sujeta al personaje que secuestró el proyecto de las antiguas izquierdas para reemplazarlo por una grotesca reedición del viejo caudillismo caciquil." Como en aquel secuestro que da nombre al síndrome, porque una secuestrada se enamoró perdidamente de uno de los secuestradores, el PRD parece incapaz de otra respuesta que no sea la veneración del líder iluminado.
"Los que quieran desligarse, deslindarse, nada más con que no participen es más que suficiente, está claro, ¿verdad?" No, no está nada claro. La exigencia de López Obrador en su "asamblea informativa" lleva implícita una última orden: callar. Te callas y te vas. Eso. Al caudillo no le gustó nada que el alejamiento de Carlos Monsiváis estuviera precedido por la manifestación, pública, de su rechazo a los bloqueos. Escarmentado, el mesías tropical pide que, en adelante, la salida sea en silencio: no soporta ni una sombra de crítica y teme la voz de sus aliados. Pero quienes están abandonando la Nave de los Locos, tienen la obligación política, moral, ética, de ofrecer al país una reflexión sobre los motivos que los llevaron a pensar que: 1. Quien redujo el presupuesto del Metro, transporte por excelencia de los pobres, para hacer obras destinadas a autos, era un personaje de izquierda; 2. Quien defendió al corrupto sindicato del Metro, aun a costa de la renuncia de Javier González, hombre de militancia izquierdista real, iba a limpiar el sindicalismo mexicano; 3. Quien se negó a reconocer amparos ciudadanos iba a ser respetuoso de los ciudadanos. 4. Quien recuperó las viejas clientelas del PRI y las convirtió en sus fuerzas de choque, no las lanzaría, como Presidente, contra toda oposición, incluidos los otros Poderes de la Unión. Y luego deberán decirnos, estas cabezas pensantes, por qué motivos han dejado de admirarlo, pues, a diferencia de ellos, hay millones que creen ciegamente en la palabra del Peje y sus nuevos críticos podrían ser quienes ayudaran a revertir el golpe contra instituciones ciudadanas que nos ha llevado muchos años construir, muchos acuerdos y muchísimos miles de millones.
Paisaje después de la batalla: 1. El regreso de la suspicacia. Las instituciones electorales, arrebatadas al gobierno y puestas en manos de los ciudadanos, fallaron porque los ciudadanos son tan corruptos como un secretario de Gobernación del PRI. Hasta los representantes del PRD en las casillas se vendieron al mejor postor, dijo El Peje, tan orondo, y al no presentar ni uno sólo que hubiera resistido el cañonazo, significó que todos le entraron. O sea, no tenemos remedio. 2. El amparo es inútil, pues quedó establecido por López Obrador y sus apoyantes que un funcionario puede ignorarlo y no pasa nada. 3. Será jurisprudencia que si un pre pre candidato es acusado de ahorcar a su abuela, siempre podrá alegar malevolencia de adversarios contra su carrera política, aunque existan sospechas suficientes para, al menos, entregarlo a un juez, y le bastará con gritar frases de aquel lamentable desplegado firmado por tantas inteligencias contra el desafuero (y que todo político debe guardar celosamente en su escritorio): gánenme a la buena, que el pueblo decida... etc. Esto es, la ley no se hizo para quienes buscan el poder desde otro poder.
Ejemplo de doblez y cinismo: El PRD anuncia, con días de antelación, que el último informe de gobierno del presidente Fox "no será un día de campo", que "sabrán de lo que estamos hechos los perredistas". Intentan tomar la Cámara de Diputados, dos semanas antes, para instalar allí otro "campamento", como los de Reforma, Juárez y el Zócalo. El gobierno federal lo impide. El 1 de septiembre, el PRD toma la tribuna de la cámara y así calla al Presidente. Luego nos dice que lo hizo porque "la cámara estaba tomada por militares, había francotiradores, etc."
Es ridículo y para engañar bobos: a donde asista el Presidente "está tomado por militares": el Estado Mayor Presidencial. Y hay no sólo francotiradores, sino otros agentes de seguridad dispersos para evitar un atentado. Los ha habido siempre, siempre los habrá. Pero ahora resulta que tomaron la tribuna porque los había. Y no se sonrojan al decirlo, hasta parece que se lo creen.
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