La "sed de conocimiento" puede ser hambre de opio
columna: «se descubrió que...»
Cuando el cerebro entiende un concepto, se recompensa a sí mismo con un buen disparo de opiáceos naturales. Es la explicación que proponen los neurocientíficos para el conocido placer de asir un nuevo concepto: el cerebro se da su premio. El "clic" con que sentimos que hemos comprendido algo, dispara una cascada bioquímica que recompensa al cerebro con una inyección de sustancias naturales semejantes al opio, dice Irving Biederman, de la Universidad del Sur de California. Presenta su teoría en el último número de la revista American Scientist.
"Mientras te encuentras tratando de entender un teorema difícil, no es divertido", dice Biederman. "Pero una vez que lo captas, sientes fabuloso". La urgencia del cerebro por una dádiva nos motiva a maximizar la tasa a que absorbemos conocimiento, dice el investigador. "Pienso que estamos delicadamente sintonizados para eso como si fuéramos adictos cada segundo".
La hipótesis de Biederman es que la adicción al conocimiento tiene fuerte valor evolutivo porque la selección de cónyuge correlaciona estrechamente con la inteligencia percibida en el candidato. Sólo necesidades materiales más apremiantes, como el hambre, pueden suspender la búsqueda de conocimiento, añade.
El mismo mecanismo está involucrado en la experiencia estética, sostiene Biederman, y así provee una explicación neurológica del placer que derivamos del arte. "Estas consideraciones podrían proveer de un plausible y muy simple mecanismo para la curiosidad estética, perceptiva y cognitiva".
La teoría de Biederman fue inspirada por un descubrimiento de hace 25 años ampliamente ignorado: que los receptores cerebrales para los opiáceos naturales son más abundantes a lo largo de las vías encargadas de procesar y reconocer imágenes. Esos receptores, identificados por la letra griega mi, se encuentran ajustadamente empacados en las áreas de la vía conectada a la comprensión e interpretación de imágenes, pero son escasos en áreas donde los estímulos visuales alcanzan primero la corteza cerebral. Según la teoría de Biederman, a mayor actividad neural en las áreas ricas en receptores opioides, mayor el placer.
Con una serie de estudios realizados en voluntarios expuestos a una amplia variedad de imágenes, las resonancias magnéticas (fMRI) probaron que las imágenes más fuertemente preferidas provocaban la mayor actividad en áreas más complejas de las vías visuales. También se encontró que mirar repetidamente una imagen atractiva reducía tanto la calificación de placer como la actividad en las áreas ricas en opioides. Biederman explica esos resultados con un modelo neural llamado "aprendizaje competitivo".
En el aprendizaje competitivo (también conocido como darwinismo neural), la primera presentación de una imagen activa muchas neuronas, algunas con fuerza y sólo débilmente un número mayor. Con la repetición de la imagen, las conexiones de las neuronas más activadas se fortalecen. Pero estas mismas neuronas inhiben a sus vecinas poco activadas. Así causan una reducción neta de la actividad. Esa menor actividad va en paralelo con la declinación en el placer sentido durante vistas repetidas.
"Una ventaja del aprendizaje competitivo es que las neuronas inhibidas quedan ahora libres para codificar otros patrones de estímulos", escribe Biederman.
Esta preferencia por conceptos novedosos también tiene valor evolutivo, añade. "Este sistema esta diseñado esencialmente para maximizar la tasa a la que adquirimos información nueva pero inteligible. Una vez que la hemos adquirido, es mejor pasar el tiempo aprendiendo otra cosa".
0 animados a opinar:
Publicar un comentario