Anular la elección: pros y contras
columna: «la calle»
Si alguna virtud tiene López Obrador, es la de emplear de manera consistente sus mismas tácticas. Otra vez se enfila a anular una elección que perdió. Lo dice el propio documento de impugnación: exige al tribunal electoral "no validar la elección". ¿Y qué es "no validar", sino declararla nula? Además ha repetido en cuanto espacio le han abierto, con Granados Chapa, con Carmen Aristegui, con Loret de Mola, que exige un tercer recuento voto por voto, pero no garantiza que aceptará el resultado si vuelve a serle desfavorable. O sea que tampoco reconocerá el recuento que exige. Va por la anulación. Pone en riesgo el triunfo de Ebrard en el DF y de sus nuevos diputados y senadores, pero eso no lo detendrá en su destino manifiesto: salvar a la Patria.
No ve que el remolino causado se lo tragará a él en primer lugar. Que México apareciera con un Presidente interino, encargado de llamar a elecciones no antes de catorce meses, causaría una crisis económica mayor: las compras de dólares harían caer al peso, la inflación se llevaría pronto el salario de los más pobres. El dueño de un negocio, pequeño o grande, tiene una salida a la inflación: eleva sus precios. Pierde clientela, pero puede resistir. El panorama es negro para los más pobres, quienes viven de un salario que seguirán recibiendo idéntico a pesar de las alzas. Eso que ocurrió durante los sexenios de Echeverría y de López Portillo. La película ya la vimos. ¿Exagero? Pues me la juego con el PRD y con El Peje. Entrémosle a la anulación. No tengo casa que perder ni nietos por socorrer.
Los más pobres, donde caló el asistencialismo de López Obrador, serán los primeros en probar los resultados: el frijol cuesta el doble, luego el triple. Y hay un responsable claro del desastre: quien exigió y logró "no validar" las elecciones. A menos de que se piense (y habrá quién), que con decirle al mundo en agosto que México no tendrá Presidente constitucional por otros dos años "no pasará nada". "Qué histeria", dirán. Y los ocurrentes nos harán chistoretes.
Yo, por mi parte, como simple ciudadano, me la juego con la apuesta del PRD: le doy mi voto por la anulación. Estoy convencido, por algo más que fe de carbonero, de que el país se la cobrará a López Obrador y Calderón arrasará en segundos comicios. Así tendremos una Presidencia fuerte y nos dejaremos de "maistros" que prenden fuego al escenario de la Guelaguetza y de mineros que causan pérdidas por cientos de millones de dólares en defensa de un líder ladrón.
Hace una semana, Calderón ya estaba arriba del Peje por ocho puntos en la encuesta GEA-ISA comentada aquí por Ciro Gómez Leyva. Añadamos que en las 2 mil 800 casillas impugnadas, donde se abrieron los paquetes con irregularidades y ya se volvió a contar, voto por voto, Felipe Calderón subió su porcentaje. ¿Como fue? Sencillo: si alguien tiene experiencia en fraudes es el PRI, y su mapache más hábil era José Guadarrama, de tan mala reputación que ni los servicios a su partido lo hicieron candidato a gobernar Hidalgo. Un sujeto acusado por el PRD de asesinar perredistas. Un mapache mayor cuya experiencia fue puesta al servicio de su nuevo partido, el PRD, que lo acaba de hacer senador. Tiene, además, el PRD su propia experiencia en fraudes: en las elecciones para presidente nacional fue tal el cochinero que su tribunal anuló esa elección y llamó a otra, que no fue tampoco limpia. Tantos expertos bien pudieron colar fraudes. Si el tercer recuento voto por voto sigue la tendencia de esas 2 mil 800 casillas, Calderón puede recuperar varios puntos.
Luego, pongamos en la cuenta a los ofendidos por la anulación: Las elecciones estuvieron a cargo de casi un millón de ciudadanos escogidos al azar, entrenados por el IFE y vigilados por una cantidad similar de representantes de los partidos y observadores nacionales e internacionales. Sostiene López Obrador que esa estructura ciudadana aceptó sobornos. Son un millón de ciudadanos ofendidos por el Pejelagarto, miles de sus representantes que no aceptarán volver a serlo ni votarán por quien los llama corruptos.
Una cosa es cierta: con la crisis por la anulación no se acabaría México. Pero estará claro quién produjo el desastre. Los arrepentidos de haber votado por el responsable serán multitud. Por eso creo que la anulación es una apuesta donde el país pierde mucho, pero el PRD todo.
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