¿Y quién vigilará al vigilante?
columna: «la calle»
Supongamos que —aun contra la ley electoral y dando un bofetón a los casi dos millones de ciudadanos que organizaron y vigilaron el recuento de votos el 2 de julio— se concede a López Obrador su exigencia de contar voto por voto una vez más. Enseguida exclamaremos, como aquellos astronautas del Apolo: "Houston, tenemos un problema", y será: ¿a quién ponemos a recontar los votos?
Solución 1: Puesto que los mexicanos no confiamos en funcionarios, en ninguno, debido a 70 años de PRI, escojamos por sorteo un millón de ciudadanos y démosles la tarea de recontar los votos. Solución desechada: eso fue exactamente lo que hicimos la noche del 2 julio y ese recuento no satisfizo a López Obrador. Le pareció que contaron bien las boletas para diputados y senadores, contaron bien las de jefe de gobierno para el DF, pero le birlaron la elección presidencial.
Solución 2: Que sean los partidos políticos, con fuerte presencia del PRD, quienes hagan el segundo recuento, vigilándose unos a otros. Solución desechada: eso hicieron la noche del 2 de julio y los representantes del PRD fueron comprados, afirma López Obrador: "Hubo mucho dinero de por medio, no quiero decir que fue el caso, pero tenemos elementos en donde llegaban a ofrecer dinero a nuestros representantes. Afortunadamente no creo que eso haya sido lo general, son casos aislados, porque mucha gente no vende su dignidad."
Quien habla confuso es porque piensa confuso, lo dice la neurología. Pero de la confusa sintaxis de LO queda claro que no sólo se "llegaban a ofrecer dinero" a sus representantes, sino que lo aceptaban. Y como la gente que "no vende su dignidad" no trae señal, no puede confiar López Obrador el segundo recuento voto por voto ni a sus propios representantes porque además de corruptos son retobones: vean lo que dice la representante del PRD en la famosa casilla denunciada en falso por LO, la 2227, Juliana Barrón Vallejo: "Si se perdió, se perdió, ésa no es mi culpa y no pueden decir que me dieron dinero o que hice algo indebido. Aquí no hubo fraude. Todo estuvo claro, todo fue transparente. López Obrador debe aprender a perder..." La misma joven de 19 años dijo a Reforma que estaba decepcionada de su candidato: "No puedo creer que diga eso, no me conoce, no sabe quién soy, y estoy decepcionada por lo que ha dicho. A mí nadie me ofreció dinero, yo actué con responsabilidad, con rectitud, soy una persona honesta, nadie puede dudar de mí".
¿Qué hacer si, oh dioses, no queda nadie en quien confiar? Una solución fue planteada por el diario La Crónica: que López Obrador, personalmente, cuente los 42 millones de boletas presidenciales. Durante 16 horas diarias a una por segundo tardaría 2 años. Pero, ¿usted le creería? Yo no. Y tampoco 65 por ciento de ciudadanos que no votaron por él... más un buen número de quienes sí lo hicieron, pero ya le vieron el cobre.
Así pues, parece necedad la negativa de contar otra vez voto por voto. Pero hay razones legales, políticas y técnicas para no hacerlo.
1. La legal: repetir el recuento que se hizo al cierre de casillas del 2 de julio puede llevar a cualquiera de los participantes a exigir la anulación de la elección. Ya ocurrió así en la de Tabasco en 2000, repetida en 2001 porque, el mismo PRD que exigió "volver a contar voto por voto", y obtuvo esa concesión, impugnó esa ilegal apertura de paquetes electorales.
2. Es un insulto al millón de vecinos que tuvieron a cargo las casillas y el recuento voto por voto, y al millón de representantes de partido y observadores.
3. No sabríamos cómo vigilar al vigilante. Ya no confiamos en nadie... por obra de AMLO.
Y 4. Tampoco el nuevo recuento calmaría el berrinche de LO. El ex presidente del IFE, José Woldenberg, dijo en Reforma que en los juicios de inconformidad ya presentados ve dos lógicas: "a) impugnaciones en relación a actos que inciden en la presunta inequidad de la contienda para demandar al tribunal la no validación de la elección, y b) la exigencia de un recuento de un número determinado y muy elevado de casillas (no todas), con la intención de aclarar y eventualmente revertir el resultado de la elección." En palabras llanas, "no validar la elección" es anularla.
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