Guadalajara y DF: misma ineptitud
columna: «la calle»
Las gobierne el PAN o el PRD, dos ciudades empeoran a pesar de que salgan los priistas a quienes atribuíamos todos los males. Si hay algo ya peor en Guadalajara que en el DF es el transporte público: una tortura cotidiana que en Guadalajara alcanza niveles homicidas: a las autoridades ineptas les resulta imposible contener la masacre de usuarios y simples peatones, el maltrato, el caos producido porque a los choferes se les paga más por correr más. Ese es el meollo y no es difícil resolverlo. En ambas ciudades, Guadalajara o DF, gobernadas por el PAN y el PRD, se crean obras viales para quien tiene auto y se alienta así aún más su empleo, con su cauda de contaminación y enfermedades respiratorias.
Círculo vicioso: el suplicio diario del transporte público induce el empleo del auto, aunque sea una tartana, el aumento de coches exige la apertura de nuevas obras viales… que inducen el empleo de auto. Ni el PRD, con todo y su oratoria pobrista, ni el PAN por razones de eficiencia: ninguno ha continuado la construcción de Metro allá o tren ligero aquí, único medio que en todas las grandes y medianas ciudades del mundo ha demostrado su eficacia y limpieza: no contaminante, capaz de movilizar millares por minuto. En Guadalajara van dos sexenios panistas, en el Distrito Federal cuatro jefes de Gobierno perredistas que no construyen un metro de Metro. Resultado: la contaminación atmosférica tapatía ha alcanzado este invierno niveles que sólo conocíamos por noticias del Distrito Federal.
El PAN no obtuvo la Presidencia de la República en 2000, un hecho que se observó desde los primeros actos del presidente Fox; pero lleva dos sexenios en Jalisco y aquí tampoco ha sido capaz de cambiar los "usos y costumbres" del despotismo priista y sus prácticas corporativas. La carta de la lectora Claudia Gabriela Ocegueda parece venir del pasado, de los tiempos de López Portillo, hoy añorados en el PRD y el PRI, el PRID, pues:
"... mi hermana y yo nos asociamos para establecer un negocio de cosméticos. Con mi licencia municipal y mi alta en Hacienda, pensé en hacer las cosas bien." Error, error de todo inversionista que eso se crea. Al poco tiempo de estar trabajando, les cayó la CROC "y nos informaron que debíamos pagar cuotas sindicales por los empleados que teníamos. ¿Cuáles empleados?, les respondimos. Dijeron que aunque no tuviéramos íbamos a pagar". Añadieron "que si querían dinero, trabajaran como la gente normal para ganarlo". Las amenazaron: "Les vamos a armar una huelga o su local puede quemarse o romperse los cristales, a ustedes también les puede pasar un accidente. Ayer hicieron efectiva sus amenazas…" La CROC, el viejo PRI que podría regresar con cualquiera de los dos tabasqueños.
Abuso, acoso y prepotencia contra dos mujeres, denuncia la señora Ocegueda. Seguimos viviendo, bajo el PAN en Jalisco o el PRD en el DF, los tiempos del corporativismo priista: parecemos mula de noria dando vueltas a los años fatídicos que creíamos terminados en 1982, final de la "docena trágica".
El derecho a la blasfemia
Gracias, muchas gracias, blasfemos azotados en la plaza pública en siglos anteriores al XVIII; gracias, torturados, quemados vivos en la hoguera, muertos en mazmorras por negar un dogma; gracias, multitudes irrespetuosas imposibles de aprehender y torturar, por numerosas; gracias, cristianos heterodoxos como Nikos Kazantzakis y su cuarta y última tentación de Cristo, cuya final en la más pura ortodoxia se pierden quienes abandonan la novela o el cine antes de enterarse de que toda la narración fue un "si hubiera" que retorna como el genio de la lámpara al mundo de lo no ocurrido; gracias, escuelas de curas donde se cuentan los mejores chistes acerca de Cristo: "Pedro, ¿me amas?" "Eeh, mm, Maestro, el puto es Juan…", y hasta crueles: el de "conque desclavándose, ¿eh?"; gracias a todos los que nos dieron el Siglo de las Luces. Gracias al guionista de Oz y a las televisoras que nos dan el personaje del asesino caníbal que se convierte al catolicismo en la cárcel… para comer el cuerpo y la sangre de Cristo, y le guiña el ojo al cura cuando recibe su primera comunión. Sabemos lo que fue nuestro mundo, antes de estos héroes, los famosos y los anónimos, porque podemos ver las tinieblas actuales del Islam, donde una caricatura de Mahoma causa revuelo en el mundo y dudas en las conciencias liberales.
Pero es aún más grave que europeos blancos y cristianos, sumidos en las nuevas tinieblas del relativismo social que da razón a todas las culturas, excepto a la cristiana, se sientan culpables de ser lo que son: europeos blancos y cristianos, y defiendan la libertad de expresión sólo cuando se trata de blasfemar, o apenas reírse, de figuras cristianas; pero acepten los valores medievales, y hasta prehistóricos, de otras culturas, y traguen ruedas de molino ajenas cuando no comen las hostias propias. Debemos blasfemar de todas las religiones, de todas, porque todas son igualmente falsas, aunque algunas se hayan civilizado a la fuerza. Y al que no le parezca lo que los daneses hagan en su casa, que regrese a la suya, donde su esposa será azotada por mostrar las manos y él por cortarse la barba.
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