Las muertas del DF... viejitas
columna: «la calle»
Algo sucede cuando un fenómeno obtiene nombre: se vuelve un remolino, un agujero negro que devora toda crítica y suma sin distinciones. "Las muertas de Juárez" es ya una expresión que entendemos sin mayor explicación; no sólo una tragedia, es una categoría. Igual que en todo proceso de categorización, "Las muertas de Juárez", como nombre, como institución, se rebelan contra todo intento de análisis, resisten los datos. Según números de las procuradurías federal y capitalina (PGR y PGJDF), en el DF han sido asesinadas, entre los años 2001 y 2004, el espantoso número de 415 mujeres: más de 100 por año. Y se hacen marchas, en el DF, para exigir solución a los crímenes... allá... en la frontera: 363 mujeres en diez años, que no son pocas —una sola, uno sólo, es inaceptable—, pero son menos. Son 32 por ciento de las muertas capitalinas si consideramos el tiempo.
Hace algunos meses, Luis de la Barreda publicó en La Crónica una nota titulada "Los muertos de Juárez". En los números de quien encabeza la más seria institución para el seguimiento de la violencia, los hombres asesinados en Juárez, en el mismo periodo, eran el triple que las mujeres (lo cito de memoria). Cayó en el vacío mediático a donde va a parar todo lo obvio: sabemos que, en cualquier lugar del mundo, seguro o inseguro, más hombres que mujeres caen muertos en las calles. También son más los hombres que participan en la producción de la violencia. La nota del ex ombudsman del DF fue ignorada porque "los muertos", de donde sean, no son noticia.
Pero las 415 muertas del DF, en sólo cuatro años, contra las 363 de Juárez en diez, más del doble de tiempo, ya tampoco son noticia: los capitalinos han hecho callo con la muerte. Tampoco es un escándalo el desvío de 400 millones de pesos, destinados precisamente a combatir la inseguridad que ahoga a la capital, y su empleo en obras donde lucen más, aunque sigan inconclusas y se hayan inaugurado tres veces y sean inútiles: los viejos tiempos, pero mucho peor.
Y no es que las asesinadas en Juárez sean pocas. No, la cifra es una vergüenza para nuestras autoridades, federales y estatales, es indignante... pero es 32 por ciento de las muertas del DF. ¿Por qué las capitalinas no tienen los mismos reflectores? Porque ni prensa ni sociedad les han puesto nombre, no son una categoría, una clasificación, un enunciado breve.
¿Por qué nadie se escandaliza cuando Santiago Creel admite, entrevistado por Carmen Aristegui, que durante un año negoció una salida jurídica para López Obrador con Camacho, Ortiz Pinchetti y Javier Quijano? (Y que ninguna admitió El Peje porque deseaba la publicidad gratuita del desafuero). Porque la prensa apenas si le dedica espacio: no hay caricaturas sobre los "arreglos en lo oscurito", fallidos, además.
Sergio Sarmiento se atrevió, en Reforma, a plantear que el presidente Fox pudo tener razón al señalar que más de 200 casos, de los 300 y pico de Juárez, están resueltos; que ante las cifras de la ineptitud policiaca por la que 98 por ciento de los delitos quedan impunes, aclarar más de 50 por ciento y detener a los culpables es una cifra de eficacia (insuficiente todavía) que no se da en ninguna otra parte del país, pero aun menos en el DF. Le faltó la habilidad de poner esos números en todas partes, incluidos los sitios de internet federales. Los mexicanos no logramos entender cómo fue que aquel candidato magnífico ante los medios se volvió el Presidente más descuidado jamás visto. Pero de eso se trata: ha faltado información, clara y abundante. Lo que en el DF se cacarea con cada nuevo ladrillo puesto.
Que Carlos Abascal se permitiera decidir sobre lo que su hija adolescente puede o no leer, cimbró a la Nación Mexicana enmayusculada. ¿Por qué? De nuevo: la prensa creó esa tormenta en un vaso de agua porque su olfato señaló, y con razón, que causaría dimes y diretes, túnicas desgarradas y coronas de laurel estrujadas, chistes y retobos. Ojo: no afirmo que la prensa invente hechos y oculte otros. Digo que hay fenómenos sociales, como 363 mujeres asesinadas, que adquieren relevancia. Y otros, como 415 mujeres asesinadas en menos de la mitad del tiempo, que por algo no la adquieren. Eso, nada más.
¿Y las viejitas asesinadas en el DF? ¿Por qué no han causado un revuelo similar, al menos, o mayor? Después de todo, además de mujeres, son ancianas, y además de ancianas, pobres. ¿Por qué no han dado la vuelta al mundo como muestra de una autoridad que olvida su principal función: dar seguridad a los ciudadanos? Primero porque, como es su costumbre, el gobierno perredista las negó. Cuando debió admitir los hechos fue porque ya sumaban decenas. Y tampoco tenemos un escándalo mundial, como lo tendríamos si estuviera ocurriendo eso en Nueva York o en Camboya... ¿Por qué?
Confluyen muchos aspectos, pero uno muy importante es que nuestros líderes de opinión, los intelectuales a quienes buscan los medios nacionales y extranjeros, los medios más consultados por universitarios y creadores de opinión, no han dado la señal de alarma. ¿Y por qué no la han dado? Quizá los enmudece el "síndrome de Modigliani": el temor a quedar mal en el futuro, a no reconocer hoy un valor de mañana. ¿Será? ¿Será un valor de mañana quien hoy gobierna el DF con todos los vicios del viejo PRI, empeorados por la certeza de que "la Historia lo absolverá"?
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