Estados Unidos se queda corto
columna: «la calle»
El embajador y el gobierno de Estados Unidos no han hecho sino repetir lo que todos los mexicanos sabemos y decimos a voces: que padecemos un sistema judicial "débil y deficiente", con cuerpos policiacos carentes de recursos y de entrenamiento; lo mismo dijo el Departamento de Estado... y se quedó muy corto. El embajador Tony Garza expresó su preocupación porque "la incapacidad de las fuerzas del orden público locales de hacer frente a la batalla entre delincuentes de la droga, los secuestros y la violencia en general tendrán un efecto negativo en el intercambio, el turismo". ¿Y no es así? A los de casa nos preocupa porque no tenemos más remedio que aguantar o, como ha hecho mucha gente, irnos del país.
La respuesta de Fox y Derbez fue digna del PRI antediluviano: envueltos en la bandera nacional, pergeñaron frases huecas. Era el tono exacto en que respondían López Mateos, Echeverría o López Portillo, palabrería patriotera dirigida al consumo interno y elaborada con los resortes más baratos.
Pruebas de que gobierno y embajador se quedaron cortos:
1) los mexicanos hemos dejado de presentar denuncias cuando somos víctimas de un delito porque hacerlo no sirve absolutamente para nada y, no pocas veces, sale uno insultado: "¡Pero cómo se le ocurre! Si no me da los nombres y domicilios y media filiación de quienes lo asaltaron en el microbús, ¡¿cómo carajos puedo encontrarlos?! ¡Retírese, por favor, tengo cosas más importantes qué hacer!".
2) Cuando detenemos al delincuente, en valeroso acto ciudadano, y lo entregamos a las autoridades, lo tenemos al día siguiente suelto y amenazándonos. Por eso los vecinos de la colonia Santa Lucía, en Guadalajara, mataron la semana pasada a José Isaías Casillas, un conocido ladrón que "más tardaba la policía en llevárselo preso, que éste en estar en la calle de nuevo. Lo peor del caso es que, cuando salía, buscaba y amenazaba de muerte" a quien lo hubiera señalado, dice la nota de Público MILENIO. Supieron que estaba robando una finca y allí mismo lo mataron. La nota no dice cómo, pero no lo torturaron ni lo quemaron vivo. Me hice la pregunta, ante el recuerdo de los hechos de Tláhuac, si hubiera sabido que lo iban a matar, ¿habría llamado a la policía? Y me respondí: no.
3) Cuando la policía interviene, con frecuencia lo hace como el policía de Zapopan que disparó contra un joven desarmado y se dio a la fuga. O, cuando se trata de verdaderos delincuentes, también corren, despavoridos, a la vista de un cuchillo. Y luego dicen en televisión que no podían disparar porque "sólo" era un cuchillo y porque les cobran las balas.
No lo dice el Departamento de Estado, sino el regidor de Zapopan, Diego Monraz, según nota de Dolores Reséndiz: "No tenemos control. ¿Por qué tenemos policías que roban, policías que matan ciudadanos, ciudadanos que tienen que asesinar asaltantes y policías que mienten con las cifras?" Respuesta evidente: pues por eso, porque hay regidores que se hacen la pregunta cuando está en sus manos hacer la corrección, dar entrenamiento, revisar antecedentes penales antes de contratar policías, formar al policía antes de echarlo a la calle armado. Por eso: porque nuestras autoridades se mesan las barbas como si una policía eficaz cayera del cielo a fuerza de ruegos.
Sigue la nota: "La Comisión Especial de Seguridad se formó hace unos meses con el objetivo de indagar en la responsabilidad de la corporación en los casos de policías involucrados en el robo a una joyería y el de los oficiales de línea que fungían de escoltas a particulares. Hasta hoy no hay ningún resultado. ¿La razón? Los regidores explican que nadie los había citado y que dicha tarea le correspondía al secretario general; sin embargo, el funcionario respondió que no era ésa su labor." Pues sí: tenemos esa policía porque tenemos esos regidores.
4) De cada cien delitos únicamente se aprehende a cuatro presuntos responsables. El 96 por ciento queda en impunidad total. De esos cuatro, tres salen libres antes de juicio alguno, simplemente porque hubo errores graves en la consignación, y el juez (añadiendo los casos frecuentes de corrupción del juez) los pone libres obligado por la "falta de pruebas".
5) Ante esta catástrofe policiaca, más bien resulta sorprendente que los mexicanos en general respeten la ley, lo hacen porque sí, por educación o moral innatas, no por temor a la policía. Todo mundo sabe que el delito no se castiga.
6) Un dato: los Estados Unidos son famosos por su nivel de criminalidad. Pero, por cada 100 mil habitantes ocurren cinco homicidios. En México 14. Y otra enorme diferencia: los cinco homicidas gringos acaban en la silla eléctrica o con cadena perpetua. En México nadie molesta a 12 de los 14.
7) Los dos que sí son detenidos, enjuiciados y sentenciados, gozan de visita familiar multitudinaria los domingos, con canasta provista de lonches y antojitos por mamá para el "día de campo" al sol del patio de la crujía, juegos y risas de sobrinos e hijos, caricias de amantes y abuelitas, visita conyugal, tele y video en la celda si la familia pide permiso. La pinche cárcel mexicana es de puta risa: lo digo por experiencia, y eso que me tocó el "Palacio Negro de Lecumberri": una vacilada. Lo que hace difícil la cárcel mexicana son los demás presos, no la legislación.
8) Un gobernador en funciones, Murat de Oaxaca, se organiza un autoatentado, muere un policía. Y la justicia mexicana no consigue espantarse las moscas luego de un año. Dos policías federales son quemados vivos por incitación, cada vez más clara, de narcoguerrilleros. Y dice Ebrard que fue Gabriel Regino que dice que fue Martín Huerta que dice que fue Muchilanga que dice que fue Bernabé que culpa a la orografía.
Llamar "débil y deficiente" a nuestro sistema de justicia, y mencionar la falta de entrenamiento de nuestra policía, es lenguaje de terciopelo. Pero los mexicanos, que siempre andan brindando su casa ("pase a su humilde casa", "en la casa de usted") con ese horrible lenguaje empalagoso, no pueden oír que las ratas y cucarachas de "su humilde casa de usted" le preocupan al vecino. Pobres y corruptos, pero sentiditos como jarritos.
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