De plumajes y pantanos
columna: «la calle»
Hay reacciones que nos pintan en todo lo que somos: apenas López Obrador oyó que un cardenal estaba siendo investigado por la PGR, corrió presuroso a subirse al camión de la extrema derecha para gritar a coro, revuelto con gente como el ahora diputado panista Pérez Peláez, una inocencia que no le consta, (así como tampoco ha probado nadie la culpa del cardenal). Por eso, la PGR investiga: porque no sabe, que si supiera la investigación sería ociosa. Vio López la oportunidad de hacer una declaración efectista, populachera porque las mayorías estiman a los cardenales, y la pescó por los pelos. Es el demagogo perfecto. Por obvio en sus tácticas, me asombra que haga caer a gente por encima del promedio de inteligencia y la hunda en la vieja tradición asambleísta de responder con chistes y gracejadas a los argumentos. Las risas indican quién ganará la votación subsiguiente. En el caso del Paraje San Juan hay elementos que permiten ver la profundidad de nuestro abismo político, y son: 1. Nadie medianamente sensato ha dicho que una autoridad no deba defender su punto de vista, primero en los tribunales y luego en los medios. 2. López Obrador está en su derecho al buscar la manera de revisar en su totalidad el caso y así evitar un pago enorme. Es su trabajo, afirmó, y para eso se le paga. Rigurosamente cierto. 3. Pero da vértigo que periodistas, cuyo trabajo ha consistido más bien en defender a otros ciudadanos en contra de abusos de la autoridad, apoyen a gritos, sombrerazos, chistes y cuchufletas las intenciones de no pagar una expropiación, porque finalmente a todos nos puede ocurrir que la autoridad nos afecte y trate de no pagarnos el daño. Recordemos aquel poema de Brecht. 4. Una cosa es exigir la revisión de un proceso, quizá fraudulento, quizá no, y otra responder con un autoritario "no pago y háganle como quieran". Eso, dicho ante un juez, constituye desacato y trae consecuencias penales. Y se lo celebran.
Faltas similares ocurren cuando salen personas armadas de machetes a manifestar por las calles, cuando un grupo bloquea intencionalmente la vía pública, cuando un pobre cobra por un espacio de estacionamiento que no es suyo; cuando un grupo de los más pobres entre los pobres destruye urnas, cancela elecciones y crea municipios por fuera de la ley. También cuando los panchosvilla, los camisas–negras de López Obrador, ocupan terrenos ajenos con abierto apoyo policiaco. En todos estos casos, importa la defensa de la ley. Si no estamos de acuerdo los mexicanos en este principio elemental, cada quien aplicará su concepto subjetivo de justicia y tomará lo que crea merecer.
Salomón en la Corte
Nadie pensante habría escrito contra el jefe de gobierno del DF si éste hubiera interpuesto algún recurso legal contra el fallo que lo obliga a pagar una enorme indemnización. Yo, al menos, no habría dicho una sola palabra porque, si un ciudadano tiene derecho a hacer su defensa, no es menos una autoridad. Pero López Obrador no respondió en los tribunales, sino en la prensa y su respuesta enseña a los ciudadanos (y a los futuros ciudadanos) que lo correcto es el desacato.
Hubo años para revisar los documentos presentados por el demandante contra el gobierno de la ciudad, pues el proceso comenzó con Manuel Camacho, hoy purificado por las aguas del Jordán perredista; siguió durante los ejercicios de Cuauhtémoc Cárdenas y Rosario Robles. Se fue a segunda instancia sin que tres gobiernos perredistas le pusieran atención. Así son de soberbios. Cárdenas entregó escrituras a siete mil familias del Paraje, señalan los abogados del presunto propietario, y acrecentó con esa dádiva la popularidad del PRD.
Sólo cuando el fallo es definitivo, y contrario al gobierno de la ciudad, "se ponen las pilas", como dicen los muchachos, y comienzan a revisar escrupulosamente lo que antes firmaron "sin leer", según reconoció López. El propio GDF tiene valuado ese predio en 1,776 millones de pesos, no muy por abajo de los 1,810 exigidos por el fallo. Nadie ha negado el dato. ¿Hay de por medio una gigantesca transa? Es muy posible, pero, hasta ahora, el gobierno de López Obrador se ha limitado a gritarla urbi et orbi, sin presentar prueba alguna ante la autoridad: Quién, cómo, cuándo transó. Y no podría hacerlo porque se lleva en el lodazal bien a Camacho, bien a Cuauhtémoc, bien a Rosario, quizá a todos. Si el caso del Paraje San Juan es un pantano, y probablemente lo sea, estos tres perredistas deberán probar cómo lo cruzaron sin manchar su plumaje... "Piensa mal y acertarás", dice el pueblo mexicano que todos ensalzan. ¿Y si pensamos mal y hacia allá están dirigidos los obuses del encantador Peje? El Peje buscó el Paraje, no para hacerse guaje, sino para que, ya limpia, su ruta cuaje. Digo, es un mal pensamiento, tan gratuito como el de mis compañeros que tienen todos los pelos de la transa en la mano y por eso escriben tan seguros.
La mera verdad, no creo que haya habido complicidad de Cuauhtémoc ni de Rosario, como creo en la inocencia del cardenal: porque sí. Pero ineptitud para seguir el caso en tribunales, ni duda: las pruebas están a la vista.
Una vez más, la decisión de la Suprema Corte fue impecable: no atiende la exigencia que, como gobernador, le hizo López porque, sencillamente, sigue habiendo 31 gobernadores, no 32, si bien el lapsus legal da nuevo indicio de soberbia: no sugirió como alcalde, exigió como gobernador. Pero, sensatamente, la Suprema Corte atrae el caso para revisar las muchas y serias dudas planteadas por el alcalde de la Ciudad de México, que tampoco es un cualquiera. Decisión Salomónica. (Más sencilla, pero no menos plausible, la que reconoce en el secuestro un delito no instantáneo: la Corte abre camino al fiscal Carrillo Prieto.)
Que a alguien se le deberá pagar lo expropiado en 1989, lo dicen la ley y la justicia, y si admitimos excepciones no nos quejemos cuando, por ampliación de la calle en que vivimos, no nos paguen nuestra derrumbada casa. O cuando alguien más fuerte decida que en justicia lo nuestro es suyo. Los camisas–negras de López esperan la señal de arranque. Y ya comenzaron: 200 policías del GDF abrieron valla para que tres mil panchos ocuparan un predio adquirido por la constructora El Ángel, con la que López no simpatiza. Estamos ante el mejor ejemplo de que los humanos no podemos vivir sin esperanza. Si Fox ha muerto, viva el Peje.
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