Mas si osare un extraño maíz

publicado el 29 de julio de 2002 en «Milenio Diario»
columna: «la calle»

 

Si es usted un genetista que está a punto de crear una especie de maíz con seis mazorcas de 30 centímetros por caña en Chapingo... llévese su propuesta a Estados Unidos para que de allá nos vendan su maíz excedente, pues si lo intenta en México acabará en la cárcel según el artículo 420 ter del Código Penal Federal, que impone hasta nueve años de prisión aun por "almacenar o transportar" organismos genéticamente modificados. Esto es, ni en los laboratorios de investigación los permite la ley. Prohibición de mejorar alimentos en un país hambriento: ¿cuándo tendremos legisladores responsables?

Ir al grano

En Science del pasado 5 de abril, una sección especial trata sobre el genoma del arroz. Dos grupos de investigación reportan en ese número secuencias del genoma del arroz que facilitarán el progreso en el cultivo de este cereal, decisivo para la alimentación humana. Investigadores encabezados por Yu secuenciaron la variedad de arroz llamada índica, y el grupo de Goff, la japónica.

El genoma del arroz, sigue Science, también provee un útil mapa carretero para investigar los genomas, más grandes en número de genes, de cereales relacionados, como el trigo y el maíz. Otros artículos vinculados al tema tratan las implicaciones para la agricultura y para la seguridad alimentaria mundial, la relación entre el desarrollo económico y la seguridad alimentaria. El editorial y las cartas de los lectores tratan el asunto y piden la continuación de esos estudios hasta tener las secuencias genéticas de los granos que nos alimentan.

Todos, todos, todos

Todos los alimentos humanos del presente han sido genéticamente modificados, no en el laboratorio de biología genética, sino en el laboratorio del campo. Hace 10 mil años no existían el trigo ni el maíz ni el arroz como ahora los conocemos; tampoco la cebada, el sorgo, la avena ni el centeno: todos fueron creados por la mano humana que seleccionó, de las plantas silvestres, las mejores semillas y por la inteligencia que produjo la idea de plantarlas, regarlas, cosecharlas y volver a guardar las mejores semillas, sin consumirlas como habían hecho por decenas de millares de años los humanos recolectores.

Las manzanas servían apenas para medio bocado, la vid daba racimos de uvas esmirriados como pirul. Los humanos modificamos también, genéticamente, todas las razas de vacas salvajes y creamos la vaca actual, y al cerdo, al cordero y al pollo: nada de eso existía in the wild, en la vida silvestre, son creación que a su vez influyó en nuestros vagabundos ancestros, volviéndolos sedentarios, haciendo agricultores donde había recolectores y, a su vez, los alimentos genéticamente modificados nos modificaron: más calorías en los cereales y más proteína animal nos dieron más fuerza, más estatura, más cerebro. El sedentarismo exigido por el laboratorio agrícola produjo las primeras ciudades y al crecer éstas surgieron los primeros gobiernos centrales. La agricultura y la ganadería, con especies cuyos genes habían sido modificados, nos dieron por primera vez en 150 mil años de existencia excedentes que debieron ser almacenados y que constituyeron las primeras monedas. Los excedentes permitieron la existencia de los que no producían su propio alimento: poetas, escultores, pintores, arquitectos; hubo tiempo para pensar qué era el rayo, hasta dónde llegaba el mundo y de qué estaba hecho, con lo cual nacieron la filosofía y la ciencia.

Así ocurrió en el gran laboratorio del Asia Menor hace 10 mil años y unos milenios después en América. Y sólo pudo ocurrir porque nuestros antepasados modificaron los genes de aquello que comían: hicieron ingeniería genética y biotecnología avant la lettre, mucho antes de que existieran esas expresiones. La ley mexicana es por ello imposible de aplicarse: todo maíz ha sido genéticamente modificado a partir de un ancestro herbáceo, el teocinto, y cualquier maíz resulta ser uno de los "organismos" con una nueva combinación de material "genético" penalizados. Por eso el artículo 420 ter es de aplicación imposible.

La pregunta al Congreso es muy simple: ¿queremos conservar amargas las calabacitas, pequeña la mazorca, escasos los granos de maíz, pero de especies muy mexicanas y mas si osare un extraño enemigo..., o queremos mejorar la alimentación de la gente?

¿Quién mató a Espinosa Juárez?

José Enrique Espinoza Juárez murió dos semanas después de haber sido "invitado" por los líderes de Atenco a provocar una riña con policías entrenados para enfrentar multitudes. Armados de machetes, quemaron patrullas, lanzaron camiones contra policías que no emplearon armas de fuego a pesar de verse amenazados con armas blancas.

Espinoza Juárez no era campesino ni tenía tierras en Atenco. El decreto expropiatorio por el que el gobierno federal desea obtener esas tierras para construir un nuevo aeropuerto internacional lo afectaría en la medida en que su modesta casa iba a ser pagada a un precio que, para entonces, ya no era el de siete pesos por metro cuadrado.

Era un hombre enfermo de diabetes a quien las impresiones fuertes ponían en grave peligro. Su esposa le suplicó que no participara en la riña planeada por los líderes, les suplicó a éstos que no insistieran. José Enrique salió y recibió una herida, al parecer de piedra y no de tolete, así que muy probablemente lanzada con mal tino por sus "compañeros", y que nunca puso en peligro su vida. A los pocos días del enfrentamiento, su diabetes hizo crisis, como cualquier médico pudo haber previsto.

El gusto por la muerte, el regodeo en lanzar culpas, llevó a los líderes de Atenco, muchos de ellos no campesinos ni ejidatarios ni propietarios de las tierras en controversia, a intentar llevar el cadáver a las negociaciones celebradas en el Archivo General de la Nación. Por suerte, la viuda tuvo la entereza de espantar a los zopilotes, los mismos que mataron a su marido al ir a sacarlo de su casa.

Pero, si el caso hubiera sido, y no fue así, que Enrique Espinoza hubiera muerto por golpes de tolete, ¿qué debe hacer un policía a quien una turba, armada de machetes, le lanza camiones y le incendia patrullas? ¿Soportar los machetazos como mártires cristianos sometidos a degollina? Un policía a quien se agrede con arma blanca está en todo su derecho de disparar su arma, que es de fuego. Por eso, no debe uno intentar acuchillar policías y si lo hace ya sabe a qué atenerse. Como la guerrilla.

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani

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