Estampa del cambio

publicado el 20 de mayo de 2002 en «Milenio Diario»
columna: «la calle»

 

A casi 34 años de distancia, otra reunión juvenil produjo una respuesta policiaca feroz. Aquélla en el Distrito Federal, ésta en Guadalajara. En julio de 1968 fueron apaleados jóvenes que habían infringido los reglamentos que prohiben pelear en la calle. Tras de un partido de futbol callejero, llegaron a las manos. Los granaderos los persiguieron hasta el interior de sus escuelas y, ya dentro, fueron incapaces de distinguir a los rijosos de los pacíficos alumnos que atendían sus cursos. Hasta profesores y profesoras que preguntaban el motivo de la irrupción policial recibían por respuesta garrotazos, insultos, vejaciones. Algunos muchachos fueron arrastrados fuera de su escuela y detenidos bajo cargos hoy día inconcebibles. Ocurrieron los hechos en la plaza conocida como La Ciudadela, en el centro de la ciudad de México, y con ellos dio inicio lo que ha pasado a la historia como el movimiento estudiantil del 68.

El 4 de mayo de 2002, en las afueras de Guadalajara, municipio de Tlajomulco, una fiesta en la que bailaban y se divertían muchachos de edad semejante a aquellos de La Ciudadela, fue interrumpida por la policía, a pesar de contar con todos sus permisos y de realizarse en una propiedad privada a la que se ingresó con boletos vendidos con amplia publicidad. Sin orden judicial para entrar al club privado, un campo de varias hectáreas, los policías golpearon e insultaron a los jóvenes, los tiraron cara a tierra, manosearon impúdicamente a las muchachas, los pisotearon a todos y detuvieron a varias decenas. A la fecha, jueves 16, permanecían detenidos tres jóvenes.

El domingo 12 de mayo, los muchachos citaron a un baile–mítin en la Plaza de Armas, frente al palacio de gobierno de Jalisco. La reunión se permitió y transcurrió con alegría y no poco rencor, más que merecido por la acción violenta y por las posteriores declaraciones del gobernador Ramírez Acuña, prepotentes como las acostumbraba.

Las diferencias

Durante la fiesta hablaron padres de los muchachos, manifestando completo apoyo a sus hijos y algunos hasta bailaron un rato la música electrónica que consiste en un continuo púmpum, púmpum, púmpum. Los policías uniformados paseaban con las manos cruzadas detrás, los judiciales hablaban por sus teléfonos celulares a la vista de cualquiera, los eloteros hacían buen negocio, los guardias que siempre flanquean la puerta central del palacio estaban en sus puestos, en otro extremo de la plaza había familias paseando al fresco igual que siempre...

Entonces fue visible el cambio ocurrido en el país. Hace 30 años, en un mitin similar, ningún policía se habría atrevido a denunciarse hablando por un radio porque la multitud, nosotros, lo habría casi linchado. Y el mitin, con enormes bocinas frente al palacio de gobierno, la música electrónica y los discursos inflamados, no habría tenido lugar porque, cuando menos, habría sido dispersado a macanazos y, quizá, habría sido ametrallado.

La emoción fue agridulce. De una parte, el enorme placer de constatar que un mitin ordenado, a pesar de la estridencia y el volumen de la música, seguía su curso normal. Por otra, la desolación de que no haya sido así, así de simple, hace tres décadas. El gobernador ha reconocido que los detenidos "podrían ser inocentes", lo cual no ocurría nunca en otros tiempos. Saldrán libres, es seguro. La Comisión Estatal de Derechos Humanos está inundada con casi un centenar de actas contra la policía. El juez sexto, que supuestamente había concedido la orden de cateo, declaró, tan campante y contradiciendo al gobernador, que él nunca había firmado tal orden. Ramírez Acuña tuvo que tapar la mentira con el argumento de que la orden no era necesaria por tratarse de un lugar público, pero en la televisión local le han respondido juristas que un club privado por supuesto no es público... como su nombre lo indica. Y no pasa nada: no le retiran la concesión al canal, no destrozan las redacciones de los diarios donde aparecen caricaturas, artículos y notas contra el gobernador y el jefe de policía.

Ante el recuerdo de la balacera, la cárcel, las fotografías de cadáveres de niños y jóvenes masacrados en Tlatelolco, no puede uno sino preguntarse, ¿por qué no fue como ahora? Me habría gustado señalarle a los jóvenes de hoy, que no pisaban ni los prados y recogieron la basura al retirarse, estas diferencias. Apuntarlas con una sola finalidad: que observen el país que entre todos, ellos incluidos, hemos creado, y la enorme responsabilidad que tenemos todos, ellos incluidos, por conservar estas libertades y estos derechos. Con ejemplar disciplina, con placer, con saltos al ritmo de su pum pum, se tomaron en las manos la defensa del país que están heredando, hecho con sangre y cárcel, y salieron a la calle con aretes, pelos azules, pantalones rotos a propósito, ombligos destapados, zapatos horribles.

Prohibiciones

La Universidad Autónoma de Guadalajara, hace 30 años, estaba llena de carteles en los que se veían un joven y una muchacha, de frente y de perfil. Servía para indicar las prohibiciones en el arreglo personal: el largo del pelo sin tocar el cuello de la camisa, pero tampoco rapado; las patillas, de moda en los años 70, no más de dos centímetros; bigote, sin rebasar las comisuras de la boca; barba, prohibida; campana del pantalón, tantos centímetros máximo; largo del vestido, altura de la plataforma en los zapatos, todo, absolutamente todo estaba regulado. De ese estilo son las expresiones del gobernador: "No permitiremos..." y en los puntos suspensivos coloca todo lo que no le gusta a él. Es el estilo del diputado Fernando Guzmán al negar los datos claros e irrebatibles de todos los procuradores respecto a la muerte del cardenal Posadas, quien murió por usar un auto idéntico al del Chapo Guzmán: auto de narco, gusto de narco, y por tener, sentado tras un vidrio, silueta igualmente rolliza.

Pero el país es otro y tiene cada vez más ciudadanos, como los que defienden el derecho a su estilo de vida, su ropa, su música espantosa y hacen valer la ley cuando las autoridades la infringen. Para decirlo con la letra de una inolvidable canción, de cuando eran cantadas: "Sweet dreams are made of this...".

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani

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