Libertad de prensa y censura
columna: «la ciencia y la calle»
El viejo régimen, encabezado por el PRI, tenía la bien calculada maña de celebrar y cantar en exceso todo aquello donde se sintiera en falta: para la muerta Revolución inventó desfiles con burócratas obligados y encendidos discursos, calles del Obrero Mundial como remedio a la integración orgánica de sindicatos y partido oficial; palabrería para encubrir la realidad. Así nació el llamado "Día de la Libertad de Prensa"... cuando no había mucha. La censura oficial, pero sobre todo la autocensura, reinaba en los medios, con breves excepciones: una temporada de Excélsior, otra de El Sol de México dirigido por Benjamín Wong (vaya para él una calurosa felicitación por los muchos años de Punto y pena por su desaparición), el semanario Política y uno que otro medio sufridor en los estados.
Pero con la desbandada de Excélsior y de El Sol en tiempos de Echeverría, el país se llenó de medios que comenzaron a hacer periodismo, a investigar, a buscar los hilos. La nota oficial pasó a ser lo que debe: referencia obligada para dar voz a una de las partes.
La nueva censura
Hablar en estos días de censura y de libertad tiene una connotación radicalmente diferente. La censura cambió de signo. En mi caso particular, no he sufrido más acto de censura que el despido de La Jornada, diario del que soy cofundador y fui copropietario.
Se publicó el asunto hace años, pero, en celebración del primer día de la libertad de prensa sin el PRI, lo recuerdo a grandes rasgos. Entregué un artículo al jefe de sección; éste lo llevó, como debía, al escritorio de la directora. El jefe de sección lo presentó, además, al de editoriales; éste lo leyó con cuidado y dijo que era duro, "pero Luis da argumentos y hace citas textuales". Con ese "imprimatur" apareció mi solicitud, a Elena Poniatowska, de que corrigiera algunas docenas de citas de su libro más famoso.
"Estás fuera de La Jornada", fue el aviso escueto y telefónico. Quedaba así entendido que había libertad de expresión si, y sólo si, se hablaba mal del PRI. Los tiempos habían cambiado y el objeto de la censura también.
Arte y censura
Para celebrar sus 60 años, la Mutualista, una cantina tapatía de abolengo, organizó festejos entre los que estuvo una mesa redonda sobre Arte y Censura. Hago un breve resumen de mi molesta intervención:
La censura oficial no existe hace mucho. Ningún empleado de Gobernación pasa por las redacciones de los diarios para aprobar o eliminar textos o caricaturas. Eso es un mito que nos hace sentir heroicos. Tampoco en arte existe una censura oficial. Las pocas prohibiciones son ocurrencias de alguien que imagina, prevé, se adelanta a suponer que cierta obra podría molestar a alguien. Hay una solución sencilla: museos y galerías deben avisar, a la entrada, que en su interior alguna imagen puede resultar ofensiva. Así se garantiza el derecho a ver y también el no menos defendible derecho a no ver.
Pero resulta que el arte, con un proceso que comenzó a finales del siglo XIX, se ha alejado del espectador y, sobre todo, del comprador. Cuando Málevich pintó su cuadro titulado "Blanco sobre blanco" en 1917, un cubo blanco sobre fondo blanco, se pudo suponer que el arte había tocado fondo, pero no fue así. Los artistas comenzaron un campeonato por la mejor ocurrencia: una computadora chamuscada en el Cabañas, un cordel entre cuatro armellas en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Se dejó de exigir lo que algunos todavía pedimos: oficio. Sin duda, la obra de arte no es necesariamente "bonita", pero debe mostrar el oficio que exigimos a quien canta en un escenario, escribe un libro o compone una sinfonía, por modernos que sean. Y un cordel atado a cuatro armellas, quizá por un empleado del Museo, no exige oficio alguno. Es una ocurrencia aunque le pongamos nombre: minimalismo.
Así fue como censores y artistas se pasaron el siglo XX buscando ocurrencias, unos para prohibir y otros para ser prohibidos y así promoverse gratis. Ante la falta de público no hay nada mejor que la provocación, ya sea intelectual o religiosa. La intelectual no es muy efectiva porque la gente simplemente se va: con un simple "no entiendo" sale para no volver. Ya les creímos a los artistas que eso es arte moderno, pero no nos interesa.
Los muchos discursos sobre nuestra ignorancia y las repetidas historias de genios ignorados por sus contemporáneos, como Modigliani (¿hay otro?), nos convencieron y tememos reírnos de un genio del siglo XXI. Pero a la exposición no vamos ni que nos amarren.
La provocación efectiva es la religiosa
También en la cosmopolita Nueva York y no en la Guadalajara acusada de tantos pecados panistas, produjo enorme escándalo y hasta amenazas por parte del municipio una imagen de la virgen María decorada con excremento real de elefante, tortas como cuachas de vaca pegadas a la tela. Fuera de eso, la parte pintada era pésima y podía haberse expuesto en la glorieta de Chapalita un domingo sin sobresalir.
El aspecto negativo de la provocación religiosa no es la "falta de respeto", pues hay asuntos por los que puede no sentirse respeto, sino que produce el efecto contrario. Ante la falta de argumentación y de razones, la persona simplemente se atrinchera en la defensa de sus creencias. El pinchazo elemental y rústico hace recalcitrantes a quienes, quizá, pudieron haber escuchado razones que ahora ya no quieren oír.
No le "siga", cardenal
Yo que el cardenal Sandoval dejaría de insistir en que al cardenal Posadas lo mataron intencionalmente, porque quizá es verdad, pero... enlacemos lo hizo días atrás Jorge Fernández Menéndez en Milenio y Público que Posadas Ocampo fue obispo de Tijuana, que allá construyó un seminario con fondos que dieron origen al término "narcolimosnas"; que su mano derecha, el padrecito Montaño, lo menos que hizo fue falsificar un acta de bautizo para que sirviera, a uno de los Arellano Félix, como prueba de que, a la hora del homicidio, él, santamente, apadrinaba un niño en Tijuana. Se leyó en toda la prensa. Quizá las balas sí iban dirigidas al cardenal Posadas, pero por motivos que más valdría a la Iglesia católica dejar ocultos per secula seculorum. Digo, también es una posibilidad con indicios.
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