Monsiváis

publicado el 28 de junio de 2010 en «Milenio Diario»
columna: «la calle»

 

Nadie tiene derecho a imponer a un cadáver un símbolo que no asumió en vida la persona: vi con asombro, luego con indignación, que alguien plantó la bandera arco iris, símbolo gay, sobre el ataúd del muerto e indefenso Carlos Monsiváis. Si alguna valentía no tuvo fue la de asumir su homosexualidad. Dato objetivo: nadie me podrá mostrar un "Los homosexuales rechaz-amos...". Si algo tampoco hizo fue crítica (a tiempo) del socialismo realmente existente, del que descreía en privado pero no le arrancó ni una sola línea pública por temor a su linchamiento mediático. Todos recordamos su debate con Octavio Paz al respecto: a éste le costó que una turba lo quemara en efigie. Paz entonces lo definió certero: Monsiváis no es un hombre de ideas, sino de ocurrencias. A la siguiente Navidad, Monsi cayó a la fiesta de Octavio Paz... Oh sí.

El domingo 20 Enrique Krauze puso el dedo en la llaga al mencionar que Monsiváis condenó al dictador cubano... en los años 90 (Reforma). El Muro de Berlín fue derrumbado en 1989. Típico de su oportunismo que lo hacía caer de pie y encabezar batallas previamente ganadas por otros. En pleno 2007 tampoco plantó cara a la dirigencia que colgó una efigie de Stalin, el más grande genocida en la historia humana, a tamaño soviético, en mitin del Peje. En cambio, las minifaldas del PAN se las comía a sarcasmos... fáciles, tediosos. Entonces sí le salía la celebrada voz juguetona.

Le dijo Paz: se acababa a la estrellita que decía tonterías en Notitas Musicales. Pero, añado, nadie podrá decir que le leyó burlas y sarcasmos contra el presidente Echeverría y su desbocado gasto público que nos llevó a devaluación, crisis económica, deuda externa impagable. Cuando publiqué en nexos mi petición a Elena Poniatowska para que corrigiera datos acerca del 68 —que ella no conoció de primera mano— ambos renunciaron al consejo de redacción de la revista. Luego él volvió, en silencio y disimulado: sabía qué amistades conservar a toda costa. La mía no, la de Aguilar Camín, sí. Y dejó a su íntima colgada. Por el mismo asunto, exigió y obtuvo de Carmen Lira mi despido de La Jornada. Ni de ella ni de Elena ni de ninguno de sus monaguillos hablaba bien.

No fue atrevido con los poderosos ni "generoso con los jóvenes prometedores"... ésa me la sé muy bien: le sirvieron para tejer su red de información y de poder que lo hizo temible.

Dice en MILENIO Jesús Silva-Herzog M: "Si su prosa fue intraducible es porque, a veces, resulta ilegible". Pero, de nuevo: nadie se atrevía a decirlo y pasar por burro.

A su muerte, ningún luto se convirtió en mejor denuncia que el de Jorge Medina Viedas en MILENIO. Al asumir la rectoría de la UdeS preguntó a Monsi qué decir: "Me comentó frases que quedaron ajustadas de manera central en aquel texto." Para oprobio eterno de Monsiváis, las cita: "El movimiento universitario sinaloense como estallido de incorporación a la realidad"... gulp. Que la Universidad no debería estar al margen de "las trascendentales rebeldías populares"... Y que "no hay rupturas con el pasado, sino las recuperaciones críticas que marcan la continuidad histórica"... re-gulp. Tres perlas dignas de sarcasmo por La R: una es boba porque no hay manera de que una universidad eluda la realidad. Pero "las recuperaciones críticas" es para añadirse a Imposturas intelectuales, estupendo libro, o para Cantinflas en El profesor Derrisá.

En FB clama Mario Bellatin (respeto su ortografía): "Si existia alguna causa justa que sostener, alli estaba carlos monsivais para dar el paso al frente....". Pues me los perdí: jamás le vi una polémica audaz, ni un paso al frente donde se expresara sobre un tema aún a debate, con riesgo de error y descrédito. Lo suyo era ir siempre a lo ya seguro y rematar con el chistorete recordable un tema predigerido por decenas de opiniones.

"Las autoridades se quisieron apropiar de la ceremonia", cabeceó risible La Jornada. El homenaje, conducido por Conaculta, institución federal, fue en un recinto oficial, Bellas Artes. No sé que Monsiváis haya rechazado su beca vitalicia como creador emérito del Fonca. Tampoco que rompiera su cheque con el premio nacional de periodismo, que le entregó el presidente priista López Portillo, ¿por qué entonces los gritos contra el secretario de Educación de ese duendecillo asexual que se hace llamar Jesusa?

Más en: Carlos Monsiváis: el gran murmurador, y Erotismo, sexualidad e intelectuales.

 



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