[Carlos Monsiváis] El cronista sin crónica

publicado el 17 de diciembre de 2001 en «La Crónica de hoy»
columna: «la ciencia y la calle»

 

Las fotografías publicadas en Proceso la semana pasada vienen a mostrar lo que muchos vimos la tarde del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco: que los disparos sobre la multitud los hicieron hombres jóvenes, de corte de pelo militar y con un guante blanco en la mano izquierda. Allí están: como siempre los hemos descrito.

Pero Proceso comete la pifia garrafal de basar sus conclusiones en el "testimonio" de quien no asistió al mitin de Tlatelolco. Dice: "Carlos Monsiváis narra importantes detalles del mitin en la Plaza de las Tres Culturas..." Lo que narra en esa crónica, publicada años atrás, es una secuencia de tropiezos que enumero:

  1. "Parte de la prensa, los oradores y la dirigencia del CNH [Consejo Nacional de Huelga] están en el lugar que sustituye al templete, el tercer piso del edificio Chihuahua." Falso: el CNH se había dado la orden de no asistir a ese mitin porque podía ser el momento en que nos aprehendieran. Quienes, contraviniendo nuestra previa sensatez habíamos asistido, estábamos dispersos.
  2. "Se nota un ir y venir de personas no identificadas..." ¿En qué mitin no hay "un ir y venir de personas no identificadas?"
  3. "...o identificadas como sospechosos, con un pañuelo o un guante blanco en la mano izquierda." Si la redacción es digna de ser descuartizada en "Por mi madre, bohemios" (identificadas como sospechosos), también padece la exactitud: los de guante blanco ni iban ni venían: estaban quietos en puntos estratégicos, esperando "una señal convenida", como declaró al MP el teniente Sergio Alejandro Aguilar Lucero. La señal debió de ser la luz de bengala.
  4. El helicóptero no disparó "dos luces verdes de bengala", sino DOS helicópteros dispararon UNA bengala verde y a los pocos segundos una roja.

Pero estas son minucias que sólo demuestran que Monsiváis no estuvo allí. No importan. Lo serio viene después. Dice Monsiváis según la cita de Proceso: "Mueren niños, mujeres, jóvenes, ancianos. El grito coral que exhibe la provocación se multiplica: Batallón Olimpia; no disparen! Los policías y los soldados destruyen puertas y muebles de los departamentos mientras detienen a los jóvenes; a los detenidos en el tercer piso se les desnuda, maniata y golpea..."

Vamos por partes: la primera frase es del conocimiento público. La segunda, eso del "grito coral que exhibe la provocación", no lo entiende nadie; primero, por la habitualmente pétrea sintaxis de Monsiváis; segundo, porque no explica al lector el motivo de ese grito ni las circunstancias. No lo hace porque no sabe, no sabe porque no asistió. Ese grito prueba lo contrario de lo que sostiene Proceso. Nos dice que "Las fotos también muestran la perfecta coordinación entre las Fuerzas Armadas y los grupos paramilitares..."

¡Es exactamente al contrario!: lo que vimos en el tercer piso del Chihuahua fue la absoluta y total descoordinación entre el Batallón Olimpia (integrado por militares en activo y no por "paramilitares") y el ejército regular. Gritaban a coro porque el ejército, que sólo vio civiles disparando, respondió al fuego y estuvo a punto de acribillarlos. No mató a ninguno, pero hirió a varios, entre ellos al teniente citado, al capitán Ernesto Morales Soto, que tenía el mando, y a otros.

El propio testimonio fotográfico desmiente a Monsiváis: en las fotos no aparece ningún soldado en las escaleras ni en los pisos superiores del Chihuahua, donde están las puertas de los departamentos, ni se ven maniatados los detenidos, excepto Osuna que tiene la chamarra y la camisa trabadas por la espalda.

El ejército: qué sí y qué no

Lo que sea de cada quién: yo no vi soldados tirando puertas, como "vio" Monsiváis desde su casa, no vi soldados arriba. Encontré al primer soldado ya de madrugada, cuando los policías me sacaron del departamento oscuro y lleno de agua a donde nos habían metido y me arrastraron a la planta baja. Ningún soldado me golpeó. Me golpearon policías, entre ellos, con especial saña, Mendiolea Cerecero, con una porra de balines. Era tan notorio que la traía conmigo que los demás detenidos, los desnudos de las fotos, murmuraron, infringiendo el mandato de no hablar, que me ocultara entre ellos, pues yo estaba en la última fila. Se abrieron y se cerraron tras de mí.

Estamos pidiendo justicia a más de 30 años de distancia. Pero no podemos caer en contradicciones ni excesos. La responsabilidad del ejército debe, por supuesto, ser investigada. Desde los juicios de Nürenberg contra los nazis, quedó establecido que "acatar órdenes superiores" no exime de caer en delito. Tenemos las fotos de quienes portan el guante blanco y el arma, el testimonio de quienes los vimos disparar contra la multitud, el testimonio de los soldados que vieron los fogonazos y respondieron al fuego, las actas que comprueban que los soldados heridos cayeron por balas de calibre reglamentario; las actas ante el Ministerio Público de los elementos del Olimpia heridos por el ejército, entre ellos los citados Morales Soto y Aguilar Lucero, donde narran minuciosamente la operación y sólo ocultan un detalle: dicen que la orden, "a una señal convenida", era disparar al aire para atemorizar y dispersar a la multitud. El ejército y quienes permanecimos en el tercer piso, los vimos disparar sobre la gente.

En Tlatelolco "alguien" tendió una provocación al propio ejército. "Alguien" que conocía la orden presidencial de rodear la plaza con tropas regulares y el edificio Chihuahua con policías secretos para detener a los dirigentes que, esperaba el gobierno, estaríamos todos allí. "Alguien" vio la mesa puesta: ¿y qué tal si "los estudiantes" dispararan contra el ejército? Para conducirnos a esa trampa nos enviaron provocadores a las sesiones del Consejo Nacional, nos sugirieron "columnas de seguridad", armamento. No caímos. Entonces "alguien" decidió suplantarnos: que unos jóvenes, de lejos indistinguibles a nosotros, efectuaran los pocos disparos necesarios para que la tropa respondiera al fuego. O (no podemos descartar la posibilidad) los propios elementos del Olimpia decidieron que sería más efectivo disparar sobre la gente y no al aire. Como haya sido, no pensaron que el ejército respondería con fuego tan nutrido que los obligaría a tirarse al suelo y, sin un radio ni medio alguno de coordinación, limitarse a gritar a coro Batallón Olimpia, no disparen! Que así cobra sentido.

¿Y Monsiváis? Ya no tenía edad para ser estudiante y por lo mismo se había integrado a los maestros e intelectuales que nos apoyaban. Había publicado una magnífica y famosa crónica sobre la manifestación silenciosa que el 13 de septiembre respondió al gobierno con bocas enmudecidas. El 2 de octubre quedó con dos amigos comunes, Luis Prieto y Héctor Valdés, quien tenía coche, de ir al mitin de Tlatelolco. Pasaron por él a la hora acordada, pero doña Ester, su mamá, los recibió con expresión de "perdonen la mentira" y dijo un "Carlos no está" por donde se traslucía "dice Carlos que no está." Al parecer, toda su vida se ha arrepentido de perderse la mejor crónica que pudo haber escrito. De ahí un texto tramposo, porque nunca cita fuentes, como si fuera testimonio propio; pero tampoco se atreve a escribir en primera persona y se refugia en un tono impersonal: "El acto trascurre un tanto somnoliento..." Luego atribuye al ejército hasta lo que no hizo.

 



artículos relacionados

la talacha fue realizada por: eltemibledani

0 animados a opinar:

 

 

ÍNDICE DEL BLOG

milenio diario

la crónica de hoy

la jornada

revistas

misceláneo

 

etiquetas:


pasaron por aquí


la plantilla de este blog es el "pizarrin" donde, durante sus ratos de ocio, eltemibledani hace sus pininos modificando el xhtml fuente.

páginas vistas

desquehacerados