Tlatelolco
autor: Rafael Pérez Gay
Un grupo de escritores presentamos en la FIL de Guadalajara Tlatelolco, aquella tarde (Cal y Arena, 2016), el último libro que González de Alba editó con mano propia. Esas páginas reúnen los textos que a él le parecían centrales en su memoria, visión, recuento del 2 de octubre de 1968 y también del movimiento estudiantil que en muchos sentidos cambió el futuro de México.
A los textos nuevos los rodean crónicas que había escrito antes, pero que González de Alba corrigió y ordenó. En este sentido es un libro en rigor completamente nuevo. También y ante todo es un testamento sobre lo que Luis pensaba del movimiento estudiantil y sobre todo de la tarde del 2 de octubre de 1968. Reparo en esto: tarde y no noche de Tlatelolco. No dudo en que se convertirá en una referencia clave para quien quiera saber, lejos de la mitología, lo que ocurrió ese día negro.
La textura narrativa de Tlatelolco, aquella tarde se desprende de la memoria, el mejor tono de González de Alba cuando se internaba en el recuerdo. Sus ensayos más poderosos eran personales, ese momento en el cual un escritor se detiene, mira hacia dentro de sí mismo e inquiere a su propia alma. A ese empeño intelectual dedicó González de Alba una parte importante de su obra.
Ese género cuya frontera con el memorialismo apenas se distingue exige una prosa clara e intensa y una honestidad intelectual en la cual no se admiten sepulcros blanqueados, homenajes a ciegas; antes al contrario, ese género exige independencia de pensamiento y audacia. Esta es una de las lecciones interiores de Tlatelolco, aquella tarde.
Un antiguo relato jasídico cuenta que los misterios de toda una vida se encuentran cifrados en un día. Como una ráfaga esas horas se revelan en una luz meridiana.
La fuerza definitiva, la marca indeleble que el 2 de octubre dejó en los líderes del 68 me perturba pues aquellos jóvenes supieron con exactitud del día de esa leyenda jasídica, como si pudieran conocer el futuro o el día de su muerte. Luis González de Alba eligió ese misterio revelado para quitarse la vida. Revelación y recuerdo en una ceremonia del adiós.
Recuerdo esto de alguna discusión con González de Alba:
—Luis, no necesito ser psicólogo para saber que soy heterosexual.
—Nada sabes de ti— se rió.
No tenía razón, pero no tiene caso discutirlo en esta hora, pues él ya no está entre nosotros.
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