El miércoles es Pésaj

publicado el 20 de marzo de 2016 en «Milenio Diario»
columna: «se descubrió que...»

 

Cuando uno se aprende el alfabeto griego y sube a un trolebús en Atenas, lo primero que hace sonreír es el aviso sobre la puerta de bajada: ÉXODO. Sencillamente, salida. Nombre del segundo libro de la Biblia, del Pentateuco o de la Torá, y uno de los más tontos: una fantasía sin anclaje ni en el más débil dato de la arqueología. Narra la salida de los descendientes de los doce hijos de Jacob, reproducidos como conejos en Egipto.

El primer dato hilarante es que una hija del faraón se baña en el Nilo cuando, oh my god, se encuentra una cesta con un bebé y se lo lleva a palacio para criarlo como hijo suyo. Lo llama Moisés porque a esas cestas las llaman moiseses... ¿o es al contrario? Ah, pillina: el guapo jefe de la guardia real pone cara de "yo no fui", pero es muy cariñoso con el niño.

Cuando este niño es hombre, el dios único que se había inventado el faraón Akenatón para destruir el poder de los sacerdotes, le habla desde una zarza que arde sin quemarse: debe exigir al faraón la libertad de los bisnietos de Jacob o ya verá. Vienen siete plagas horribles. La última es nada menos que la muerte de todos los primogénitos de Egipto, incluido el príncipe heredero. Para salvar a los primogénitos de Israel, la familia debe velar y, con la sangre de un cordero, marcar su puerta porque el Ángel de la Muerte es un poco estúpido y hace degollina si no ve la marca. Esa noche de terror y llantos por todo Egipto es Pésaj: Pascua.

Pero la historia de Egipto no está escrita en papiro ni pergamino que se pudren, ni en tablillas de barro que se rompen, sino en granito sólido: muros y muros cubiertos con triunfos y desgracias de faraones. Hasta en el caso de querer desaparecer a un gobernante, como luego hizo Stalin borrando de las fotos a Trotsky sustituido por un florero, los arqueólogos han encontrado óvalos con nombres arrancados a martillazos. Así sabemos del faraón que impuso el culto a un solo dios, Atón.

Y resulta que la peor desgracia en Egipto no tiene ni un murito chiquitico por allí en Karnak. ¿Y el ejército completo que se tragó el Mar Rojo? Nada. Como en el llamado "silencio de fray Juan de Zumárraga" que nada dice del milagro que le ocurrió con las rosas de Juan Diego, y no dice nada porque, lo más sencillo: no vio nada, así la pétrea historia de Egipto nada dice de un pueblo esclavizado ni de siete plagas: las pirámides no las construyeron esclavos, sino campesinos para ganar su porción de eternidad en su abundante tiempo libre. Y no hubo ni heredero muerto ni ejército ahogado en las aguas del mar abierto por Moisés y cerrado a su comando. Nada, nada, nada...

El caso es que a la salida (éxodo) de las doce tribus crecidas en Egipto, siguen cuarenta años en que se pierden en el Sinaí y vagan alimentados por maná que cae el cielo en algo así como de Zapotlán a Colima sin observar: "Pero si junto a esta piedra cagué hace dos meses". Moisés sube al monte Sinaí y Dios le entrega las tablas de la ley, sus diez mandamientos. Y su pueblo se aburre tanto en la espera que cuando baja lo encuentra en gran parranda ofrecida a un becerro de oro.

Esa salida de Egipto es lo que Jesús el nazareno llega hoy a celebrar a Jerusalén. Y entonces viene lo mejor: se ofrece en sacrificio a Dios, que es él mismo, para que perdone la desobediencia de Adán y Eva. Es que la ofensa por ese pecadillo es tan infinita (porque el desobedecido es infinito) que exige el sacrificio ya no de muchos corderos, sino de su propio Hijo. Dios está tan enojado que sólo se contenta si le matan ¡a su propio Hijo! Give me a break!

Pero el rastro de fiesta agrícola, pagana, es claro: Pésaj se celebra en la primera luna llena después del equinoccio de primavera. Esto es: pasado el riesgo de heladas sobre semillas en germinación. Ni princesa que se encuentra un bebé ni vírgenes embarazadas: una fiesta de mis tíos abuelos, los que llevaron las primeras semillas genéticamente modificadas, OGM, la revolución neolítica, al Mediterráneo, aunque no se apellidaran Monsanto.

Medalla BELISARIO DOMÍNGUEZ 2016 para Gonzalo Rivas Cámara, que salvó cientos de vidas a costa de la suya: #BelisarioParaGonzaloRivas

 

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