México, cuna del maíz y pésimo productor
columna: «se descubrió que...»
Si bien el maíz fue obtenido por modificación genética en lo que hoy es México a partir del teocinto silvestre, “el promedio de producción por hectárea es 38 por ciento inferior al promedio mundial. México importa el 30 por ciento de su maíz”, señala el Journal of Integrated Pest Managemen.
“Para combatir las plagas, los agricultores mexicanos emplean insecticidas químicos. Aproximadamente unas 3 mil toneladas de un solo ingrediente activo para controlar el gusano Spodoptera frugiperda, además de otros tóxicos contra otros insectos. Una plaga benéfica porque eleva el precio por kilo es el huitlacoche o cuitlacoche, pero no sirve para hacer tortilla de maíz, el pan usado desde tiempos prehispánicos por los pueblos nativos desde el sur de Estados Unidos hasta el norte de Sudamérica.
Los usos y costumbres tradicionales, que agotan la tierra en pocos ciclos, se aliaron con las tesis de la Revolución de 1910 y su ideología para hundir la producción desde el decreto emitido por Venustiano Carranza: la destrucción de las grandes plantaciones para dotar a cada campesino de tierra propia, pero insuficiente, y la idea soviética de la propiedad comunitaria, el ejido. Los comisarios ejidales acabaron haciendo minirepartos internos para cada campesino, fragmentos de tierra ejidal insuficiente para alimentar una familia.
Fragmentación y colectivización forzadas llevaron hambre y desnutrición al campo. Las tierras agotadas por falta de rotación, sin fertilización natural dado que la tradición manda quemar los restos no útiles de los cultivos en vez de emplearlos como productores de abono, las plagas cuyo control con insecticidas eleva los precios de producción y exige créditos de instituciones clientelares del PRI, la subdivisión de parcelas hasta áreas en las que ni siquiera cabe una cosechadora, produjeron el raudal de migrantes que huyen a Estados Unidos a emplearse donde la propiedad es tan grande como se quiera comprar y faltan brazos.
“Mientras las programas de manejo integrado de plagas, que tienen por meta minimizar el daño económico y reducir los riesgos de salud al medio ambiente, son usados con amplitud en cultivos tales como tomate, pimiento y brócoli, son muy inusuales en los cultivos mexicanos de maíz”.
Para conocer el motivo de persistir en métodos de bajo rendimiento, “un grupo de investigadores mexicanos y asesores en cultivos recogieron información de 2010 a 2013 al respecto de las principales plagas que reducen la producción de maíz, y los principales métodos empleados para controlar esas plagas”. Encontraron que la diversidad en las condiciones de cultivo “era el mayor obstáculo para implantar programas de control de plagas entre los dos millones de agricultores mexicanos, muchos de los cuales poseen campos de sólo dos hectáreas o menos de eso”.
No fue el único obstáculo para ofrecer soluciones al ineficiente campo mexicano. Los autores señalan “la ausencia de variedades de maíz resistentes a insectos. Estas variedades, genéticamente modificadas para expresar proteínas de la bacteria Bacillus thuringiensis, se cultivan en el 90 por ciento de los campos de maíz en EE.UU, cuya producción por hectárea es casi tres veces mayor que la de los campos mexicanos”. Donde un campesino de Morelos produce un kilo o menos de maíz, uno de Nebraska obtiene 3 kilos.
“Según nuestros cálculos, se venden en México 3 mil toneladas de ingredientes organofosfatados cada año SÓLO (mayúsculas de los autores) para control del gusano de otoño y SÓLO en maíz”, dijo el profesor Urbano Nava Camberos de la Universidad de Durango, uno de los co-autores. Además se fumiga con insecticidas para otras cuatro plagas. “Sin embargo, todas pueden controlarse de forma efectiva con semillas resistentes”. Añade una consultante, Guadalupe Pellegaud: “Desafortunadamente, la gente que se opone a esta tecnología en México no parece percatarse del impacto al medio ambiente causado al esparcir más de 3 mil toneladas de insecticidas cada año”.
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