Migración, dinero y felicidad
# 429, septiembre de 2013
Con la caída del Muro de Berlín, en noviembre de 1989, y el posterior ingreso a la Unión Europea de países que habían pertenecido a la órbita soviética, los sociólogos se plantearon la pregunta elemental: ¿más dinero les ha dado más felicidad?
Los movimientos de población han sido grandes, no sólo de países ex socialistas, sino desde economías menores hacia las de mayor desarrollo: griegos emigrados a España, españoles a Alemania, portugueses a Francia, rumanos a Grecia, estonios a Italia…
Un equipo de la Universidad de Leicester, Reino Unido, encontró una respuesta que “podría hacer que los migrantes potenciales se la pensaran dos veces antes de empacar: la mayoría de los migrantes no eran más felices después de emigrar, y los procedentes de Polonia eran de manera más significativa menos felices”, sostiene el artículo publicado por Migration Studies, en el que David Bartram analiza datos de más de 42 mil personas, tomados de la European Social Survey.
Bartram analiza la felicidad de los que se van comparada con la de quienes se quedan. La nota subida por la Universidad de Leicester no especifica los parámetros para medir felicidad… es una lástima, así que debe uno suponer que están dados por la European Social Survey. Démoslos por buenos y medidos con sensatez. Los resultados no explican el flujo migratorio:
“Los migrantes de Europa del Este no parecen haber ganado felicidad por la migración a Europa Occidental. Los migrantes son más felices que los que se quedan (stayers: la envidiable facilidad del inglés para crear términos claros y concisos), pero el análisis sugiere que los migrantes ya eran más felices que los stayers, aun desde antes de migrar; esa ventaja ya estaba presente”.
Esto lleva a Bartram a concluir que la gente no consigue ganancias duraderas en felicidad cuando logra un incremento en sus ingresos.
“Sin embargo, los migrantes pueden mejorar sus ingresos en mucho al radicarse en un país más rico”. Recordemos que la Unión Europea abatió sus fronteras internas, estableció una moneda única, el euro (no aceptado por el Reino Unido) y un Parlamento (en el que los diputados griegos siempre están muy enojados con los diputados alemanes). Así que el paso es libre: no hay fronteras, y los flujos humanos van, como siempre ha ocurrido, de los países pobres (o más pobres) a los ricos. Esto trae altísima demanda de habitación en Alemania y casas vacías en Poros. Y los precios siguen la ley no escrita de la oferta y la demanda: búlgaros y rumanos pelean contra alemanes por un departamento en Stuttgart… y el precio sube.
El estudio descubrió que no sólo polacos, sino los migrantes de Europa del Este en conjunto, “no parecen haber ganado felicidad al migrar hacia Europa Occidental. Pero eso depende también del lugar de origen: “Si la felicidad promedio es la de países como Rusia y Turquía, la migración traerá un aumento de felicidad”… O, sin tantos rodeos: cualquier lugar es mejor que Rusia. “Sin embargo, la gente en Polonia es en general más feliz (al menos en comparación con Rusia, por ejemplo), entonces aparece un decremento en la felicidad en quienes se van a Europa Occidental”.
La gente que busca países más ricos porque piensa que allí la vida es mejor, puede resultar decepcionada. Los salarios aumentan, pero no la felicidad. Para el griego de Samos está por verse que sea más feliz en un estrecho y helado departamento en la báltica y rica Estocolmo. ¿Y la plaza donde al atardecer baila con su mejor amigo un nisiótiko al ritmo de los buzukis tocados por el gusto de tocar?
Samos: traditional greek dance on platía in Kastaneá.
Es inevitable recordar una frase famosa de María Félix: El dinero, por supuesto, no hace la felicidad… Pero, ah, cómo calma los nervios…
Creación de falsas memorias
Hace ya unos 20 años, o más, comenzó en Estados Unidos un extraño fenómeno: una paciente en psicoterapia con una terapeuta iba recuperando, con la ayuda profesional de ésta, hechos horripilantes ocurridos en su más remoto pasado: cuando era bebé de pocos meses su abuelo la había violado con ayuda de la abuela, o su padre con la de la madre o… Las coincidencias eran muchas y comenzaron a ser sospechosas: 1) una mujer, 2) llegada a terapia por un malestar menor, 3) atendida por terapeuta mujer, 4) recordaba haber sido violada en circunstancias monstruosas, 5) a una edad en la que no tenemos recuerdos. Siempre eran casos de violación cuyo recuerdo había sido reprimido de por vida. Violación, obsesivamente violación.
Comenzaron las demandas y las sentencias condenatorias: abuelos o padres encarcelados por violar una nieta o hija de tres meses. Se les condenaba con el testimonio de la violada (que era un recuerdo nunca antes manifestado) y el de la terapeuta.
Eran demasiadas casualidades y varias las contradicciones: no surgían otras memorias, otros hechos, y los neurólogos estaban de acuerdo en que a esas edades no hay memorias permanentes. “El trauma enorme las fija”, respondían terapeutas sin formación en neurofisiología. “Luego la represión las oculta en el inconsciente”.
Pero las pacientes comenzaron a tener otros recuerdos: los muy recientes de sus sesiones de terapia: a ella le dolía la cabeza y no veía claro con un ojo… como si hubiera una sombra. “¿Será la sombra de un hombre?”, preguntaba la terapeuta. “¿Es un hombre alto… como tu padre?”. Y allí comenzaba el trabajo: la paciente no recordaba lo que debía recordar por acción de la represión, bien estudiada por Freud, precisaba la terapeuta, pero con ayuda profesional iba aflorando entre dolor, asombro y rabia el recuerdo “reprimido” en el inconsciente. Descubrieron que habían sido llevadas de la mano a “recordar” lo que la terapeuta había visto desde la primera sesión: una mujer violada porque le dolía la cabeza a las 5 pm y entonces no veía bien con un ojo: había una región oscura. Ajá.
Las pacientes comenzaron a demandar a sus terapeutas, los abuelos salieron de las cárceles y entraron las analistas. Las “memorias recuperadas” cayeron en total descrédito.
Pero el hecho planteó una duda a los neurofisiólogos: ¿es posible crear falsas memorias? Se hizo con niños a los que se implantó una falsa memoria no dañina: el día en que te cortaste y fue necesario llevarte al hospital para ponerte un vendaje. No lo recordaba, luego un poco, al final le era totalmente claro y hasta describía el hospital.
Neurocientíficos del Massachusetts Institute of Technology (MIT) han plantado falsas memorias y las han visto en acción. En ratas porque el daño a humanos sería ilegal.
El principal autor del estudio publicado en Science del 25 de julio pasado, Susumu Tonegawa, afirma: “Sea falsa o genuina una memoria, el mecanismo neural subyacente en el cerebro para recordarla, es el mismo”. Las memorias se almacenan en redes de neuronas para formar rastros de cada experiencia que tenemos: fenómeno demostrado también por Tonegawa. Estas memorias se forman con asociaciones de objetos, espacio y tiempo, se codifican por cambios químicos y físicos en las neuronas y de las conexiones entre neuronas. Se denominan engramas. Si están localizados en áreas específicas o repartidos por todo el cerebro es un debate no resuelto en neurociencia. Al parecer resultan de combinaciones locales con relaciones a otras áreas por todo el cerebro.
Para observar los engramas de una memoria, Tonegawa ha usado optogenética: una nueva tecnología que permite activar o apagar células de forma selectiva empleando luz. El equipo logró que neuronas del hipocampo produjeran, al iluminarlas, una proteína que las enciende.
Así pudieron activar engramas por los que el ratón respondía con un temor a choques eléctricos que no se le administraban. Una falsa memoria que despertaba actividad en la amígdala cerebral, centro del temor y otras emociones que recibe información del hipocampo, de forma igual a cuando el ratón tenía una memoria genuina: bastaba encender las neuronas adecuadas. Y se hacía con luz.
Uno de los autores, el estudiante de postgrado Steve Ramírez, señala: “Ahora que podemos reactivar y cambiar el contenido de memorias en el cerebro, podemos comenzar a hacernos preguntas en el terreno de la filosofía. Parece ficción científica, pero lo hemos hecho en el laboratorio”. Sin duda. Y no sólo es un tema para la filosofía, sino para la ética y la medicina legal.
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