Sentencia previa… o casi
# 393, septiembre de 2010
Lo hemos visto en cine y Cuba lo ha hecho realidad desde hace años: encierra a gente por los rasgos de personalidad que la hacen un peligro para Cuba. Antes de que el sospechoso actúe, ya está preso: más vale prevenir que remediar, es el lema de los hermanos Castro.
Pues la tecnología para esa pesadilla parece haber llegado. “Imagine tecnología que le permita entrar en la mente de un terrorista para saber cómo, cuándo y dónde ocurrirá el próximo ataque”, dice con entusiasmo la nota de la North-western University. No es el “Imagine” al que cantó John Lennon. Pero es un hecho que, una vez disponible una tecnología, se usa.
La prueba se realizó con gran éxito: un grupo de estudiantes planeó un supuesto ataque terrorista empleando información que se les dio acerca de bombas y armas. “Luego debieron escribir una carta con los detalles explicados del plan”. Una vez revisada la secuencia del plan terrorista paso a paso, se codificó en una memoria.
Se les colocaron electrodos en el cráneo a los voluntarios y en una pantalla de computadora se les mostraron revueltos y al azar nombres de ciudades, posibles objetivos de ataques terroristas: Boston, Nueva York, Chicago, Phoenix. Debieron pensar una ciudad para llevar a cabo el ataque antes planeado hasta los menores detalles. Una vez hecha la elección, el nombre de la ciudad-objetivo produjo las más grandes respuestas en ondas cerebrales llamadas P300. Los investigadores pudieron saber así cuál ciudad había elegido el “terrorista” para su ataque.
En 1938 ya había advertido Woodworth, nombre familiar a todo psicólogo: “Podríamos en el futuro usar ondas cerebrales como indicadores del inicio y final de un proceso mental”. Las investigaciones de las ondas cerebrales P300 comenzaron hacia finales de los años setenta del siglo pasado, son ondas que responden a estímulos que el cerebro registra como significativas. En 1977, Science publicó un estudio que medía los tiempos de latencia, esto es entre un estímulo y su respuesta en ondas P300. “Las P300 se producen por un tipo de tareas relevantes. Su amplitud se ha demostrado que es directamente proporcional al ‘valor sorpresa’ de un estímulo. Sin embargo, antes de que un estímulo pueda sorprender debe ser identificado”, y P300 aparece como respuesta en la identificación de estímulos.
El primer estudio que enlazó video-juegos violentos con un proceso cerebral asociado a de-sensibilización ante la violencia se publicó en el Journal of Experimental Social Psychology y tuvo una breve nota en Science del 20 de enero de 2006.
En los años ochenta, las pruebas con las ondas P300 surgieron como alternativa para las pruebas con polígrafo, o detector de mentiras. La crítica, especialmente de académicos, contra este aparato inventado en los años veinte planteaba que medía emoción más que conocimiento.
En la reciente investigación publicada en agosto de 2010, el equipo fue capaz de correlacionar las ondas cerebrales P300 a conocimiento culposo con cien por ciento de exactitud, dice Peter Rosenfeld, del Weinberg College de Artes y Ciencias en la Northwestern. “Sin ningún conocimiento previo del crimen planeado en nuestros falsos modelos de terrorismo, fuimos capaces de identificar 10 de 12 terroristas y, de entre ellos, a 20 de 30 detalles relacionados con el atentado”.
Dicho más claramente: si la prueba se emplea fuera del laboratorio, puede permitir la confirmación de detalles acerca de ataques: fecha, ubicación, arma… La técnica permitió identificación exacta de información crítica oculta. Se emplearon cuatro tipos de estímulos: objetivos para el ataque terrorista, no objetivos, sondeos y estímulos irrelevantes. Los sondeos fueron estímulos que sólo un sospechoso culpable podría reconocer.
Cuándo rechazamos opiniones populares
Se preguntan investigadores de la Ohio State University: “Qué pasaría si usted desarrolla una opinión fuerte acerca de un tema, y luego encuentra que la mayoría de la gente no está de acuerdo con usted?”.
Podría pensarse que eso le daría a usted aliento para repensar sus creencias. Pues no es así, sostiene Richard Petty, coautor del estudio según el cual: “Puede ser que usted sienta orgullo porque fue capaz de rechazar una opinión que la mayoría de la gente acepta”.
En el estudio de Petty participan Pablo Briñol y Javier Horcago, ambos en la Universidad Autónoma de Madrid.
Investigaciones anteriores “han mostrado que la opinión de la mayoría tiene su mayor influencia en personas para quienes el tema no es tan importante o cuando ni siquiera desean poner mucho esfuerzo en pensar al respecto. Si la decisión no es importante, parece con frecuencia lo más fácil irse con lo que todos piensan”, dice Petty.
Los resultados difieren cuando conocemos primero la opinión de la mayoría antes de que pensemos en el tema. ¿Y cuando descubrimos la opinión mayoritaria después de pensar y tener una opinión? Si nuestros argumentos son malos (y podemos reconocerlo), resulta mejor avisar por anticipado que tenemos el apoyo de la mayoría. Somos así más convincentes.
El hallazgo clave es que si la persona ya se formó una opinión, se confirmará en ella si descubre que está en minoría. Los mejores efectos persuasivos se obtienen, si los argumentos son débiles, adelantando que la mayoría está de acuerdo, antes de presentar el tema a debate. Las personas confían en “la sabiduría de la multitud” para guiar su opinión. Pero si informamos que la mayoría nos apoya después de presentar malos argumentos, es demasiado tarde: sólo daremos mayor confianza a quien ya se formó la opinión contraria.
Al tratar de convencer, ¿aviso o no que la mayoría apoya mi opinión? Los resultados difieren con la calidad de los argumentos: si tenemos razones poderosas al exponer un tema a debate, es más efectivo revelar el apoyo de la mayoría después de dar tiempo para pensar el tema en solitario. Esa mayoría confirmará a la persona en su decisión. Cuando los argumentos son malos, el primer problema es que logremos aceptarlo; en ese caso, echemos por delante el dato de que contamos con la mayoría, ablandaremos con eso un poco, y después los argumentos malos no lo parecerán tanto.
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