Los europeos nos roban la historia
columna: «la calle»
En un pasmoso alud de mentiras y miel, ante los reyes de España Elena Poniatowska escamoteó con ágil capote la Conquista para banderillear a Estados Unidos como invasor tragón resistido por indios “con escudos de oro y penachos de plumas de quetzal”. Eso explica la extinción del hermoso pájaro que alguna vez habitó las selvas húmedas del sur de México y de América Central. Pero las batallas en las que indios detuvieron a marines todavía están por descubrirse.
El asunto no es trivial: es un paso más en la infantilización de la izquierda, encerrada, como doña Blanca, en pilares de oro y plata (¿qué tal me veo imitando a la imitadora de lenguaje “popular”?). Los indios tampoco detuvieron a los españoles: se unieron en masa a ellos contra el odiado imperio del centro, los aztecas, y lo derribaron. Menos aún detuvieron a las tropas de Estados Unidos. De haberlo hecho, ay de los californianos y texanos, gobernados desde el DF, y que no tendrían por presidente a Obama, sino a Peña Nieto… Deseo no tan inconsciente de Elena. No habría Golden Gate ni industria petrolera texana, toda en manos de Romero Deschamps y sultanes rateros de Pemex.
Las zonas más miserables de Chiapas son las zapatistas. Las mujeres indias siguen humilladas por usos y costumbres que les imponen los hombres. Los números, los molestos números, eso dicen.
Aventuro que si no hubiera recibo el premio Cervantes, sino el Pulitzer, la embestida habría ido contra los conquistadores españoles y los bravos indios que, no los detuvieron, pero hicieron lo suyo “con escudos de oro y penachos de plumas de quetzal”. Es que, chatita y todo, tiene muy buen olfato. Ni si el oro fuera tan abundante como las piedras se harían escudos de oro porque es un metal maleable que no detiene una flecha, menos una bala.
En cambio, el colega Agustín del Castillo, enviado de MILENIO, nos relata una historia de éxito en todos los aspectos: económico, social y ecológico que deberíamos aplicar en todo México. Desde Bahía de Kino, Sonora, nos narra cómo los pescadores cambiaron la depredación por la pesca sustentable. No fueron los apapachos de mami, sino la experiencia sumada a la educación: Leopoldo Encinas lograba capturar hasta media tonelada de langosta en una jornada. Hoy no siempre logra 20 kilos: “La verdad, éramos muy depredadores; creo que hicieron muy bien los conservacionistas en buscarnos para establecer estos proyectos de desarrollo sustentable: ahora protegemos lo que antes destruíamos”.
Cambiaron de usos y costumbres y el Mar de Cortés sigue produciendo. La tendencia de toda especie es a depredar. Un ejemplo son los lobos que se encuentran, para sorpresa suya, con un hato de borregos en un corral y sin escapatoria: matan y matan y matan en sangriento frenesí inexplicable, para furia del granjero. Es que in the wild, un lobo o un león mata una gacela y las demás huyen, así que se pone a comer. Pero ante la mesa con un banquete servido pican de todos los platillos.
También los humanos. “Antes íbamos a agarrar todo lo que se podía, pero ahora es diferente”.
Los meses de abril y mayo son de incendios en bosques. Muchos de ellos provocados por urbanizadores, como ocurre con el de La Primavera que provee a Guadalajara de oxígeno y agua porque, la lluvia que se escurre por nuestras calles, en La Primavera se infiltra a acuíferos bajo tierra que luego surten pozos.
Para empezar, debemos demoler la Villa Panamericana que nunca debió construirse en los linderos del bosque y despierta ambiciones de ricos fraccionadores y de pobres sin casa. Nadie vigila mejor un bosque como sus dueños y beneficiarios que levantan una industria maderera sostenible, sustituyen árboles y cuidan fauna.
Pero tenemos en contra la versión infantilizadora, Disney, de pobres e indios a la que se aferra buena parte del PRI y del PRD, y toda MoReNa. También la prensa se guía por good news are no news. “Se habla poco de los esfuerzos sostenidos que empiezan a dar resultados para recuperar pesquerías”, dicen habitantes de Baja California a MILENIO.
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