¿Y Katia Ortega Kanoussi?
columna: «se descubrió que...»
Soy amigo de Dora Kanoussi hace años. Es una griega, casada con mexicano y con hijos mexicanos, que habla un español sin acento como cualquier mexicana; una comunista gramsciana, culta, que habla además italiano y alemán. Ha peleado años porque se haga justicia en el caso de su hija Katia (o Katja), muerta el 19 de abril de 1987, en circunstancias cuando menos extrañas.
En apariencia fue un accidente: cayó de un balcón a varios pisos de altura y se mató. Pero su madre, Dora, fuera de México por unos meses, había recibido varias cartas en las que Katia mencionaba su preocupación por las bravatas de su novia, de nombre Gabriela, quien la amenazaba con matarla si la dejaba.
Los hechos son: Hubo una lesbo-fiesta a donde las dos asistieron. Las amigas, detenidas, afirmaron que Katia se sentó en el barandal del balcón y perdió el equilibrio. Hasta allí es creíble.
No lo es la reacción de las enfiestadas. ¿Llamaron una ambulancia? No. ¿Llamaron a emergencias? No. ¿La trasladaron a un hospital? No. Salieron corriendo y dejaron a Katia en el suelo, muerta o agonizante. Si hubiera salvado la vida ya nadie lo sabrá porque la abandonaron.
Publiqué al respecto en La Jornada. Pero en los tiempos de las cavernas precibernéticas, cuando yo escribía a mano, con pluma fuente de plumín de oro y luego pasaba a máquina. No tengo mi artículo en archivo de computadora y debí pedir la fecha a Ninaki, hermana de Katia. Tampoco recuerda el apellido de Gabriela, pero sí que era muy amiga de una joven a la que conocí en relación heterosexual con un joven sin adjetivos: Ina Payán, hija de Carlos Payán, por entonces director de La Jornada. De subdirectora estaba Carmen Lira… Ups. La médula del embrollo.
Por mi publicación perdí algunas amistades femeninas que no me importaban. Pero no tuve ni una sola respuesta, una aclaración. Nada. Salvo caras largas. Silencio culposo, dije y digo.
Tiempo después, liberadas todas las detenidas, Dora pidió audiencia con Jorge Carpizo, entonces al frente de la PGR. La recibió y prometió investigar. Carpizo estuvo en la PGR solo un año. Hubo, por supuesto, tormenta de abajofirmantes… a favor de las detenidas. Los padres de Katia respondieron en Proceso 11.03.89: “En el juicio por el homicidio de nuestra hija Katja Ortega Kanoussi (…) nos llama poderosamente la atención que algunas personas y organizaciones firmen desplegados exponiendo públicamente a ‘la maestra Dora Kanoussi’, como responsable de acusaciones injustas y del encarcelamiento de las inculpadas, sin ofrecer pruebas ni de la inocencia de éstas ni de la culpabilidad de aquélla”. Todas estaban ya en libertad.
Dora se fue de México. En alguna temporada mía en Atenas, supe que Dora estaba allí, llegada de Suiza, y la fui a ver. Encontré a una mujer callada, de mirada distante. Hubo largos silencios. En algún momento me dijo: “México me debe la explicación completa sobre la muerte de mi hija… Es algo que México me debe”.
La pregunta es: ¿por qué salieron todas corriendo y no intentaron siquiera trasladar a Katia a un hospital? Solo se me ocurre una respuesta: porque la vieron muerta y su caída no fue accidente. Por eso la abandonaron en el suelo. Por eso huyeron todas. Es un delito no llamar a emergencias. Es más grave encubrir un posible empujón durante una riña de novias y abandonos. La ruptura de Katia con Gabriela hace sospechar esto.
Joven, nunca fui de fiestas gays porque andaba haciendo sindicatos y partidos de izquierda con muy queridos amigos bugas. En la madurez tampoco y mis fiestas eran con amigos bugas, héteros, aunque no me negaba a satisfacer curiosidades de cómo era eso de una relación entre dos hombres. Pero no me imagino ver que un amigo, buga o gay, cae de un balcón, en una de nuestras nutridas fiestas, y salgo corriendo con todos mis cuates sin auxiliarlo… Pero hay diferencias de “género”. Yeah.
Si hubo amenazas cumplidas, es delito que ya prescribió. Si hubo homicidio, ya prescribió. Pero la vergüenza y la culpa de abandonar a una amiga en un charco de sangre, no prescriben jamás.
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