CNDH: omisión culposa o cómplice
columna: «la calle»
El detallado relato con que Jorge Fernández Menéndez nos recuerda, en entregas de Excélsior, la fuga de Joaquín El Chapo Guzmán, detalla cómo la presidenta de la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Jalisco (CEDHJ), Guadalupe Morfín, dio puntuales y abundantes avisos a la Comisión Nacional (CNDH), presidida entonces por José Luis Soberanes, acerca del control con que se habían hecho del penal de Puente Grande los peores delincuentes, entre ellos El Chapo.
José Luis Soberanes ni siquiera tomaba las llamadas de la presidenta de la CEDHJ. Eso, en una situación de emergencia tan grave como fue el control del penal de “alta seguridad” en Puente Grande, Jalisco, por los mismos presos, con todo y los alarmantes avisos de Guadalupe Morfín, es una omisión culposa por la que Soberanes nunca ha sido llamado a rendir cuentas. Su pasividad sigue impune.
Fue peor que pasividad: un momento de particular indignación es cuando el primer celador denunciante llora ante Guadalupe Morfín porque la CNDH los hizo repetir su denuncia, a él y a otros celadores honestos, de cara a los mismos denunciados: las autoridades corruptas del penal que habían cedido el mando a la banda del Chapo. La CNDH prevenía así a las autoridades carcelarias: “Mira quiénes son los que te denuncian”.
El resultado de que la CNDH pusiera sobre aviso a las autoridades del penal, cuando menos sospechosas, lo supimos todos: el 18 de enero de 2001 El Chapo Guzmán se fugó de Puente Grande, con todo y su alta seguridad. El Senado no analizó la cadena de denuncias ignoradas. El presidente Fox tampoco hizo más que sus declaraciones a trompicones que debían ser traducidas por su vocero.
El presidente Calderón entró con ímpetu que hacía prever el final de la complicidad entre autoridades y bandas criminales. Se le vino abajo caso por caso cuando la integración de las acusaciones mostró una incapacidad que también debía ser juzgada como omisión… al menos.
Este 22 de febrero fue recapturado el inasible Chapo Guzmán con un delicado operativo de Gobernación, Defensa, Marina, PGR, Policía Federal y Cisen. Tuvieron el buen juicio de no informar a las autoridades civiles. Por eso El Chapo no fue avisado, como ya había ocurrido poco antes, localizado en Culiacán.
Pero no puede ser el punto final: denunciar a los celadores honestos exige una investigación, ya fuera torpeza o mala fe de la CNDH. Los errores del MP en las consignaciones de alcaldes de Michoacán, la protección del PRD al diputado Godoy, con orden de aprehensión y vinculado con La Tuta, también.
La razón y la sinrazón
Fernando Escalante es uno de los comentaristas con más asombroso nivel de información y precisión de datos. Escribía para el diario La Razón. Parece leer cuanto se publica en el mundo. Es implacable con el periodismo militante que inventa noticias donde hay apenas una sombra de chisme, como hace La Jornada.
En La Razón Gil Gamés añade a la información sátira aguda. Pablo Hiriart, el director, no los censura y destaca en primera plana la resistencia a la dictadura chavista y cómo el presidente de Venezuela da tumbos entre la ignorancia, la tontería risible y la paranoia.
La solución fue sencilla: La Razón tiene un propietario, así que la queja de La Jornada se elevó al propietario, Ramiro Garza Cantú. Éste pidió que La Razón no señalara más la creación de una realidad paralela a gusto de la directora, Carmen Lira. “Don Ramiro: en ese mundo usted y yo estaríamos presos”, se podría responder al magnate.
Renunciaron los tres. Luego un jurista de primera línea: Luis de la Barreda, y siguen las renuncias.
¿Cómo obtuvo Carmen Lira ese poder? Hay la versión, no confirmada, pero abundante y verosímil, de que al magnate le insinuó que en La Jornada podrían aparecer vínculos de sus empresas y familiares al caso Oceanografía y su estela de fraudes en miles de millones.
La Jornada, propiedad de Carmen Lira, es apenas una muestra de lo que nos esperaría si López Obrador llegara a la Presidencia. Por suerte, eso ya es imposible: su desquiciamiento mental se ve desde lejos.
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