Qué flojera con la mochería
columna: «la calle»
Imaginemos el nivel de incendio si el PAN, en cualquiera de las ciudades que gobierna, y, peor aún, en el DF, se hubiera propuesto ir contra los table dance con clausuras, detenciones hasta de personal de limpieza (por complicidad) y supuesta liberación de checas y ucranianas obligadas a desnudarse y embarrarse contra un poste. La sobrecarga habría quemado los procesadores y servidores de Google, Face y Twitter.
Dice el blog de Nexos el pasado 13 de febrero en estudio de Claudia Torres Patiño: “El pasado 31 de enero, el Juzgado Primero de Distrito en Materia Administrativa en el Distrito Federal reconoció que la prostitución es una forma de trabajo más. Ninguna ley prohibía el ejercicio de la prostitución, pero hacía falta que una autoridad lo dijera con todas sus letras: la prostitución ejercida libremente y por personas mayores de edad, debe considerarse un oficio amparado por la libertad de trabajo. Esto es lo que protege el Artículo 5º de la Constitución…”
Como las valerosas mujeres que han arriesgado cárcel al hacer públicos sus abortos, yo he recibido en dos ocasiones pago por sexo: la primera me sorprendió, pues no había pedido nada, la segunda no acepté porque la noche y los vidrios subidos no dejaban ver si el billete era de 50 o de 500 francos… No, no había euros ni Unión Europea.
Miguel Ángel Mancera es un jefe de Gobierno del DF que subió como espuma, que llegó con la simpatía de muchos que no soportamos al PRD y sus bejaranianos, que deseábamos una luz en la izquierda tenebrosa, la habíamos visto apagarse cuando el Mesi se impuso contra Patricia Mercado, mujer civilizada, culta y, además, bonita. Pero Mancera se parece a mí: nos da por demoler la “imagen pública” que nos imponen. Él para acercarse a la “izquierda” mocha y salvar putas que no quieren ser salvadas.
No son esclavas, no las entierran sus Poquianchis en la huerta trasera cuando mueren sin atención médica. Putean como trabajo y, descubrió con santo horror una amiga feminista alta y flaca, un trabajo en el que tienen orgasmos. A veces agradable, pues. Aunque de pronta jubilación.
Y las “rescatadas” ni putas eran, sino bailarinas de tubo. Pero meterles un billete en el calzoncito convierte al cliente del bar en proxeneta, que sí es y debe ser delito. Firmaría encantado el cardenal Rivera con toda la Curia.
Lo dijo, en referencia a la cárcel que es Cuba, no recuerdo si Cabrera Infante o Vargas Llosa: “Donde no hay putas no hay libertad”. Y donde ni teiboleras hay, peor.
Quemar camiones: cuándo sí y cuándo no
En Guadalajara, un camión de transporte público, de las tartanas inmundas llamadas micros, a exceso de velocidad, atropelló a 20 personas frente a una preparatoria de la UdeG y mató a una joven de 18 años. Las autoridades tapatías se han puesto muy enérgicas: “La Secretaría de Movilidad canceló la concesión de la unidad”, dice MILENIO-Jalisco. ¡Oh! Ahora sí se enojaron. A ese paso serán necesarios otros 20 mil accidentes. Según El Informador, toda la ruta pasa a control del gobierno estatal. Así ya nomás se “ocupan” otros 720 muertos y 15 mil heridos.
Cuando llegué a estudiar a la UNAM me enteré, con pasmo porque iba de la tranquila Guadalajara, que en la terminal de la Ciudad Universitaria estaban quemando, en alguna ocasión, una docena de camiones. ¿El motivo? Un estudiante atropellado. Uno. Y camión que pasaba lo detenían, bajaban el pasaje y le prendían fuego.
Se llama justicia popular. Y no cuando los toman para exigir empleo automático de maestro al terminar la normal.
Les ponen “control de velocidad por computadora” y ya lo podían poner con satélite: seguirán corriendo porque los dueños de camiones les pagan a los choferes por correr y los castigan por retrasos, cuando deberían castigar al que llega adelantado: señal de que corrió.
“No les paguen por correr”. Mantra para repetir 100 veces.
¿Y el asesinato de GONZALO RIVAS, quemado vivo por los normalistas que incendiaron a propósito la gasolinera donde trabajaba?
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