Retacería del 2013

publicado el 30 de diciembre de 2013 en «Milenio Diario»
columna: «la calle»

 

Los mexicanos tenemos una explicación inmediata, y muy ingenua, para la pobreza de nuestro país, rico en plata, petróleo, gas, bosques, mares y minería: los políticos nos roban. Con frecuencia es verdad, aunque no son los peores: los capitales más ofensivos e inexplicables no son de políticos, sino de “obreros”, de “trabajadores” ascendidos a líderes sindicales: el líder petrolero apodado La Quina, el sultán de Borneo Romero Deschamps, La Maestra, el huido Napoleón, cabeza del sindicato de mineros sin haber sido minero. Pero no es lo que nos empobrece, sino las pésimas inversiones del presupuesto.

Fox no se robó, en su Presidencia, los enormes excedentes petroleros de la bonanza en los precios: los hizo más burocracia, contra la doctrina panista de gobiernos ligeros e inversiones fuertes en infraestructura, que llenó de ensayos fallidos. Atraer inversiones para sustituir, con empleos, los programas sociales caritativos, como se esperaba del PAN, fue torpedeado por la oposición y olvidado por Fox.

No fue el robo, sino el despilfarro de la docena trágica: la de Echeverría y López Portillo, lo que hundió el peso hasta 3 mil por dólar y desató una inflación que sólo conocíamos por noticias de Sudamérica.

A las reformas del presidente Enrique Peña les urgen controles. ¿De los inversionistas? Sí. Pero más de los patriotas internos. La fiscal, por ejemplo, no trae los necesarios controles del gasto público ni del bolsillo sin fondo de congresistas y de toda autoridad con viáticos. Ni siquiera ha habido la prometida reducción de diputados y senadores plurinominales, cuota de los partidos, ni la urgente reducción de salarios y, más aún, de aberrantes prestaciones por las que nos cuesta, cada uno, un millón de pesos mensual.

Nos pasan la nota por rastrillos y tampones que usa (ignoro dónde) el diputado Joaquín Portilla, de Jalisco. Tienen para eso sus desorbitados salarios. Y además, nos cobran seguro de gastos médicos privado cuando son los promotores de los servicios de salud públicos. ¿No pueden ir al ISSSTE y, de paso, verificar el mal servicio que les dan y ponerle remedio?

A muchos nos gustan las buenas cosas, pero pagamos de nuestros salarios y honorarios. ¿Me alcanza para esta Eau de Cartier? Así vivimos, a veces bien, los que no tenemos arca abierta en el presupuesto de la nación. ¿No podrían nuestros políticos gastarse sus principescos ingresos en “estar presentables”, como dijo Portilla?

Es fácil incurrir en un izquierdismo baratón: vi a Fulanita, senadora del PRD, cenadora de fuente de ostras en Pied de Cochon con botella de Pinot grigio por un lado. No es eso lo malo: gana suficiente para pagarlo, sino que nos pasa la nota de sus antojos (que también son los míos, pero no se los cobro al contribuyente).

Imagine que son médicos...

Se entiende que los maestros no quieran someterse a evaluaciones: se conocen bien. Lo incomprensible es que no los avergüence gritarlo en las calles, bloquear avenidas, tomar casetas de pago en carreteras, instalarse por meses en el DF con mantas y pancartas que sostienen exigencias tan deshonrosas, y el derecho a vender, rentar o heredar una plaza definitiva de maestro.

Los legisladores y políticos con cargos de elección popular se someten al examen de sus votantes cada que van a comicios: es su evaluación ordinaria. Los médicos residentes de hospitales deben mostrar que se mantienen al día en su especialidad. Asombra la desvergüenza. ¿Se dejaría usted intubar en Terapia Intensiva de Nutrición por el primo del médico experto porque le compró la plaza?

El nivel del debate es tan rastrero que no deberíamos perder tiempo y papel en eso.

¿Y el asesinato de GONZALO RIVAS, quemado vivo por los normalistas que incendiaron a propósito la gasolinera donde trabajaba?

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani

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