Nuestra deuda

publicado el 30 de septiembre de 2013 en «Milenio Diario»
columna: «la calle»

 

Los sesentayocheros le debemos a los jóvenes una explicación amplia y fundada acerca de los motivos que tuvimos los jóvenes de aquella época para salir a la calle en manifestaciones, entonces prohibidas, y exigir el cumplimiento de seis demandas que nadie lograba repetir: uno se quedaba en tres, otro en cinco. El famoso pliego petitorio debíamos leerlo. Ni uno de sus puntos hacía referencia a algún asunto educativo, estudiantil, que pudiera explicar la movilización de millares de estudiantes por todo el país, y de forma ejemplar en el Distrito Federal.

La narrativa (aplico el término en su sentido correcto) originada por los hechos de 1968 es abundante: crónica, poesía, ensayo, cine. Pero no logramos explicar algo esencial: por qué tantos jóvenes salimos a la calle sin haber tenido, la mayoría, más expresión política que el rechazo a toda política y a todo mitin o marcha callejera.

Economía y Ciencias Políticas hacían paros frecuentes: 24 horas contra la guerra de Vietnam, huelga por Vallejo y Campa. Pero al comenzar agosto de 1968 toda la UNAM estaba en huelga. No sabemos qué se movió en Letras Clásicas, Ingeniería, Medicina, Química, Veterinaria para que siguieran en huelga después de la manifestación encabezada, el 1 de agosto, por el rector Javier Barros Sierra. Cuando el rector llamó a reiniciar clases no lo siguieron ni las facultades técnicas, que le eran más afines.

Como el sistema nervioso vago, responsable de fisiología involuntaria y casi nunca consciente, tuvimos los jóvenes una respuesta vagal: nadie sabía los nombres de los presos políticos ferrocarrileros porque nunca les habían importado; pero el sistema vago se rebeló como nos ocurre cuando vomitamos.

Luego, cautivados por la insospechada explosión social, volteamos a admirarla y nos convertimos en estatuas de sal. Por eso ahora somos la generación del NO, como bien la llamó Federico Reyes Heroles, la que ha paralizado el país, somos los hombres (y por desgracia también las mujeres) que hoy tenemos entre 55 y 70 años. Fuimos esenciales al construir la democracia... y parte de los bloqueos, como en la estatización de la banca por quien se autodenominó "el último presidente de la Revolución", López Portillo, cuyo último año de gobierno, 1982, es la frontera mencionada como fecha en que México perdió el rumbo. Hemos caído en todas las trampas: Marcos, López, Atenco, Chávez, SME, CNTE...

En 1982 estuvieron, pocos, en la encerrona sin teléfonos para preparar el golpe que debía ignorar hasta el Congreso y el Presidente electo, De la Madrid; pero otros muchos lloramos de gusto ante el anuncio de que los banqueros "no nos volverían a robar". Fuimos los que estatizamos la banca y aplaudimos el "gasto social" echeverrista, ese cheque sin fondos que nos hundió en crisis sexenales.

Los que teníamos en 1982 entre 25 y 40 años hemos sido solución y obstáculo: la democracia, sin duda; también la falta de crecimiento porque nuestras tesis centrales, las de una Revolución Interrumpida que debíamos retomar, ven con sospecha las inversiones de capital y defienden un Estado cuasi soviético, poseedor hasta de cines y tortillerías. Democracia política y conservadurismo, promotores del futuro y nostálgicos del cardenismo, que aprendió a ser corporativo con el populismo fascista. Lo repito.

Me gustaría saber el nombre del soldado que me dio un pedazo de melón, de su rancho, la madrugada en que me llevaban detenido a los transportes del Ejército; del militar que se golpeaba una mano con otra, en el cuarto oscuro para interrogatorios, con el fin de que afuera creyeran que me golpeaba, invitarle unos tequilas, disculparme por tardar 20 años en entender... Tampoco es muy cierto: sé el apellido del soldadito flaco que me llevó una cobija en el Campo Militar cuando me vio temblando sin camisa en la celda con cama de metal, sin una colchoneta, apenas unos periódicos; pero no me prestó la suya, sino la de otro que, cuando volvió, armó un escándalo y así me enteré del nombre de ese soldadito menor que yo cuando, cabizbajo, llegó a pedirme la cobija: Cayete, y nunca lo he buscado.

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani

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