De verdad... ¿todos son iguales?
columna: «la calle»
Imagine usted a Manuel Bartlett Presidente de la República de 1994 a 2000. Ahora trate de verlo, la noche de las elecciones del 2 de julio del año 2000, apareciendo en TV antes de la media noche, para (imaginación que exige esfuerzo) admitir, por cadena nacional, que el PRI, su partido, había sido derrotado frente al PAN... ¿No logra verlo? Yo tampoco. Añada algo más difícil: vea que Bartlett le ofrece a Fox todo su apoyo para la entrega del poder y una transición limpia y sin bloqueos. Creo que nadie tiene imaginación suficiente para ver eso.
Pero fue lo que hizo Ernesto Zedillo en cuanto el IFE señaló la ventaja irreversible del PAN. Conclusión: hay en el PRI diferencias enormes, sí hay un "nuevo PRI". No me atrevería a detallar si Peña Nieto quede incluido, a pesar de su juventud, pues hay jóvenes conservadores. Pero a favor de Peña cuenta algo que el PRI dinosáurico jamás aceptaría: la apertura de Pemex a la inversión privada para sacarlo de ese marasmo que lo hizo perder 90 mil millones de pesos, según notas de esta semana. Hemos conseguido los mexicanos otro récord Guinness: una petrolera que pierde. Podemos solicitar otro Guinness: el país que más récords Guinness frívolos e intrascendentes ha acumulado: el cucurucho con adornos de árbol navideño más alto del mundo, la rosca de reyes más grande, y demás.
Ya sé: Pemex pierde porque entrega al gobierno en impuestos más de lo que gana. De ahí sus números rojos. Y ese dinero se invierte sobre todo en gasto corriente: salarios de una cada vez más gorda burocracia, incrementada por el PAN... que cuando fue oposición exigía adelgazar. Muy cierto que Pemex pierde. Y muy injusto. Pero es el sistema que tenemos desde los tiempos del PRI y que, en dos sexenios dos, el PAN no ha modificado. Como tampoco ha hecho ni el intento por derrumbar los pilares corporativos que son la fuerza del PRI: ese "toma y daca" ideado por el presidente Cárdenas y todavía en vigor para comprar el apoyo de sindicatos y organizaciones sociales a cambio de no pedir nunca cuentas por los ingresos que, del erario y de las cuotas, elevan a clase de sultanes las camarillas dirigentes de los sindicatos.
Bien: ese Bartlett tan opuesto a Zedillo, buscó su cauce natural y va del brazo y por la calle con LoLo, otro priista del Cretácico Inferior que se vende como novedad amorosa y con frecuencia olvida el nuevo guión o resulta de tan pasmoso travestismo que se le ven las costuras. Un ejemplo: cuando fue jefe de gobierno en el DF, tuvo la oportunidad de impulsar legislación favorable a la libertad de la mujer para decidir si aborta o no, y pudo, desde el poder absoluto que le otorgaba una Asamblea de Representantes atenta a sus menores deseos, ofrecer a parejas homosexuales igualdad de derechos en matrimonio y adopción. No lo hizo porque es un hombre profundamente conservador, formado en el echeverrismo y añorante del año, 1982, que menciona una y otra vez, en que dejó la Presidencia quien se definió a sí mismo como "el último Presidente de la Revolución": López Portillo.
López Obrador empleó a fondo la técnica del PRI y evitó conflictos con la Iglesia Católica a cambio de silencio. El gobierno de Marcelo Ebrard, al contrario, logró que la Asamblea de Representantes del DF aprobara esos temas espinosos: ni siquiera dentro del PRD todos los políticos son iguales... aun si vienen del PRI.
Entre que es conservador y que tiene olfato político, a LoLo no le resultó difícil evitar la furia de la Iglesia Católica en temas que tampoco a él convencen. El cardenal Norberto Rivera cortaba siempre los listones de cada obra inaugurada, y el jefe de Gobierno paraba iniciativas molestas para el cardenal: la más pura tradición corporativa del PRI. Y de pilón te doy un terreno propiedad de la ciudad para que vendas urnas con paraíso incluido. Cardenal y jefe de Gobierno conocen bien sus negocios.
LoLo ahora se apropia de esas banderas: propone como Presidente lo que no hizo como jefe de Gobierno... Lo hace al entrar en el año 12 de su campaña presidencial, porque aprendió las mañas en el PRI: otea la dirección de los vientos y encuentra que es hora de exhibir en su vitrina electoral lo que ni mencionaba cuando tuvo el poder, y fue poder absoluto.
Lo dicho: ni siquiera dentro del mismo partido los políticos son iguales. Ese reduccionismo nos conduce a la parálisis política si "todos son la misma porquería".
De cómo una bellísima mujer hace todo por destruir su vida, y casi lo consigue: Olga (Planeta, 2010).
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