Legisladores y fueros
columna: «la calle»
Una de las muchas revoluciones, asonadas y pronunciamientos que México se aplicó frenéticamente durante el siglo XIX fue la rebelión "por Religión y Fueros" de 1833. El gobierno liberal y reformador de Gómez Farías hizo un primer intento de modernizar al país e inscribirlo en el régimen de igualdad ciudadana ante la ley, derechos humanos y libertades de culto y comercio, pero topó con la vieja raigambre azteco-ibero-virreinal que establecía fueros especiales para las "personas de calidad" que debían ser juzgadas de forma diferente a la simple chusma.
El virrey Revillagigedo, uno de nuestros primeros liberales y reformadores, previene a quien lo sucedió que se encontrará con que las leyes de la Nueva España llenan 150 tomos: había fuero de ingenieros, fuero mercantil y otros civiles, además del eclesiástico y el militar. El inefable Santa Anna llegó al poder por primera ocasión y restableció los fueros en 1834. Derrocado por la Revolución de Ayutla en 1854 (una de las muchas que niegan la fatalidad de los centenarios en 10), la Ley Juárez volvería sobre el tema.
Nuestros legisladores heredaron esa convicción virreinal por la que exigen no responder ante la ley. El fuero o protección a los legisladores es, en la letra, muy claro y este 22 de febrero la Suprema Corte de Justicia de la Nación determinó lo obvio: que la inmunidad parlamentaria está claramente definida en la Constitución como protección al legislador sólo en cuanto a las opiniones vertidas en su tarea. Dice el Artículo 61: "Los diputados y senadores son inviolables (sic) por las opiniones que manifiesten en el desempeño de sus cargos, y jamás podrán ser reconvenidos por ellas". Pero la costumbre ha impuesto una noción del fuero idéntica a impunidad: tienen fuero para estacionarse en lugares prohibidos, pasarse los altos, romper puertas del Congreso a patadas y apilar curules y hasta incendiarlas para impedir un acto oficial que no les guste.
La evidente aberración jurídica en que se cae con esa interpretación del fuero como escudo de políticos comienza a mover piedras que parecían eternas: el senador Gustavo Madero, coordinador del PAN, ha propuesto una reforma completa del fuero constitucional para que no se interprete como impunidad y los legisladores respondan ante las autoridades judiciales de manera inmediata, como cualquier ciudadano.
El citado Artículo 61 señala luego que "El Presidente de cada Cámara velará por el respeto al fuero constitucional de los miembros de la misma y por la inviolabilidad del recinto donde se reúnan a sesionar". Pero eso los propios diputados se han atareado en ignorarlo metiendo caballos, incendiando puertas y apilando curules como barricadas para impedir el paso de una autoridad que, por ley, debe entrar a tomar posesión o rendir cuentas.
La Constitución no vuelve a mencionar el fuero, sino con otro uso, al tratar del "fuero común" en los artículos 18, 73, 110, categoría donde se clasifican algunos delitos a diferencia del "fuero federal". Y "desafuero" ni siquiera existe. Así que cualquier legislador siempre ha podido ser enjuiciado, sin más trámite, por difamación fuera de tribuna, por romper o quemar puertas del Congreso o por mearse en la calle. Como cualquiera. Se deberá explicar eso a los sufridos policías que los prepotentes tribunos insultan cuando se atreven a indicarles que se estacionaron en lugar prohibido.
Imperdonable...
Que el presidente Calderón integre nuevo membrete "antiimperialista" para Latinoamérica con los tiranos criminales que la historia no absolverá y han convertido a Cuba en cárcel de la que sus pobladores escapan en balsas, hacen delito tener antenas parabólicas, dictan sentencias previas —como en cine de ficción— por "delitos que podrían llegar a cometerse", hacen crimen de opinar distinto a los Castro y torturan al albañil opositor Orlando Zapata hasta llevarlo a matarse de hambre.
Eso, que era la temida política exterior de Obrador, lo lleva Calderón a niveles de ignominia y silencio, en olvido total de sus palabras en campaña: "Castro ya era presidente de Cuba cuando yo nací". Ni por qué extrañarnos si en Oaxaca el PAN va del brazo y por la calle con quienes no reconocen su presidencia e incendiaron la ciudad, de los appos que asesinaron a maestros por dar clase y a jóvenes por mover una piedra de barricada, de las muchas barricadas con las que ahogaron la ciudad. Quién iba a sospechar: el Peje en Relaciones Exteriores.
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