Aborto y el titubeo de Rosario
columna: «la calle»
Vi a Rosario Robles en MILENIO Tv cuando ya había enviado mi artículo de ayer. Allí recuerdo a los creyentes que el Padre de la Iglesia, Santo Tomás de Aquino, da un plazo de hasta 90 días para que el aborto no sea homicidio porque Dios aún no ha infundido el alma, y el humano, dice, está compuesto de cuerpo y alma. Rosario es una mujer admirable, inteligente, sensata; como jefa de Gobierno del DF impulsó con eficacia la despenalización del aborto.
La escuché con atención, por eso noté su titubeo. Dijo que, como nos ocurre a tantos, entiende la postura del PAN pero no la del PRI, dirigido ahora, además, por una mujer. La derecha, dijo Rosario, siempre ha considerado (cito de memoria) que la vida comienza en el instante de la concepción... ups... Allí pareció dudar. Sin leer su pensamiento, creo saber el motivo: había dicho algo irrefutable: nadie, absolutamente nadie, ni en la derecha ni en la izquierda, pone en duda que la vida comienza con la integración de un nuevo genoma en el óvulo fecundado al momento de la concepción. Por eso titubeó Rosario. Pero el debate es otro: qué vida comienza. Aquino la llama vegetativa.
Los no creyentes tenemos otras dudas. La mujer católica puede aferrarse a la postura de Aquino, contraria a la impuesta por la clerecía y argüir que, si bien el santo no imaginó la embriología de hoy, pues faltaban cuatro siglos para la invención del microscopio y con eso el descubrimiento de la célula, ningún Padre de la Iglesia basó en la ciencia sus verdades eternas, sino en la Revelación. En el debate laico hay un hilo de razonamiento que dice: si la muerte la definimos por el cese de la actividad cerebral, definamos así la vida humana: el inicio de la actividad cerebral.
Cuidado: actividad neural la tienen todos los animales, desde la ostra que cierra sus valvas al sentir una amenaza, hasta Kant reflexionando sobre la razón pura. Es más, algunas plantas tienen reflejos parecidos, la sensitiva, por ejemplo, cierra sus hojas al tacto, hay árboles que se avisan de un ataque de hormigas. Y todas tienen percepción de la luz: fototropismo es la desesperante necedad de nuestras palmas de girarse hacia la ventana y dar su mejor vista hacia donde nadie las ve.
También he escuchado que se diga "conciencia" en vez de actividad cerebral. Y por supuesto no es lo mismo. Si planteamos como límite para el aborto el inicio de la conciencia, podríamos ahorcar niños de hasta cuatro años de edad... porque la conciencia es un lento avance que nos lleva, entre los cuatro y los cinco años, a ese darnos cuenta de que nos damos cuenta que llamamos conciencia.
El debate en bases laicas, seamos o no creyentes, se vuelve de gran complejidad porque la vida es un proceso que comienza, sin sombra de duda, con la fecundación del óvulo por un espermatozoide. Pero asumir que esa semilla de embrión es ya un individuo humano es ignorar que, en ese momento ni siquiera sabemos si serán uno o varios individuos, pues el óvulo fecundado, o cigoto, puede de pronto enloquecer y dar origen a gemelos idénticos y aun a sextillizos monozigóticos (que proceden de un mismo cigoto).
Mientras no sepamos aún si estamos ante uno o varios embriones, no podemos afirmar que ha habido homicidio. Pero esa indefinición termina a los 16 días de la fecundación. Debemos encontrar otro plazo... y he aquí la frase que desnuda la intención: no hacemos una revisión más de la embriología; no: estamos, de manera activa, buscando un plazo razonable para que las mujeres que enfrentan un embarazo no deseado puedan interrumpirlo.
En todos los pueblos de todos los tiempos las mujeres han decidido si llevan su embarazo a término o no. Los arqueólogos encuentran con notable frecuencia esqueletos de nonatos. La Cloaca Máxima de Roma es un surtidor de información sobre las prácticas romanas del aborto. Pero, recordemos, en Roma el padre seguía teniendo derecho de vida y muerte sobre los hijos ya nacidos y juguetones. Eso ya no lo aceptamos.
En resumen: la vida comienza con la fecundación, pero no la vida humana. ¿Cuándo empieza ésta? El jurado no ha vuelto.
Matrimonio civil
El matrimonio civil, decretado por el presidente Juárez en 1859 como parte de las liberales Leyes de Reforma, regulación laica de las relaciones entre Estado y ciudadanos, estipula que lo celebran un hombre y una mujer, y aun así no produjo sermones de rechazo, sino una guerra civil: la Guerra de Reforma. ¿Quién le da gusto a la Iglesia católica?
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