Retorno del México Bronco
columna: «la calle»
Que senadores y diputados, encargados de darnos cuerpos de seguridad eficientes a 100 millones de mexicanos, se empistolen para cuidar de sí mismos es una sentencia como la inscrita, según Dante, en las puertas del Infierno: Lasciate ogni speranza... Dejad toda esperanza. Es la aceptación del fracaso de la civilización y el imperio de los gandayas —con ye en el Diccionario de la Real Academia, además ya nadie conoce siquiera el sonido lateral de la elle, todos somos yeístas—. Si nos resistíamos a ver ese fracaso, el senador Monreal no deja duda.
Lo sabemos todos: sacar una pistola para defenderse es una sentencia de muerte: a quien iban a asaltar lo matan. El senador chapulín priista-perredista-petista y lo-que-siga, Ricardo Monreal, decidió portar una buena pistola ante la ola de delincuencia y facilitar a sus colegas los trámites para conseguir la suya. Un senador trae escolta, pero confía más en sí mismo; es natural: pueden ser comprados los escoltas por los miles de millones que manejan el narcotráfico y la delincuencia mayor. Ya veremos a Ricardo, rodando a la James Bond, para cubrirse con las llantas blindadas de su camioneta blindada del fuego amigo de sus escoltas y pum, pum, pum, despacharse a varios y poner en fuga al resto.
Hubo un tiempo, y lo creíamos por fortuna desaparecido, en que ser diputado o senador era sinónimo de individuo armado y gandaya. Fue el segundo daño que hizo la Revolución. El primero fue detener una década el desarrollo del país, destruir buena parte de la planta productiva y así atrasarlo treinta años respecto de países latinoamericanos que, sin revolución, para 1940 tenían una clase media más sólida, una población más ilustrada y mucho menores índices de miseria, como Chile, Argentina y Uruguay.
Fueron tiempos en que era de temer la presencia de un diputado en un restorán, tanto como ahora lo es la presencia de un narco, porque las miradas de los clientes las respondía con un grito y la exhibición de la pistola, método también empleado para obtener prioridad en el servicio.
El Ejército ha emprendido una campaña de desarme entre la población civil y hemos visto filas de personas entregando a los soldados una pistola o un rifle. Campaña errónea, dice Monreal el asalta-partidos: lo urgente es que todos nos armemos siguiendo su ejemplo ... y el de Charlton Heston, que hacía acto de presencia en cuanto estado de la Unión Americana se proponían leyes para el control de armas. Por eso en EU hay tiendas para comprar desde un pistolín de bolsillo hasta bazukas y granadas de mano. Lo saben bien nuestros narcos, pues allá surten el millón y medio de armas con que se ríen a carcajadas de Ricardo Monreal y su pistolita.
El problema está en otro lado, pero a Monreal le resulta incómodo el ejemplo: su gallo, López Obrador, tuvo al frente de su seguridad a Antonio Mejía López, hoy destituido como director del penal de Cancún para acusarlo de participar en el asesinato del general Tello Quiñones, quien diseñaba un cuerpo de policía confiable y eficaz. Bajo el mando directo del famoso Nico, “chofer” del jefe de Gobierno, Mejía López comandaba las gacelas, mujeres que para su protección personal López Obrador envió a Israel para recibir entrenamiento, pagado con fondos públicos, aunque no tuvo empacho ético en llevárselas, con Mejía López, a su gira como candidato. Pasó luego a la seguridad de Marcelo Ebrard y después a dirigir el penal de Cancún para así dar toda suerte de facilidades a los narcos.
López no supo que su secretario particular y operador político, René Bejarano, recibía millones de un contratista particular extorsionado; no supo que su tesorero viajaba cada tres semanas a jugar a Las Vegas y era cliente VIP de un hotel de superlujo. No supo que envió a adiestrarse a un ahora acusado de narco. Total: como no es ciego ni tonto, sólo quedan las sospechas: en efecto, el próximo Presidente podría ponerlo el narcotráfico.
Tierra sobre el caso New’s Divine
Doce muertos por asfixia en operativo policiaco del DF, de ellos nueve adolescentes pobres que no cometían delito alguno. La operación mortal era una razzia, ilegal como todas, para extorsionar a los padres. La táctica había producido buenos ingresos en ocasiones anteriores, en esta falló porque los camiones para secuestrar jóvenes no regresaron a tiempo. Pero nadie lo menciona, es que se trata del PRD. Y moralizan con horarios, mesas sin salero y autos sin fumadores.
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