LUCA fue nuestro primer abuelo
columna: «se descubrió que...»
Llaman ahora "diseño inteligente" a la viejísima idea de que el cosmos y los seres humanos fueron creados por una divinidad que hizo tonterías tan grandes y diseño tan poco inteligente como pasar la uretra de los hombres por la próstata y con ello conseguir muertes horrorosas, entre dolores tremebundos, cuando esa glándula productora de líquido seminal se inflama e impide el vaciado de la vejiga. Por eso en otros tiempos era tan frecuente que los hombres de edad mediana murieran "de un dolor".
En fin, argumentos contra el diseño inteligente sobran. Otro, contra la bondad de esa divinidad, es que nos haya creado para comernos los unos a los otros, porque hasta el vegetariano más estricto devora una pobre lechuga e inermes zanahorias, tan vivas como una vaca.
Pero investigadores de la Universidad de Montreal, Canadá y otros de Lyon y Montpellier, en Francia, acaban de publicar en Nature un asombroso estudio con las características del más antiguo ancestro de toda la vida sobre el planeta Tierra, lo denominan LUCA (siglas de Last Universal Common Ancestor), y vivió hace 3 mil millones 800 mil años.
Veamos por pasos: todos los seres humanos nos originamos en el este de África hace unos 200 mil años. Nos dispersamos lentamente y los cambios de luz solar y de alimentación nos dieron los rasgos que identifican a las razas actuales. ¿Y antes? Antes tenemos homínidos en una larga cadena (a la que no le falta ningún eslabón perdido) hasta el ancestro de todos los primates, hace unos 8 a 10 millones de años.
Seguimos nuestro árbol genealógico y ese abuelo de todos los primates viene del abuelo de todos los mamíferos: una cosita horrible cuya foto nadie pondría en su sala con orgullo, porque era como un ratón. Seguimos y llegamos a reptiles, peces, etcétera: salimos del mar y todavía la placenta, salada, es nuestro recuerdo genético, así como los vellos de la espalda.
Así llegamos al tatarabuelo LUCA, que compartimos usted, yo, mi perro, las peras y las bacterias que las pudren: "En general se cree que LUCA fue un organismo hipertermofílico (que le gusta el calorcito fuerte). Un poco como esos raros organismos que viven en los hirvientes veneros del fondo oceánico", dice Nicolas Lartillot, coautor del estudio. "Sin embargo, nuestros datos sugieren que LUCA en realidad no soportaba temperaturas tan cálidas y vivió en un clima por debajo de los 50 grados".
El estudio, señala Lartillot, se parece a los análisis de etimologías que revelan la evolución de los lenguajes modernos: cómo del latín domus llegamos al español doméstico. "Identificamos rasgos genéticos comunes entre animales, plantas, bacterias, y los empleamos para crear un árbol genealógico cuyas ramas representan especies diversas. Todas ellas surgidas del mismo tronco: LUCA".
Los expertos en origen de la vida (uno es el mexicano Antonio Lazcano Araujo, de la UNAM) debaten si la vida comenzó con RNA o con la genética común a la mayoría de los animales y vegetales actuales, con DNA. Se inclinan por el RNA, pero presenta la dificultad de ser más inestable al calor que el DNA y la Tierra primitiva fue de lavas y aguas hirvientes. Los datos del equipo indican que LUCA encontró un microclima más fresco donde pudo desarrollarse. Eso demostraría que las micro regiones tuvieron un papel crítico en el desarrollo de la vida sobre la Tierra.
"Fue luego sólo un paso más que los descendientes de LUCA descubrieran la molécula de DNA, más termoestable, que adquirieron presumiblemente de los virus, y reemplazaran su viejo y frágil vehículo genético de RNA. La invención les permitió salir de ese pequeño microclima fresco, evolucionaron y se diversificaron en una gran variedad de organismos sofisticados que toleran el calor". Por eso peces, hormigas, bacterias, calabazas y humanos tenemos nuestro material genético guardado en DNA, pero cada célula que se replica debe hacer RNA, crear el molde genético y volver a guardar como DNA las copias. Contacto: Sylvain-Jacques Desjardins.
Navidad y evangelios
Lea los cuatro evangelios canónicos y la multitud de evangelios rechazados y en ninguno encontrará la fecha del nacimiento de Jesús. Ni siquiera la época del año. La Iglesia primitiva fijó el 25 de diciembre porque todos los pueblos hacen del Sol un dios e interpretan como debilidad el hecho de que los días, luego de ser largos en el verano, vayan siendo cada vez más cortos. A la noche más larga, la del solsticio de invierno, siguen días que comienzan a crecer. La explicación es sencilla si conoce uno que la Tierra gira inclinada, pero a la mente primitiva le inspiraba terror la posibilidad de que los días siguieran disminuyendo hasta terminar en una noche eterna y helada. Por eso el día siguiente al solsticio era de alivio y gran fiesta porque el dios había renacido, era un dios-niño. Como los cristianos le entraban a la fiesta, los obispos decidieron fijar en ese día el desconocido nacimiento de Jesús.
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