Discriminación y derechos
columna: «la calle»
A Gilberto Rincón Gallardo
A Alfonso Petersen, alcalde de Guadalajara
La mayoría de los hombres con alguna cubierta civilizada (sin importar la orientación sexual) estamos de acuerdo en que las mujeres puedan tener clubes exclusivamente femeninos, como son aquellos donde jóvenes musculosos se les desnudan al ritmo de la música. Que se nos niegue la entrada a los varones es comprensible con sólo imaginar lo que ocurriría si un grupo de galanes comienzan a replicar a las muchachas que se divierten lanzando gritos al streaper en turno: "Yo sí te cumplo, mamacita, ese wey nomás está trabajando y se va... pero aquí me tienes y mejor dotado, ¿quieres ver?"
Se les aguó la fiesta a las muchachas, les arruinaron su noche. Creo que resulta sencillo de entender y por lo mismo no hay quejas masculinas ni en las comisiones de derechos humanos ni ante las oficinas de reglamentos.
Pero no ocurre lo mismo a la inversa: ciertos extremos de "no discriminación", bien intencionados, se revierten contra el refugio gay que era el bar. Los bares gays que pretenden ser exclusivos para hombres tienen de inmediato problemas. Pero, ¿qué busca una mujer en un bar de homosexuales? Unas van a ver "la jaula de los changos" y se la pasan de asombro en sorpresa: "¡No, no me digas que aquel altote barbón también!" Otras van para demostrar que sólo es homosexual quien no se ha topado con mujeres como ellas, y abiertamente se ponen a ligar... gays que las ven con algo de risa y asombro.
No pocas veces llegan estas damas a la agresión abierta. Entró una pareja de muchachos a un bar gay de Guadalajara, ambos guapos, y uno se dirigió enseguida a orinar. Mientras el otro lo esperaba, una joven comenzó a piropearlo desde una mesa. Como en general eso a los hombres no nos molesta (a ellas sí y por eso ya se prohíbe), el muchacho respondía cortés y sonriente. La joven interpretó que podía avanzar en sus halagos. En eso volvió la pareja, el novio. Sin más lo abrazó, le plantó un discreto beso afectuoso entre labios y bigotes y le preguntó qué deseaba tomar. La dama se convirtió en leona, con furia espetó: "¡Así que tú también eres puto, wey! ¡Pues lástima de bigototes y de ese pecho peludo!" El novio dijo que no era ninguna lástima y ambos se retiraron.
Estando en su propio ambiente, fueron ellos los que debieron alejarse. A un hombre le habrían respondido. Pero, ¿qué se hace con una mujer? Mi amigo Pablo Pascual aseguraba: "Creo en la igualdad femenina hasta la madriza". Los vigilantes de bares no lo creen. El bar gay era el único sitio donde se podía tener conducta abiertamente homosexual sin que eso produjera asombro o agresión. Ya no lo es.
Muchas parejas heterosexuales buscan los bares gays porque a) son más baratos, b) él se siente sin riesgo de tener que defender la honra de su dama, y c) a ella le parece muy alivianado eso de meterse a un bar para homosexuales: "Es que, finalmente, son humanos, ¿ok?".
Un congreso juvenil católico, presidido por el Papa en Sydney, hizo necesario que los burdeles contrataran más putas. Guadalajara prepara los Juegos Panamericanos. Los turistas, ¿qué harán por las noches sino salir a divertirse? Y si el 10 por ciento de la población general es homosexual, en los turistas que viajan a Olimpiadas y competencias deportivas sube a más de 20 por ciento. ¿Qué les ofrece Guadalajara? Sencillo: los hombres más guapos de México. ¿Dónde más, sino en Guadalajara, podrían ver un grupo de 30 vaqueros con los pulgares bajo el cinto bailando al galope de "No rompas más mi pobre corazón", con Caballo Dorado, y que todos sean atractivos, barbones, y, lo más importante: no sea show, sino los clientes? Es una fantasía gay que cumplirán, recordarán el resto de sus vidas y los hará volver.
Así como me parece justificable el bar sólo para mujeres, no tendría objeción si un bar fuera exclusivo para travestidos (o -das, como se diga). Ni siquiera intentaría entrar, mucho menos me quejaría ante Derechos Humanos de Jalisco. ¿No podemos, los hombres que deseamos estar un rato entre hombres, tener un lugar y que nos lo respeten? Muchos agradecemos hasta el sombrero demasiado nuevo, notoriamente sólo para fin de semana, porque necesitan echárselo hacia atrás para besar al novio o bailar con él. Con este simple relato he producido turismo gay que viene a esta ciudad, visitable en un día, y se queda porque ve hecha realidad un imposible: la cantina gay llena de sombrerudos.
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